Existen cuatro especies de butiá en el territorio uruguayo, la odorata en Rocha, la yatay en el litoral norte y, en menor medida, la paraguayensis y la lallemandi en Rivera. Pero el seminario que se realizó en el Centro Universitario Regional Este de la Udelar se centró en la situación de los dos grandes palmares de Rocha. La odorata es una palmera de entre ocho y diez metros con un tronco cilíndrico de aproximadamente 65 centímetros y un follaje de hojas de dos a tres metros curvadas en sus extremos (cada ejemplar tiene entre 20 y 22 hojas y cada año se renuevan de 12 a 14 hojas). Se calcula que en Uruguay hay unas 65.000 hectáreas cubiertas de palmeras de este tipo. Rivas, especialista en este tema y quien abrió el seminario, explicó a la diaria que en Rocha está “el palmar de Laguna Negra o llamado palmar de Castillos”, donde el problema “es la ganadería”, aunque “en los últimos años ha habido algo de expansión agrícola”, y que “el palmar que está al norte del departamento, sobre la ruta 19, es conocido como el palmar de San Luis, porque rodea a ese pueblo”. “Este palmar es más problemático, porque el cultivo arroz lleva varias décadas en esa zona, y, si bien se intenta no dañar las palmeras, con la maquinaria, con los agroquímicos que se pulverizan por avioneta y con la inundación de los campos, es muy difícil que se puedan regenerar individuos nuevos. Los coquitos caen al suelo, y si está por crecer el arroz o se está cultivando, el coquito ni siquiera va a nacer”, agregó Rivas. Según se estima, la edad de estos ejemplares de palmera es de 300 años. “Como no es un árbol, no le podés contar los anillos para saber la edad. No sabemos cuándo mueren. Es verdad que se nota que están viejas, porque ya no se reproducen tanto como una palma joven. Una palma joven da por año cuatro o cinco cachos y las más envejecidas producen bastante menos frutos y están más expuestas a rayos. A algunas las atacan insectos que las están matando. También por debilidad de las propias palmas son mucho más susceptibles a cualquier problema, entonces podemos pensar que dentro de 100 años pueden quedar muchas palmeras, pero también pueden morir muchísimas y juntas, ante cualquier evento climático o cualquier situación complicada”, afirmó. Los temporales recientes, que afectaron particularmente el departamento costero, preocupan a la investigadora.
Vaca profana
Rivas explicó que en el campo “siempre hay palmas pequeñitas, miles por todos lados, en pocos metros cuadrados”, pero el problema es que “cuando ellas nacen en un predio ganadero”, el sobrepastoreo del ganado “las termina matando de tanto consumirlas”. “En una situación de agricultura, el problema es que nazcan”, precisó, y dijo que en la Udelar están trabajando “más centrados en generar una metodología de pastoreo para la ganadería”. “Lo de la agricultura ya se vuelve de otra índole; hay que tomar otro tipo de decisiones. Con la investigación no podemos hacer nada”, dijo la ingeniera agrónoma. Agregó que lo único que ha pensado como idea para conservar el palmar de San Luis es que “las empresas arroceras, de forma privada, tuvieran algunos cientos de hectáreas destinadas a eso”.
Con respecto al palmar de Castillos, la idea es “trabajar con los productores ganaderos” para que “hagan una ganadería que permita la regeneración del palmar”. La iniciativa prevé además el desarrollo de los productos derivados del butiá, una industria que persiste en esa zona de Rocha, y asociarla con la ruta turística. “El palmar de Castillos tiene otras perspectivas de poderse conservar. Hay otras herramientas para que eso ocurra”, explicó.
“Estamos instalando un predio demostrativo en la casa de un productor para que los demás productores vean lo que se gana y lo que se pierde por hacer este tipo de pastoreo que permite la regeneración del palmar, pero se necesitan incentivos: cómo apoyan el gobierno, los ministerios, la Intendencia Departamental de Rocha [IDR] para que esto se difunda y a la vez se pueda seguir implementando”, agregó Rivas. Mencionó dos iniciativas de las autoridades: una convocatoria de la Agencia Nacional de Desarrollo Económico y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto para productores ganaderos que incluye como mérito la protección del palmar que cada uno tiene en su predio, y la posibilidad que otorga ahora la Dirección General Forestal del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) de que los productores puedan declarar como bosque nativo los palmares dentro de sus establecimientos. Eso “les brinda una serie de exoneraciones tributarias y está la idea de que esas exoneraciones tributarias estén atadas a la práctica conservacionista, y no sólo por tener un palmar”.
Valor agregado
En la zona de Castillos se recolecta el fruto de las palmeras, conocido también como butiá, desde hace décadas y con distintos fines. Se elaboran dulces y jaleas que se utilizan par aderezar carnes, licores, helados; se llegó a producir café a partir de las almendras que tienen adentro los coquitos, se hicieron quinchados con las hojas de palma y hasta llegó a haber una fábrica de crin vegetal también a partir de la hoja, con la que se elaboraban suelas de zapatillas, felpudos y se rellenaban colchones. Poco antes de arribar a Castillos desde el este por la ruta 9, la IDR instaló puestos de madera para que los productores de derivados del butiá los comercializaran. Los turistas brasileños son los principales compradores.
“Este territorio debe ser el más diverso de Uruguay, porque ahí tenés laguna, sierra, palmares, bañados, bosque serrano, hay de todo. En el seminario estuvieron tres microempresas presentando sus productos derivados del butiá. Cada vez tienen más calidad y una diversidad de productos, pero a la vez en ese territorio también hay horticultura, porotos, zapallos, maíz”, dijo Rivas. La idea de los técnicos y las autoridades es vincular con el turismo todos los productos del departamento, e incluso con la pesca de la almeja amarilla. “El butiá es como la proa, la especie emblemática, pero si uno quiere fortalecer ese territorio, está bueno apostar a su multifuncionalidad, que no todo sea vaca o butiá, sino que se vea como un territorio agrodiverso y sostenible, y atado al tema del patrimonio histórico”, concluyó.
Consultado por la diaria, el titular de la IDR, Aníbal Pereyra, coincidió en que el ganado no permite “el rebrote” de las palmeras. “En el único lugar donde ves que hay rebrote es hacia el norte de Rocha entre el alambrado y la ruta”, contó. El intendente reconoce que hay que lograr preservar los palmares, pero aclaró que “no es fácil decirle a un productor ganadero que deje una zona para que crezca el palmar. ¿Quién paga eso?, ¿cuánto sale? Te va a decir que necesita rentabilidad”. Planteó que es necesario buscar “mecanismos” que contemplen un equilibrio entre “el plato de guiso y el paisaje” y dijo que los controles, tanto de la IDR como del MGAP, han mejorado “en todos los aspectos”, incluso en “la extracción de la palmera para su venta”.