“La cárcel es la espera La espera es lo más parecido a la muerte La cárcel es lo contrario al juego La cárcel es el offside del mundo”. Agustín Lucas
Cuando una persona es privada de libertad tiene que aprender a estar presa. Aprender a vivir y sobrevivir en un contexto regido por la violencia y el desprecio. Contra natura, acostumbrar el cuerpo al encierro y olvidar la libertad de pensamiento y movimiento. Y sobrevivir (las chances de morir aumentan 20% en el momento en que se cruza la primera reja). Vivir en la cárcel es ir a contramano del mundo. Es perder la autonomía de todas las formas posibles, desde depender de un otro para las necesidades básicas -como comer o ir al baño- hasta dejar de decidir cuándo se prende y se apaga la luz. Las cárceles alteran la vida y la toma de decisiones. Ponen en jaque la sexualidad y su ejercicio, llevan al filo todo lo que las personas creen ser. Y las transforman. Las degradan y uniformizan con la violencia como único mecanismo. Lejos están las cárceles de pensar en el después. El uso irresponsable de la privación de libertad es un castigo que recae sobre toda la sociedad, y empeora su seguridad.
En Uruguay, tres de cada 1.000 uruguayos están privados de libertad. 10.000 personas viven tras las rejas, y la cifra trepa a 11.000 si consideramos los adolescentes y los pacientes psiquiátricos encerrados. La situación jurídica de la población carcelaria es impactante: 65% está recluido sin sentencia. Por otra parte, los más afectados son los jóvenes: 70% de las personas privadas de libertad tienen menos de 30 años.
Políticas que apunten contra el problema real
La crisis carcelaria está más que diagnosticada. La crisis de seguridad también. Sin embargo, como si estas crisis no tuvieran una relación directa, “las soluciones” que surgen desde el sistema político no hacen más que contribuir al problema. La discusión se limita al aumento de penas, que demuestra fracasar en todo el mundo. Como si más tiempo en un entorno criminal pudiera hacer que las personas abandonaran el delito.
El Poder Judicial es uno de los grandes responsables. Los jueces determinan la privación de libertad aun para quienes cometieron delitos leves. La discrecionalidad de las políticas que se construyen poco aporta para enmarcar al Poder Judicial y lograr que “la privación de libertad sea el último recurso”. Es necesario rever el Código Penal y adecuarlo a la sociedad actual, implementar políticas públicas para reducir la reincidencia y medidas alternativas a la privación de libertad.
Las 10.000 personas que están encarceladas pueden dividirse en tres grupos. En un extremo -representando a 10% de la población-, están quienes tienen más de diez antecedentes, con escasas o nulas posibilidades, según la estadística, de cambiar su trayectoria delictiva. En el otro -otro 10%-, están las personas recluidas circunstancialmente o por un error, como puede ser un accidente de tránsito o una reacción violenta aislada. Se dice que en estos casos “hay delito, pero no hay delincuente”, y esas personas difícilmente vuelvan a cometer delitos. En el medio está un enorme grupo, que ronda 80% del total y es el que tiene incidencia real en la seguridad pública. Estas personas están encerradas por diversas circunstancias, y aunque la mayoría de ellas no quiere volver a la cárcel cuando salga, no sabe si podrá evitarlo. Para esta población es determinante el camino alternativo, la rehabilitación. Dotar de herramientas a estas personas y acompañarlas en su proceso seguramente las alejará de las cárceles y mejorará la calidad de la seguridad pública. Los acuerdos políticos actuales deberían ser más cuidadosos cuando engloban a todos los reincidentes como irrecuperables. Resignarse con respecto a esta enorme porción de la población carcelaria repercute directamente sobre la seguridad pública.
Nuevas soluciones para viejos problemas
Hay una ecuación que no está dando. Las altas tasas de reincidencia y el aumento de los delitos dan cuenta de que las cárceles no están solucionando el problema de seguridad. Las condiciones de encierro no aportan a la promoción de procesos de desis- timiento -alejamiento del mundo del delito-, sino que consolidan a las cárceles como escuelas del crimen.
Las cárceles deben parecerse al afuera para que la vuelta a la vida en sociedad sea lo menos traumática posible, tanto para las personas que pasaron por la privación de libertad como para la sociedad que las recibe. Se deben priorizar modelos de convivencia y rutinas diarias que imiten la vida en sociedad, que fomenten el estudio, el trabajo y, por sobre todo, la autonomía de las personas privadas de libertad. Actualmente, el sistema uniformiza a todas las personas que cometen delitos y no genera condiciones para que haya cambios en los comportamientos que los llevaron al encierro. Es necesario instalar abordajes diferenciados según el delito, para que cada persona recomponga su conducta y pueda volver a vivir en sociedad sin representar un riesgo.
Sobrevivir en una cárcel no implica solamente disminuir las chances de morir. Es pensar que existe el después, una libertad que algún día volverá. Sobrevivir es plantearnos que vivir en sociedad es jugar en una cancha en la que todos estamos habilitados.
Denisse Legrand
MC Kung Fu
“Promover la educación en la cárcel es difícil El sistema penitenciario mencionemos está en crisis El hacinamiento es la gran consecuencia Y a muchos funcionarios no les importa su cadena. Cada prisión muestra una clara situación crítica Es evidente que el preso es peor en condiciones físicas Esto lo mostraron estudios al respecto El estrés del personal crece contra los internos. La sobrepoblación da consecuencias negativas El odio de los presos se genera por requisa Vemos el error, falla el sistema de Justicia Elementos esenciales no buscan perspectiva. La criminalidad ocupa espacios importantes La política, comunicación pa’l ignorante ¿Dónde está el humano y dónde está el respeto? Queremos un cambio o por lo menos conocerlo. Las cárceles son focos de violencia Las autoridades compran más tecnología La educación es paz Y esa es la ciencia Así que piensen no tanto en la política ¿Por qué castigar a un culpable y no enseñarle que la víctima puede ser hasta su propia madre? Que las herramientas que te brinda este sistema Sirven para mejorar y no vivir en delincuencia. Política de materia en atenciones penitenciarias En América Latina las penas son muy exageradas. Te procesan por las dudas ¿Tenés antecedentes? Para adentro, por las dudas; sos un delincuente. El proceso es lento Falla el sistema de Justicia Las filas crecen y la población avanza La manera preventiva hace que muchas familias Gocen de la prisión y de toda esta porquería. Muchos lo cometemos y no queremos más Muchos se equivocaron y no quieren más. Algunos lo hacen y quieren seguir en esa Y en el medio hay inocentes pagando una condena”.
MC Kung Fu Usina Cultural Matices, Unidad Nº 6 Punta de Rieles