El ómnibus contratado salió desde la Facultad de Ciencias el viernes, con destino a la inauguración del Observatorio Astronómico del Centro Universitario de la Región Este (CURE) de la Universidad de la República (Udelar), ubicado en el kilómetro 205 de la ruta 9, en el departamento de Rocha. El olor a campo inunda el ómnibus al llegar a la estación del Programa de la Preservación de la Biodiversidad y Desarrollo Sustentable de los Humedales del Este (Probides), donde está ubicado el observatorio.

La Asociación de Aficionados a la Astronomía (AAA) tiene unos 200 miembros en todo el país, cuenta Carlos Cladera, su presidente. Tuvo formación en derecho, pero su interés derivó al cielo a los siete años, cuando veía la serie Cosmos, de Carl Sagan, en Canal 4. El perfil de los miembros de la AAA es de interesados que no forman parte del estudio de los astros desde la academia: médicos, profesores de la materia en secundaria, curiosos. Su sede está en el Planetario Municipal, desde donde gestan Canopus, la única publicación sobre astronomía en Uruguay, pero además de la divulgación cuentan con dos observatorios en el complejo astronómico Los Molinos, que usan para sacar fotografías del cielo profundo, o sea, el espacio que está más allá del sistema solar. “Prácticamente, con cualquier telescopio prismático podés ver, por ejemplo, la Nebulosa de Orión, que es la espada en la constelación y que está a 1.500 años luz de la Tierra. Se ve muy nítida”. En la sede de la AAA se puede encontrar el telescopio más viejo del país, que se estrenó en 1863 y que, según Cladera, funciona perfectamente. También tienen uno más moderno, con un lente de 35 centímetros, que “pesa como un auto” y permite ver, por ejemplo, las Nubes de Magallanes, dos galaxias que alguna vez colisionaron con la Vía Láctea y que hoy giran alrededor.

La AAA no sólo cumple la función de reunir gente que comparte un hobby: “Una de las cosas que ocurren en el caso de la astronomía es que se trata de una de las pocas disciplinas actuales en las que hay una comunidad de gente interesada que a su vez puede hacer aportes de observación a nivel científico. Con instrumental que un aficionado puede adquirir -o hasta fabricar- se pueden hacer aportes importantes”, explica Gonzalo Tancredi, doctor en Astronomía por la Universidad de Uppsala, Suecia, y especialista en Plutón. Su tesis de licenciatura se basó en el origen del último planeta del Sistema Solar y Caronte, uno de sus satélites, pero también participó en la asamblea de la Unión Astronómica Internacional en 2006 y redactó la moción para que se pasara a considerarlo un planeta enano.

Cíclope de cristal

Andrea Sosa es doctora en Física y se especializó en astronomía, más específicamente en el estudio de cometas y asteroides. Trabaja en el CURE y aprovechó la convocatoria que la Udelar lanzó en 2013 con el objetivo de expandir la enseñanza en el interior del país, pero además para proponer la creación del observatorio.

No se trata de un telescopio como los de uso hogareño. Desde afuera, es un contenedor blanco con una cúpula automatizada de dos metros y medio de diámetro, que costó 24.000 dólares de los 34.000 que insumió la construcción. El espacio interior no es más grande que el de una habitación promedio; hay dos computadoras que reciben las fotografías que el telescopio, de unos dos metros de largo, les saca a las estrellas. Será un lugar de desarrollo de tareas de extensión universitaria y ofrecerá visitas guiadas para alumnos de todas las edades.

Pero su tarea principal será la investigación. Tancredi opina que el nuevo centro será importante para complementar los datos que generan los observatorios de Salto y de Los Molinos, una función que hoy cumplen colegas de Chile y Brasil. “Venimos participando en campañas internacionales del fenómeno de la ocultación, o sea, cuando un objeto pasa por delante de una estrella; eso nos permite tener información sobre el tamaño del objeto”, explica. “Para corroborar los datos se requiere un conjunto de observatorios distribuidos en una región del planeta”. Algo así como una segunda opinión médica.

Una de las estrellas de la inauguración fue Julio Fernández, tutor de la tesis de Tancredi en su momento y autor principal de las investigaciones que condujeron a que Plutón dejara de ser considerado un planeta, logros que lo llevaron a que la Academia de Ciencias de Estados Unidos lo designara como miembro. Es el segundo uruguayo en conquistar el puesto, luego de Rafael Radi, médico especializado en bioquímica. Cuando se lo comunicaron, pensó que era una broma, pero hoy tiene el poder de votar a los nuevos miembros y la posibilidad de escribir artículos para las grandes ligas.

La pregunta es inevitable: ¿qué tan importante es la astronomía, como disciplina, para Uruguay? “Es falsa esa división entre ciencias más útiles y más inútiles. Lo importante es el conocimiento, que también abre el campo a preguntas más filosóficas, como cuál es el lugar del ser humano en el universo”, dice Fernández. Para Tancredi, también cumple la función de generar un espacio de docencia en una profesión con una salida laboral muy limitada. Cladera, entusiasta, explica que la carrera espacial y la astronomía, aunque puedan parecer poco útiles para algunos, dieron como resultado descubrimientos prácticos como el microondas, el tomógrafo, los pañales descartables y técnicas de reciclaje del agua.