Mucho se habla en Uruguay del sistema educativo finlandés. Anoche, en una charla organizada por la Universidad Católica del Uruguay Dámaso Antonio Larrañaga, la responsable del proceso de reforma curricular en aquel país, Irmeli Halinen, habló de las principales claves del sistema y de cómo se pudo reformar el marco curricular en los últimos cuatro años.

Para partir de algunas premisas, el sistema educativo finlandés está compuesto por un nivel de educación preescolar hasta los seis años de edad; entre los siete y los 16 se brinda el nivel de educación básica, y luego los jóvenes pueden optar por cursar un nivel de educación secundaria general u otro de formación profesional. La reforma curricular, que comenzó a planificarse en 2012 y en agosto de este año se puso en marcha, se llevó a cabo en el nivel de educación básica.

Halinen, que es la directora nacional de Desarrollo Curricular de Finlandia, detalló algunas claves que aportan calidad al sistema educativo: mencionó que la deserción es de 0,6% y destacó en particular el alto nivel de los docentes. Contó que los requisitos para ser docente están establecidos por ley y que todos los que trabajan en educación básica tienen que tener, al menos, nivel de maestría. “Los docentes son muy respetados, y esto ha hecho que la profesión sea muy popular, incluso entre los jóvenes”, manifestó. Halinen destacó que los docentes tienen una importante autonomía pedagógica y creatividad al momento de planificar su trabajo: “Esto permite, como efecto, tener maestros muy talentosos, motivados y comprometidos, con la capacidad de tener pensamiento crítico y resolver problemas, porque cuentan con una buena educación teórica y con una educación práctica muy fuerte. Gente joven, no sólo capaz desde una perspectiva académica, sino que tiene talentos a nivel social, en muchas áreas”.

Confianza y autonomía

Halinen aseguró también que la confianza es otro pilar del sistema educativo. Esto se traduce en que no hay “pruebas difíciles en las que sea muy simplificado el resultado ni tablas de comparaciones entre escuelas”, y las municipalidades, encargadas de brindar la educación pública, tienen “una autonomía y responsabilidad muy fuertes”. La experta aseguró que los cambios han sido progresivos desde la década de 1970 y que estos se pusieron en práctica “en pequeños pasos”. “Se discute tanto y tan bien que los docentes tienen la capacidad de comprender lo que está pasando y pueden implementar la reforma, porque, finalmente, siempre son ellos los que hacen que la reforma funcione; son los responsables de los resultados en las aulas, y si no la siguen, se pierde todo”, afirmó Halinen.

Visionario y holístico

Desde mediados de 2012 hasta fines de 2014 se discutió y elaboró el currículum, o marco curricular nacional, y desde 2015 hasta mediados de este año se elaboraron los distintos planes locales, que tienen “conexión” con el plan nacional pero “con mucha libertad para decidir cómo será implementado en las instancias locales”. Aseguró que el nuevo currículum “abarca todas las áreas, no sólo las materias”, y agregó que es “muy visionario y holístico”: “Cuando comenzamos con la reforma, trabajamos con los lineamientos principales; sólo después pasamos a las materias y a sus programas”.

El proceso de la reforma tuvo como elementos claves un “liderazgo transparente y participativo” que según la jerarca implicó “dar procesos para forzar esa participación”, y que la gente conociera el rumbo a partir de un cronograma establecido. Partió de preguntas amplias sobre los cambios en el mundo -“qué vale la pena aprender”, “qué futuro queremos crear” y “cómo fortalecer las mejores características del sistema”-, que fueron discutidas en grupos multidisciplinarios, con apoyo en plataformas web.

Exploratorio y colaborativo

De la discusión surgieron elementos a cambiar. Respecto de los aprendizajes, “que no necesitábamos aspectos específicos de las materias”, sino más bien habilidades sociales y emocionales, así como aprendizajes amplios y transversales. Sobre el rol de los docentes, la necesidad de trabajar en conjunto, y sobre el rol de los estudiantes, que deben aprender juntos y estar involucrados, para lo que “el aprendizaje debe ser exploratorio y colaborativo”. Halinen aseguró que tres claves de los cambios son la confianza entre el docente y el estudiante; “salir de la escuela, explorar, compartir, disfrutar del aprendizaje”, y apuntar a la concentración de los estudiantes: deben ser “independientes y responsables, creativos y atravesar sus propios límites”.

Anclajes locales

Uno de los encargados de los comentarios de la presentación de Halinen fue el ex subsecretario del Ministerio Educación y Cultura (MEC) Fernando Filgueira, quien destacó algunos puntos que, a su entender, dan “pistas sobre qué debates son relevantes y necesarios, mientras que otros innecesarios y estériles”. Destacó el lugar que se les da a los docentes en el sistema finlandés: “Están excelentemente formados, son respetados, valorados, con un reflejo salarial en eso, y con una práctica profesional extremadamente autónoma y creativa”. Apuntó que el modelo de docentes “de contenidos prescriptivos, el tradicional del que venimos”, basado en materias, “es la parte no autónoma y no creativa”.

En segundo lugar, aseguró que el marco curricular “que define claramente un para qué de la educación” permite “dar sentido de progresión a lo largo del ciclo de vida del alumno, que no se corta en el pasaje de un ciclo al otro y hace que los docentes deban trabajar en esa continuidad”. Una tercera ventaja de este marco curricular común, mencionó, es que pone las asignaturas al servicio de sus objetivos, por lo que las materias “nunca son objetivos en sí mismos”.

En tercer lugar, aseguró que la autonomía y la creatividad que el sistema da a estudiantes, maestros y comunidades son elementos importantes. Como cuarto punto destacó que a nivel organizacional “las responsabilidades en la toma de decisión del sistema están claramente asignadas; el nivel político define algunas cosas, luego el gobierno, luego el Consejo de Educación, luego las comunidades y luego las aulas”.

El ex subsecretario también hizo notar que el “grueso de la reforma curricular” en Finlandia no fue “sobre los contenidos de las asignaturas”, sino “sobre el para qué, el por qué y cómo enseñar y aprender. En el ‘cómo’, los contenidos van a estar presentes, pero hay una discusión antecedente, que en Uruguay no se ha dado, que es el ‘para qué’”. Esa discusión, aseguró, tiene “un nivel político” y en ella debe contribuir el Parlamento; “luego, la bajada a tierra de esa discusión es responsabilidad de las autoridades técnicas”.

Palanca de cambio

Filgueira aseguró que el elemento fundamental que destacan los finlandeses de su proceso de reforma del sistema educativo, “fácil de decir, pero difícil de construir”, fue la confianza: “Cuando ya existe ese capital de confianza todo es más fácil; por el contrario, cuando estamos en presencia de actores que desconfían uno del otro, todo se hace más difícil”. Aventuró que la “palanca de cambio” para generar esa confianza puede ser “primero dar autonomía y animarse a que se cometan errores, con pasos cortos pero claros, para luego ir construyendo alternativas”.

Robert Silva, representante docente en el Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública, destacó la importancia de la “participación guiada” en el proceso de reforma. “A veces, con la lógica de la participación se desvirtúan procesos que pueden ser significativos, y quienes tienen más fuerza o experiencia en determinados procesos terminan opacando la participación de otros”, aseguró.