Peleas familiares, riñas territoriales entre vecinos e incluso peleas callejeras son problemas que desde hace 20 años pueden resolverse sin terminar en un juzgado. El Departamento de Mediación del Poder Judicial presta servicios gratuitos en Montevideo, Canelones, Maldonado, San José, Salto, Paysandú y Florida. Laura Lange es mediadora desde 1996, cuando se echó a andar el proyecto, y desde 2012 dirige el departamento. Las consultas aumentaron de 3.360 en 2010 a 7.409 el año pasado, cuando sólo 51 terminaron sin acuerdo. Para Lange, es una instancia en la que las personas que tienen conflictos pueden hacerse cargo, en una sociedad acostumbrada a depender de las autoridades y lavarse las manos.

¿Cuál es la definición de mediación con la que trabajan?

-Es una herramienta de resolución de conflictos en la que, justamente, media un tercero entre dos o más personas que tienen un problema. El mediador es una persona neutral, imparcial y capacitada para trabajar con el conflicto, para que las partes puedan dialogar y encontrar una solución.

¿Cuál es el perfil del mediador?

-Hay que saber sobre comunicación. A veces las personas no dialogan y les cuesta saber hasta dónde el conflicto está afectando al otro y a sí mismo. En primer lugar, el mediador tiene que ser una persona que respete a los demás, porque tiene que atender desde a un analfabeto hasta a un universitario con un doctorado. La misma gente te dice “usted escuchará problemas tan importantes y el mío es tan insignificante”, pero ningún problema es insignificante, en la medida en que está afectando la calidad de vida de las personas. No es solamente un tema de pacificación social, sino de hacer que la gente sepa que tiene derecho a reclamar, a que se la escuche.

¿Qué experiencias recordás de tus primeros años como mediadora?

-Mi primera mediación fue entre una madre y un hijo; fue pedida por la hermana. El hijo se levantaba a las 4.00 para bañarse, porque entraba a las 7.00 a la UTU, y le pedía a la madre más horas para mirar televisión -fuera de broma- y poder dejarse el pelo largo, que tenía cortado estilo americano. Me quería explicar cómo quería la melena, y la madre no entendía, entonces me dijo que quería como Fulanito, de una serial de televisión. Él se pudo dejar el pelo largo, tuvo más horas para mirar televisión, y la madre se fue más contenta, porque en realidad el problema de fondo era que había quedado viuda y se estaba quedando sola con su hijo.

¿Y algún caso más sórdido?

-Tuve alguno complicado. Por ejemplo, un caso de unas señoras que tenían una casa. Había una cuidacoches con dos perritas, muy educada, que no tenía dónde quedarse y vivía en situación de calle. Estas señoras le ofrecen quedarse en su casa, que tenía mucho terreno. Cuando vienen a la mediación, de las dos perritas iniciales, la señora tenía 16, y había quejas de los vecinos y de las dueñas de la casa, porque los perros estaban adentro y estaban destruyendo la construcción. Fue muy complicada, porque la señora mayor quería que se fuera y la otra, su hija, quería llegar a un arreglo. La cuidacoches, que era muy hábil, a cada solución le encontraba un pero. Llegó un momento en el que estábamos empantanados. Nosotros tenemos una técnica que se llama “ideas locas”. Si el mediador da una solución, probablemente se queden con esa, porque es más cómodo, o la rechacen totalmente. La señora decía que si sacaban a los perros iban a ladrar toda la noche, porque estaban acostumbrados a dormir con ella. Como idea loca se me ocurrió: “¿Si te ponés una carpa afuera, con los perros?”. Muy rápida, me contestó: “La presté y no me la devolvieron”. A partir de esa idea, ella se dio cuenta de que podíamos encontrar soluciones, y llegaron a un acuerdo: que sólo las dos perritas iniciales durmieran adentro.

Otra vez tuve un caso de un señor que tenía un almacén, pasó un carrito, pensó que le iban a robar porque le habían robado varias veces, y le pegó no sé cuántos perdigonazos al caballo. Para las personas que tenían el carro, el animal era su fuente de ingresos. En la mediación, conversando, reconoció que no le habían hecho nada y que disparó porque tenía prejuicios, y se comprometió a pagar el tratamiento del caballo. ¿Era necesario llegar a un juzgado? De repente, sí, se puede parar mucha de la violencia que hay en la sociedad. Cuando vos ves venir tres adolescentes por la calle y cruzás de vereda, ¿qué provoca? ¿Te vendrían a robar? ¿Y si no te iban a robar pero deciden hacerlo porque les dio bronca que los hayas discriminado?

¿Qué otro tipo de problemas se puede llevar a estas instancias?

-Nosotros trabajamos todos los conflictos derivados del relacionamiento entre personas. No trabajamos temas de violencia doméstica ni delitos graves. Delitos leves sí, cuando son derivados por los jueces; lesiones, por ejemplo. Pueden ser casos de que dos personas se agarraron a las piñas en una esquina. Lo que más trabajamos son temas de familia y de vecinos, que pueden ir desde una medianera a problemas de relacionamiento familiar: cuando hay niños chicos en casos de separación, trabajamos tenencias, visitas, pensiones alimenticias. Trabajamos en el establecimiento del vínculo, no sólo en la resolución del conflicto.

¿Qué porcentaje de los casos se resuelve con acuerdos?

-De los casos en los que se inicia el proceso, tenemos entre 95% y 98% de acuerdos. Trabajamos con una entrevista previa con cada parte para explicar en qué consiste la mediación, para que puedan decidir en las mismas condiciones. A veces te dicen que no se puede negociar, porque hay medidas cautelares o porque realmente no quieren. La mediación, en Uruguay, es voluntaria. Tenemos un Centro de Mediación Penal Adolescente, por el artículo 83 del Código del Niño, que le da las potestades al juez para, en cualquier etapa del proceso del menor infractor, derivar a mediación con previo acuerdo de las dos partes, que se enmarca en la justicia restaurativa. Eso pasa al juez, que decide si el proceso termina ahí. Como el mediador no dice lo que tenés que hacer, hace que te des cuenta de tu responsabilidad en el hecho y en la solución. Es muy común que en Uruguay recurramos a la Policía o al juez porque queremos que otro diga -como antes recurríamos a la maestra- que el otro está mal y que nosotros tenemos la razón. Hay una cultura de que otro nos solucione los problemas.

Vos estás desde el principio. ¿Qué cambió en estos 20 años?

-Al principio, teníamos cinco centros con trabajadores voluntarios. Íbamos cuando podíamos. En la Ley de Presupuesto de 1999 se crearon los puestos, lo que fue un gran paso, porque los centros empezaron a funcionar siempre en el mismo horario y con la misma gente, que al público le da la posibilidad de ver siempre las mismas caras. Y el salto más importante fue la creación de centros en el interior, pero seguimos teniendo el debe de llegar a todos los departamentos. La mediación permite descongestionar mucho los juzgados. Si una señora va a hacer una demanda porque el gato de la vecina le come las plantas, es muy difícil que eso pase a ser un trámite judicial.

¿En qué puede mejorar el Departamento de Mediación?

-Nos faltaría una campaña más masiva en los medios de comunicación, como hay en otros países y como hacen en otros organismos del Estado. Lo que pasa es que el Poder Judicial no está acostumbrado a tener que salir a buscar su público, sino a que la gente venga. ¿De qué nos quejamos todos? De que estamos en una sociedad que cada vez es más impersonal. Los malentendidos, el “me miró mal”, que es tan común y muchas veces genera conflictos entre vecinos de toda la vida... Si no agarrás estas cosas a tiempo, comienza una espiral de violencia que termina mal. La mediación te ayuda a ver que el otro es una persona como vos, con problemas, con miedos, con vulnerabilidades: no es un enemigo, un monstruo, un peligro.