Se encuentran recién en la Plaza del Entrevero y le explican a una española que vive en Chile por qué están ahí. Ella se sorprende cuando escucha que es para repudiar la represión al pueblo mapuche en Argentina. “Acá estamos, al pie del cañón”, dice Héctor, “un viejo tupa”. La conversación va y viene. Daniel, otro de los que conversan, vive en La Matanza, en la provincia de Buenos Aires, que debe su nombre -de acuerdo a una de las tantas versiones que hay- a la resistencia de los pueblos originarios a la corona, o al asesinato en masa de indígenas. Héctor le explica a la española que la agresión a los pueblos originarios “viene desde dentro de la historia, pero se exacerba en este gobierno”, y que “hay una matriz en el gobierno de [Mauricio] Macri según la cual hay que darles como si fueran enemigos”. Héctor dice que la resistencia de esos pueblos lo conmueve, y cree que “Uruguay no dice nada”: “Oficialmente no habla. Y extraoficialmente le importa un carajo”.

En la charla también está Serrana, que dice que esto está pasando en Brasil, en Chile, en Paraguay, en todo el continente, y responde a una “nueva conquista”. Dice que “te pueden marear para donde vos quieras, y utilizar cualquier disfraz, pero este es un problema de clase”. Daniel está de acuerdo: “La situación es totalmente jodida, Macri va a arrasar con esos espacios. El tipo viene a hacer negocios para él y su familia. Lo que se le ponga adelante, lo va a hacer mierda”. En la marcha, numerosa, que ocupa algo más de una cuadra, hay banderas mapuches, suenan bocinas charrúas, y se canta “contra la represión, solidaridad y acción” y “la tierra no se vende, se defiende”. Frente a la puerta del consulado argentino se lee la proclama: “Las organizaciones indígenas del Uruguay manifestamos nuestra preocupación por el accionar extremadamente violento de las fuerzas de seguridad nacional y las autoridades policiales federales contra la comunidad mapuche Pu Lof en Resistencia de Chubut, Argentina”. Algún minuto antes, algunos manifestantes grafitearon las paredes, tiraron bombas de alquitrán, y la Policía trató de detenerlos, lo que fue evitado entre forcejeos. Mientras varios policías que habían quedado manchados de negro masticaban la rabia, tensos, y uno de ellos decía, para que se escuchara, que “siempre son los mismos”, se seguía leyendo la proclama: “Ese accionar recuerda las campañas militares de Julio Argentino Roca y Cornelio Saavedra contra la nación mapuche, y también la de Fructuoso Rivera contra la nación charrúa en el siglo XIX. Estas campañas son genocidios que ningún Estado de la región ha reconocido”. Lo alarmante es que estas prácticas se repitan en el siglo XXI, dicen. “Todas estas prácticas racistas y colonialistas responden a la visión territorial que tienen los estados de Argentina y Chile, que quieren desplazar a las comunidades de sus territorios ancestrales en la Patagonia para dar lugar a proyectos turísticos de carácter elitista internacional y abrir las puertas a multinacionales extractivas, a las forestales, la ganadería ovina, las represas hidroeléctricas, y la extracción de petróleo”. Pero “jamás podrán borrar el rostro indígena del sur”, gritan.

Mientras la gente se va desmovilizando, tranquila, Mónica Michelena, integrante del Consejo de la Nación Charrúa, dice: “Estamos acá defendiendo a los pueblos originarios del Abya Yala, de toda América Latina, y en particular al pueblo mapuche en Chubut, por la represión brutal de la que están siendo víctimas. Están reclamando su territorio ancestral, y esa es una lucha legítima. No son ningunos okupas, ellos son los verdaderos dueños de estas tierras y sus guardianes”. Empieza a lloviznar, pero Mónica ni se toca, sigue: “Este es el genocidio actual, el de las multinacionales, el de los agrotóxicos, el de las forestales que nos desplazan del territorio; eso es lo que hace Benetton con los mapuches en Chubut”. Dice que también marchan para visibilizar que “hay un pueblo charrúa que está de pie”: “Ya no tenemos vergüenza de reconocer nuestra identidad. Para el gobierno de Uruguay no existen pueblos indígenas, pero nosotros decimos acá estamos, nuestra identidad está acá, esto somos”. Héctor, el viejo tupa, dice que es minoritaria, “pero hay una gran resistencia en todos lados”.