Si bien como país el fuerte de Uruguay es la exportación de productos -y principalmente, de alimentos-, hace un tiempo que los servicios vienen abriendo la cancha en el ranking de ventas externas y encontrándose con una limitación en la mano de obra disponible. Según Cabrera -que se basa “en cifras de la CUTI [Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información]”-, en el área de la tecnología hay unas 20.000 personas empleadas, de las cuales 13.000 son técnicos.

Esta falta de disponibilidad es lo que lleva a las empresas del sector a recurrir a empleados en el exterior. En el caso de Moove-it, más de 15% de su plantilla vive en otros países: dos personas en Colombia, tres en Argentina y cuatro en Estados Unidos, incluyendo a uno de los tres socios directores.

Si bien el ingeniero en sistemas afirmó que la empresa “no está comprometida” con el trabajo remoto, sostuvo que debió recurrir a esa modalidad porque “en Uruguay no da la oferta disponible”. “Además del obstáculo físico y el ancho de banda -no en términos de conectividad, sino de comunicación-, está la capacitación. La inducción -que es el proceso de preparación de una persona para que operativamente pueda hacer algo en la empresa- es de un mes, entonces sólo recurrimos al exterior buscando perfiles senior”, es decir, con al menos tres años de experiencia en el campo.

Pelea titánica

Otra de las consecuencias de la escasez de oferta es la “puja constante” que se genera entre las empresas por los empleados. “Acá los chicos reciben ofertas de empleo constantemente. Todos queremos contratar uruguayos, por un tema cultural, de arraigo o de lo que sea, entonces se da una pelea titánica entre las empresas por conquistar al trabajador, seducirlo y retenerlo, un problema bastante grave” en el sector, consideró.

A su vez, gran parte de la “reducida” oferta se emplea freelance, algo que para Cabrera es “un arma de doble filo”, ya que “en general se manejan en la informalidad, y cuando lo hacen formalmente, competimos con los sueldos que les pagan desde afuera, es decir, con un sueldo 80% mayor”, ya que las exportaciones de servicios en Uruguay tienen una exoneración total de Impuesto a las Rentas de las Actividades Económicas.

Pero también en la importación de talento hay obstáculos; en este caso, comerciales e instrumentales. “En Argentina es casi imposible contratar, por los inconvenientes de depósitos en este país, de retenciones impositivas y de tipo de cambio. En Paraguay pasa algo similar, al igual que en Chile”, explicó.

Afinidades blandas

En el marco del Día del Futuro, también se conversó acerca del trabajo en una empresa de esta nueva generación y del tipo de trabajador que aspiran a contratar. “Para nosotros lo más importante son las habilidades blandas: que humanamente la persona tenga ciertas afinidades con lo que nosotros hacemos, que sea un buen trabajador en equipo y tenga pasión por aprender cosas nuevas”, dijo. “No buscamos que sea un gurú tecnológico, pero sí que sea alguien curioso”.

Las 41 personas que trabajan en la oficina doble de Bulevar Artigas son, en promedio, hombres jóvenes, de entre 20 y 30 años. “Nosotros preferimos un equilibrio [entre géneros], pero la realidad es que cuando hacemos un llamado nos llegan muchos más currículums de hombres, y elegimos por idoneidad para el cargo, entonces es un tema probabilístico”, sostuvo Cabrera al ser consultado al respecto.

En cuanto al horario, sostiene que el horario “ideal” es de seis horas: “Probamos cuatro, pero no funciona, por un tema de productividad. Para nosotros no hay debate en que seis es el óptimo, pero tenemos empleados de ocho horas por un tema de compromiso, ya que al haber tan poca oferta laboral, el horario de ocho nos garantiza que se tiene exclusividad con Moove-it”, afirmó.

Ellos mismos definen su lugar de trabajo como “más informal que el promedio del mercado”, sin “estándares rígidos de vestimenta”, y dicen que hay varios espacios dedicados a la recreación y el entretenimiento, ya que para ellos “la comodidad es súper importante”. “Procuramos poner a disposición, dentro de lo posible, lo que los trabajadores nos soliciten, para que trabajen de la mejor manera, tanto en hardware como en software y también en cuestiones más cotidianas, como puede ser fruta, yerba, té, café, leche, entre otros. También tenemos un espacio los viernes en el que la empresa invita la comida y nos juntamos a compartir el almuerzo y a intercambiar conocimientos. Trabajamos con mucha flexibilidad, pero siempre de la mano de la confianza, si no, no funciona”, aseguró.

Sobre Moove-it

La empresa arrancó hace diez años y, desde entonces, cuenta con dos “fracasos” en su haber, contó el socio director de Tecnología, Martín Cabrera. “Empezamos dos socios, con tres principios: no trabajar para nadie, divertirnos y hacer cosas de calidad, porque en ese entonces pensábamos que con esto último era suficiente para ser exitosos. Sin embargo, nos encontramos, en nuestro primer intento, con obstáculos logísticos, y nos terminamos fundiendo. En una segunda oportunidad pegamos un volantazo y cambiamos de tecnología, hacia el lenguaje Ruby. Ya habíamos fracasado en logística y lo habíamos aprendido, pero volvimos a fallar, esta vez en el modelo de negocio: hicimos una aplicación -Falta Uno- para organizar partidos de fútbol, pero pretendíamos cobrar una comisión por alquilar una cancha y ahí nos fundimos de vuelta”, contó.

Hoy en día la empresa está enfocada en Estados Unidos, en trabajar para start-ups y construir productos para sus clientes, y no ya en desarrollar ideas propias, salvo que sean para la gestión interna. También abrió una oficina en Austin (Texas) que es una mezcla de hostel y cowork para start-ups, al encontrar un nicho en los servicios de alquiler, tanto de alojamiento como de trabajo, que “generalmente, son muy caros”, explicó.

En cuanto a sus clientes, Cabrera sostuvo que no se especializan “en ningún rubro en particular”, aunque explicó que sí tienen “filtros, que tienen que ver con una cuestión más de ética que de otra cosa”.