La organización contra el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) representó un momento de confluencia de los movimientos contra el neoliberalismo en todo el continente. Campesinos, indígenas, sindicatos, organizaciones ambientalistas, feministas, movimientos territoriales urbanos, piqueteros, entre otros, identificaron que los tratados de libre comercio (TLC) son uno de los pilares de la reorganización capitalista contemporánea. Cada organización, desde su agenda -orientada por el antineoliberalismo, el bolivarianismo, el neodesarrollismo o el autonomismo-, logró introducir el proyecto ALCA en su trabajo cotidiano.

En 1997 nació la Alianza Social Continental (ASC) como un espacio de articulación continental, y posteriormente se convirtió en una referencia de lucha contra el libre comercio. Los Encuentros Hemisféricos contra el ALCA, que se realizaban anualmente en La Habana, fueron el epicentro del armado de la estrategia política de las organizaciones de todas las Américas. Pero lo que articulaba era el rechazo: el “no al ALCA” se puso por encima de las especificidades temáticas y las cosmovisiones políticas sectoriales. Luego de 2005, lo que el espanto al ALCA había unido fue desunido por los posicionamientos frente a los gobiernos progresistas y por la priorización de las agendas particulares. Así, lo que primó fue la desarticulación y la ASC fue lentamente perdiendo peso político y representatividad.

Diez años después de la lucha contra el ALCA, los TLC siguen siendo un pilar del capitalismo. Incluso, aparecen ahora mucho más avanzados y complejos, con cláusulas que superan ampliamente al ALCA en lo que hace a derechos corporativos. A este elemento se suma el hecho de que hoy las negociaciones se dan en múltiples escenarios, no solamente con Estados Unidos como actor principal. Esto deja claro que la lucha contra el libre comercio no es simplemente una cuestión de antiimperialismo, sino que va mucho más allá de Estados Unidos. Es cierto que hoy el proyecto del Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) se introduce con fuerza en la región. Pero el TPP implica, por ahora, a cuatro países latinoamericanos. ¿Y el resto? Algunos ya firmaron en esta década varios TLC, con Estados Unidos y con la Unión Europea (UE), además de con diversos países asiáticos. También China se ha metido por la ventana: es el principal comprador de las exportaciones de varios países y ha establecido contratos con los Estados que generan fuertes compromisos fiscales y financieros. Por otra parte, mientras sostiene la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, Ecuador firmó un Acuerdo de Asociación (similar a un TLC) con la UE. Y dentro del Mercosur, Uruguay negocia rápidamente un TLC con Chile, usando como modelo el TPP, Argentina anuncia múltiples negociaciones bilaterales y Brasil trata de salir de la deslegitimación de su gobierno (salido de un golpe institucional) apurando acuerdos que faciliten los negocios de su sector exportador.

Lo que este menú de negociaciones muestra es que hoy la estrategia de los movimientos no puede estar ligada solamente a una postura contraria a Estados Unidos. El escenario es más complejo, y también más compleja, o más profunda, debe ser la respuesta colectiva.

Contra el libre comercio

En este nuevo escenario regional, tenemos hoy el desafío de organizarnos en Argentina contra el libre comercio. En mayo de 2016, nació en Buenos Aires la Asamblea Argentina Mejor sin TLC, que nuclea a diversas organizaciones sociales, sindicales, políticas y antiextractivistas, entre otras. El disparador de esta articulación ha sido nuevamente el rechazo a la política librecambista del gobierno de Mauricio Macri. Sin embargo, esto no significa que en los años de los gobiernos de los Kirchner no encontráramos elementos de libre comercio y protección de los capitales extranjeros. Aunque Argentina no haya firmado ningún TLC en estos años, sí mantuvo intacto su andamiaje de protección de las inversiones extranjeras vía los tratados bilaterales de inversión; en 2013, incluso, llegó a pagar cinco de las demandas que empresas extranjeras interpusieron contra el país en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones. Se privilegió una integración regional comercial vía Mercosur, que beneficia a las grandes automotoras y siderúrgicas de la región. Sobre ese escenario, hoy Macri construye su inserción económica en el mundo: fácil le resultó desarmar las políticas comerciales proteccionistas anti-China (como las licencias no automáticas y las declaraciones juradas anticipadas de importación), desactivar iniciativas políticas como la Unión de Naciones Suramericanas y acometer contra el “rígido Mercosur”.

Y mientras las grandes corporaciones y los complejos financieros festejan el giro comercial que los beneficia directamente, una parte del movimiento político argentino sigue poniendo su foco sobre Estados Unidos: comenzaron a proliferar los espacios anti-TPP, que se oponen esencialmente al rol de Estados Unidos en el país. El antiimperialismo sigue primando. Mientras tanto, el árbol tapa el bosque. Desde la Asamblea Argentina Mejor sin TLC, en cambio, se intenta poner el foco sobre la política librecambista en su conjunto, corazón hoy del capitalismo, sea quien sea su agente estatal para la firma de TLC (Estados Unidos, la UE, China o Japón).

Así como el escenario de negociaciones se ha complejizado, también ha cambiado el sujeto que se organiza nacionalmente. Se han afianzado espacios y redes que articulan luchas contra el extractivismo, las mineras, Monsanto, el fracking, etcétera. Estas luchas exceden la problemática del libre comercio y se centran en el corazón del capitalismo actual: el modelo productivo y de consumo. Sin embargo, discutir el modelo productivo implica discutir el libre comercio, porque hoy la estrategia de la firma de TLC profundiza un modo de producción altamente concentrado en pocas manos, mientras las mayorías quedan por fuera de cualquier decisión sobre lo que se produce y se consume.

Está claro que hoy no empezamos de cero. Las luchas vienen de la experiencia de organización contra el ALCA. Pero, mientras volvemos a pasar a la defensiva, tenemos que buscar los modos de recuperar el trabajo de estos años sobre las alternativas de integración, discutir y construir lo que queremos, más allá de las políticas de los gobiernos.

Luciana Ghiotto Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Miembro de la Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Acción Ciudadana Argentina y de la Asamblea Argentina Mejor sin TLC