“Lo bueno es que me demostraron cariño y apoyo, más allá de poder cambiar, de que se puede. Con cada uno de los que pude hablar, yo hablé. De todos saqué algo bueno, consejos que me dan y me sirven día a día y para el futuro. Más allá de que venga con la autoestima baja, unas palabras sabias me hacen sentir bien. Mi futuro es estudiar, buscar un trabajo con la experiencia que me dieron acá. Cualquier trabajito con el que me pueda sustentar dignamente, así puedo ampliar mi oficio”. Quién lo dijo no es relevante. Lo importante es que lo dijo y que la construcción de ese pensamiento formó parte de una experiencia de trabajo que combinó aspectos de desarrollo laborales, humanos, sociales y colectivos desde la equidad y la inclusión.

Ese y otros testimonios fueron expuestos ayer en la actividad “La inclusión social y la construcción colectiva de cultura del trabajo”, que tuvo lugar en la Junta Departamental de Montevideo (JDM). Sí es relevante que ese testimonio lo dio uno de los internos del Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (INISA, ex Sirpa) que trabajaron en la JDM. Junto con otros jóvenes formó parte de una experiencia piloto de inserción social y práctica laboral, que comenzó en 2013, para jóvenes privados de libertad mayores de 16 años que estuvieran en un proceso de egreso, en el marco del programa de inserción social y comunitaria.

En la mesa de ponencias estuvieron los ediles Delia Rodríguez, presidenta de la JDM, Miguel Velázquez y Martín Nessi, además de Lucía Lago y Laura Reina, directora y psicóloga, respectivamente, del servicio de Gestión Humana de la JDM. El primero en tomar la palabra fue Velázquez, quien se refirió al proyecto piloto como una herramienta constructora de ciudadanía para el momento histórico que se está viviendo.

Nessi, por su parte, argumentó que las iniciativas de este tipo apuntan a mejorar las condiciones de vida de estos jóvenes, porque lo que hace el convenio es “grosso modo, una capacitación laboral que los introduce en el mundo de trabajo, les da herramientas para el mundo del trabajo. Para quienes venimos de una familia que nos inculcó la cultura del trabajo hay ciertas cosas que son naturales, pero tal vez estos jóvenes no tuvieron esa posibilidad”.

Por último, antes de que se desarrollaran las ponencias de las responsables de Gestión Humana, Delia Rodríguez dijo que lo importante, más allá del convenio propiamente dicho, es que haya sido votado por unanimidad por todos los partidos políticos. “Aporta a pensar para adelante, a decir que somos todos parte de una sociedad, hoy por hoy fragmentada en muchos estratos sociales, pero en la cual todos podemos ser parte de la reconstrucción colectiva. Estas son las cosas que surgen cuando se juntan las voluntades políticas con la voluntad de los trabajadores”, sostuvo.

Prácticamente

Las responsables del servicio de Gestión Humana de la JDM se enfocaron en el plan piloto. Lucía Lago dijo que para ponerlo en práctica se tomó en cuenta la ley vigente de prácticas laborales de empleo juvenil, así como la ley de becas y pasantías. Tanto los aspectos formales como los jurídicos se ajustaron a ellas: contratos de un año de duración prorrogables por seis meses más -sujetos a los resultados de las evaluaciones periódicas y a la voluntad de los propios involucrados para continuar en los cargos-, con una carga horaria de 30 horas semanales, de lunes a viernes, y percibiendo un salario de 4 o 6 BPC para mujeres embarazadas o con hijos menores de cuatro años. Además, los pasantes cuentan con licencias ordinarias, por estudio o especiales, a las que se suman los beneficios funcionales con los que cuentan todos los trabajadores de ese organismo. El convenio incluye una cláusula de rescisión unilateral por parte de la JDM en caso de inasistencias o incumplimientos laborales.

La selección de los jóvenes corre por cuenta del INISA y en algunos casos se realiza en forma coordinada con la JDM. Las oficinas de destino se definen según los perfiles que elaboran los psicólogos y de acuerdo con las necesidades de la JDM. Los jóvenes han trabajado y trabajarán -porque esto no se detiene- en atención al público, tareas administrativas, de peón, tareas de oficios como electricidad o carpintería, entre otras áreas de trabajo.

Al día de hoy, participaron en esta experiencia 26 pasantes, ocho de ellos con contratos prorrogados. Actualmente, cuatro de ellos están haciendo las prácticas laborales: dos están cerca de cumplir el año y los otros dos cerca de cerrar su año y medio. A su vez, este mes ingresarán tres personas más. En cuanto al seguimiento laboral que se les hace a los jóvenes, hay dos carriles: uno interno de la JDM y otro a cargo del INISA si el joven aún tiene vigente una medida judicial, o, en su defecto, del Ministerio de Desarrollo Social. Una vez que el joven egresa de su medida judicial, sigue teniendo acompañamiento.

Generar cultura de trabajo no es menor. “Siempre quise estudiar. En determinados momentos no se pudo dar”. Esa fue otra de las frases del joven citado al principio de esta nota. Lo sabe, lo reconoce. ¿Y si importara menos qué hizo o qué hicieron estos jóvenes para estar privados de libertad y nos enfocáramos, como sociedad, en generar más y mejores formas de reinsertarlos? Riesgos. Hay que correr riesgos para ver el futuro social integrado. Parece una responsabilidad de todos. En el presente y hacia el futuro. Sin demagogias.