¿Existen violencias específicas en América Latina que distinguen a la región de otros lugares del mundo? ¿Cuáles son, cómo se caracterizan y cómo se han abordado a nivel político y teórico?
-Tenemos formas específicas de violencia. En principio, tenemos en América Latina los índices más altos de homicidios del mundo (los compartimos con cinco países africanos). Nos salvamos sólo los tres países del extremo sur: Argentina, Uruguay y Chile. Estos indicadores coinciden con los más altos índices mundiales de injusta distribución de la riqueza (medida con los coeficientes de Gini). A nivel político se producen medidas contradictorias: se libera el poder policial, con lo cual se corrompen las Policías; se introducen fuerzas armadas en esta confusión, con lo cual se termina arruinando y afectando la defensa nacional; las medidas contradictorias son impulsadas por los monopolios de medios de comunicación, que marcan la agenda de los políticos. En el plano teórico se observa un proceso de debilitamiento de los Estados, de pérdida de control territorial y caos, que afecta la seguridad jurídica y la integridad física de la población. Coincide con la política de destrucción de Estados de otras áreas del planeta.
Usted ha dicho que existe un “genocidio por goteo” en la región. ¿Quiénes son sus ejecutores y quiénes son sus víctimas? ¿Qué papel les cabe al Estado y a las políticas públicas para combatirlo?
-El genocidio por goteo es producto del subdesarrollo. La violencia institucional (crímenes de Estado) existe, pero no es la principal causa de muerte violenta. La forma de producir muertes violentas es la potenciación de contradicciones entre los sectores excluidos, para que se maten entre ellos, de forma que no puedan dialogar ni coaligarse y, por ende, les sea imposible coordinar un papel coherente en el plano político y social. Victimizados, criminalizados y policializados pertenecen a los sectores humildes de nuestras sociedades. Pero, además de los muertos por violencia abierta, tenemos los otros muertos del subdesarrollo (o colonialismo, si se prefiere): deficientes campañas sanitarias, selectividad en la atención de la salud, carencias alimentarias e higiénicas, inseguridad laboral, inadecuación de los caminos a los vehículos, etcétera. En la medida en que el Estado se achica y omite y la estratificación social se incrementa o no disminuye, todos estos fenómenos letales aumentan.
¿La violencia es funcional a un modelo de capitalismo excluyente?
-Obviamente, esto es funcional a un modelo de capitalismo financiero que se come a la política. El debilitamiento de los Estados es lo que buscan: nuestros recursos naturales y otros quedan en posición de mayor vulnerabilidad ante Estados destruidos, en que se puede tratar con bandas, o en Estados debilitados, que no pueden oponer condiciones de negociación favorables a los intereses nacionales. El caos violento, por otra parte, facilita la exclusión, que no se controla con violencia estatal directa, sino mediante las violencias entre los propios excluidos.
¿Qué rol han jugado los grandes medios masivos de comunicación en la conceptualización de la violencia?
-Los monopolios mediáticos son parte del capital financiero. Por ende, “normalizan” la violencia en los países en que esta es alta, con argumentos que vuelven al racismo del siglo XIX: “somos violentos porque somos inferiores, incultos, mal educados”, o cosas parecidas. Somos inferiores a los pueblos del norte. En los países en que la violencia no es tan alta, como en nuestro extremo sur, crean una realidad mucho más violenta televisivamente cuando les conviene (cuando hay gobiernos populares) y la ocultan cuando hay gobiernos como el que actualmente padecemos [se refiere al gobierno de Mauricio Macri, en Argentina].
¿Deberían legalizarse todas las drogas?
-Es claro que la cocaína es un oro artificial producido por la prohibición, y la violencia que genera el tráfico es funcional al caos y al debilitamiento de los Estados. Cualquier basura que tenga demanda rígida o creciente, si se reduce la oferta por vía de la prohibición, inmediatamente produce una plusvalía del servicio de distribución ilícita, con lo cual se logra el objetivo de la alquimia, es decir, se la convierte en oro. Cuando vemos cómo se distribuye geográficamente la violencia del tráfico y quién se queda con el máximo de renta, resulta meridianamente clara la funcionalidad. No se toma en cuenta para nada la salud; eso es un pretexto, pero, en la realidad, a nadie le importa. La prohibición de la droga ha causado muchos más muertos por concentración de plomo que los que hubiese podido causar por sobredosis. Si alguien lo duda, que les pregunte a los mexicanos.