Desde México, Chile y Argentina llegaron educadores y académicos al VIII Encuentro de la Red Internacional de Huertos Escolares (RIHE), celebrado la semana pasada en la Facultad de Agronomía (Fagro) de la Universidad de la República. Además de talleres en esa sede, la agenda incluyó visitas a varios centros donde se trabaja en huertas, como las escuelas 309 de Santa Catalina, 145 y 290 de Lezica, los liceos de Paso de la Arena y Villa Colón, la Unidad Nº 6 de la cárcel de Punta de Rieles, una policlínica en Santa Catalina y el Jardín Botánico. Entre las novedades de este encuentro se destaca la fundación de una red integrada por las experiencias en huertos educativos en América del Sur, que según la declaración final “augura fructíferas cosechas en los próximos años y la hermandad de los pueblos americanos”.

Beatriz Bellenda, una de las coordinadoras del programa en el país, evaluó este encuentro como “muy enriquecedor” y destacó “la importancia de la interinstitucionalidad y del trabajo en redes”, así como “la base conceptual permanente de la agroecología”. Según la coordinadora, esto señala la necesidad de “seguir educando en ese camino para apoyar a la solución de temas como la exclusión social, la mala alimentación y los problemas ambientales”.

Los objetivos que buscaba la organización giraban en torno a tres ejes: “Primero, el intercambio de experiencias entre muchas personas que están tomando a la huerta educativa como herramienta didáctico-pedagógica. El segundo fue tratar de construir e ir avanzando en los conceptos de base como educación ambiental, soberanía alimentaria, integralidad de las acciones, investigación-acción-participación, educación nutricional, ideas que hacen crecer en la base conceptual. El tercer objetivo fue fortalecer el crecimiento de la RIHE, una organización que comenzó funcionando fundamentalmente en México y que hoy integra en Latinoamérica muchos países que están desarrollando esta alternativa”, explicó Bellenda a la diaria.

En los paneles centrales del encuentro expuso Juliana Merçon, de la Universidad Veracruzana de México, uno de los países latinoamericanos pioneros en huertas escolares. Allí planteó que en su país “hay varias redes ya consolidadas, en Chiapas, Veracruz y, principalmente, en la Ciudad de México, todas autofinanciadas y autogestionadas; las escuelas aportan el tiempo de los maestros y hay intercambios de semillas”.

Durante los tres días del encuentro hubo talleres prácticos, en los que los educadores, formadores, maestros y académicos que trabajan en investigación en estos temas pudieron compartir con los expertos a partir de la experiencia. Entre ellos se destacaron: “Susurros a la Madre Tierra. Sensibilización del vínculo con la huerta y la narrativa poética”; “Yuyos comestibles”; “Un horno de barro en cada escuela”, de la mano de especialistas uruguayos; “Biocurioseando en el huerto”, a cargo de expertos mexicanos, y “La huerta escolar, recursos didácticos”, dictado por docentes argentinos.

De la escuela a la mesa

Para Bellenda, el programa de huertas “no tiene techo”. Destacó que las actividades van mucho más allá del espacio escolar: “Trabajamos en varios centros: 15 escuelas, 20 liceos, cuatro espacios del programa Uruguay Crece Contigo, la cárcel de Punta de Rieles, y este año se sumó también un proyecto de FAO [Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, por su sigla en inglés] y el Sistema Nacional Integrado de Emergencias, con la Dirección General de Desarrollo Rural, que permite el trabajo en 35 escuelas rurales de seis departamentos”. Según Bellenda, los años de trabajo han permitido que las autoridades lo vean como una “herramienta de verdad, educativa en todos los sentidos”, que permite trabajar la generación de alimentos, el cuidado ambiental y el bienestar social.

Al cumplir los diez años, el programa pasó por un momento de crisis cuando la Intendencia de Montevideo (IM) dejó de financiarlo, pero se recuperó al recibir fondos del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) y el Ministerio de Educación y Cultura. “El tema presupuestal siempre está peligrando. De todas formas, nosotros creemos que es un momento para conversar con la IM, porque sabemos que está generando unos programas de reciclado de residuos orgánicos, donde las escuelas y el programa pueden ser una importante herramienta gracias a nuestro proyecto ‘De residuo a nutriente’, en el que todos los elementos orgánicos se compostan en las escuelas”, destacó la coordinadora.

En este momento hay 25 talleristas, entre todas las intervenciones que realiza el programa; son idóneos en distintas áreas, como productores agroecológicos o egresados de la Escuela Municipal de Jardinería. También trabajan estudiantes o egresados de la Fagro, algo que es “muy valioso para la formación, y por más que luego de recibidos se vayan a otras áreas, quedan sensibilizados en la temática y con la herramienta de la agroecología en la mano”, señaló Bellenda.

Las escuelas que participan en el programa son elegidas por el CEIP. La única condición que puso el programa es que sean seleccionadas entre aquellas que quieren participar. “La idea es que no sea una imposición”, comentó la coordinadora, quien señaló que “se deja bien claro en la escuela que la huerta es de todos, no del tallerista, y si él no está puede ser visitada por la maestra, para trabajar lo que quiera, y que no tiene por qué hacer más el famoso germinador en un algodón, porque en la huerta tiene la realidad misma”.