Recuerdo que cuando era niña, una de las tantas fábulas que pretendía enseñarnos a no mentir era la de aquel pastor que pidió socorro en varias oportunidades, burlándose de quienes acudían en su ayuda. Cuando el pastor efectivamente necesitó que lo socorrieran, fue ignorado y el lobo mató muchas ovejas. La moraleja es que “al que acostumbra mentir nadie le cree, aun cuando diga la verdad”. La semana pasada recordé este cuento en varias oportunidades. No tanto por la moraleja o la enseñanza en sí, sino por los sucesos ocurridos, que denotan cómo el patriarcado vive y lucha.
La sociedad uruguaya no se diferencia en mucho de otras a nivel mundial que naturalizan las relaciones de dominación basadas en las inequidades de género, generación, clase social y etnia, entre otras. Desde una visión patriarcal y adultocéntrica, han sido las niñas, los niños, los adolescentes y las mujeres quienes históricamente han visto violentados sus derechos y el ejercicio pleno de su ciudadanía.
En esta línea, resultan interesantes al menos dos documentos que echan luz sobre la violencia de género y generacional en Uruguay: Uno es la Primera Encuesta Nacional de prevalencia sobre violencia basada en género y generaciones, realizada por el Consejo Nacional Consultivo de Lucha contra la Violencia Doméstica (CNCLVD); otro, el Informe de gestión del Sistema Integral de Protección a la Infancia y a la Adolescencia contra la Violencia (SIPIAV) 2015. Respecto del primer documento, cabe señalar que se trata de la primera encuesta sobre violencia basada en género que se lleva adelante a nivel país “[…] lo cual permite medir la ‘cifra oculta’ sobre violencia, es decir, los hechos de violencia contra las mujeres que no son denunciados en ningún tipo de institución y por los cuales las mujeres no buscan asistencia en servicios especializados de atención” (CNCLVD, 2013: 9). La Encuesta Nacional de prevalencia sobre violencia basada en género y generaciones (VBG) arroja datos alarmantes: siete de cada diez mujeres de 15 años o más han vivido situaciones de violencia en algún momento de su vida; el pico más alto se encuentra en el tramo de edad de 19 a 29 años, en el que 78,2% de las mujeres vivieron algún tipo de VBG. El tipo de violencia que se evidencia con más frecuencia, ejercida por sus parejas o ex parejas, es la psicológica, seguida por la violencia patrimonial, física y sexual.
El documento del SIPIAV, por otra parte, señala el reciente reconocimiento de la violencia hacia niños, niñas y adolescentes como problema social que debe ser incluido en la agenda pública. El informe del SIPIAV se basa en las situaciones de violencia hacia niños, niñas y adolescentes registradas durante 2015. En cuanto al sexo, se visualizan brechas importantes en violencia doméstica, abuso y explotación sexual; son las niñas y las adolescentes las que están más expuestas a estas situaciones, y hay una prevalencia masculina de los agresores, ya sean padres, tíos, abuelos o parejas de la madre.
Otras expresiones de violencia de género que no queremos dejar de mencionar son las situaciones de explotación sexual comercial, la trata y el tráfico de personas, especialmente de niños, niñas, adolescentes y mujeres. Tampoco nos olvidemos de las 22 mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas en lo que va de 2017. Estos son datos de la realidad que denuncian algunas de las diversas violaciones de los derechos humanos en Uruguay.
Sucedió que la semana pasada se viralizaron en las redes sociales presuntos secuestros de un niño de cinco años y de una niña de dos, imágenes de camionetas de secuestradores, fotos de personas supuestamente desaparecidas, etcétera. De acuerdo con declaraciones del Ministerio del Interior, esas fotos fueron compartidas 150.000 veces en tan sólo siete horas, aunque no existió ningún secuestro de niños en esa zona (Villa García). Sin embargo, la alerta fue tal que los vecinos y vecinas hicieron tres cortes en la ruta 8.
Resulta curioso que luego, ante hechos reales de vulneración de derechos, demos vuelta la cara. Resulta curioso que haya personas que puedan inventar situaciones tan terribles como la desaparición de un niño, que hagan que la población sucumba en pánico. Resulta curioso que se distraiga al Ministerio del Interior con denuncias falsas, cuando están sucediendo hechos que son reales y alarmantes.
Llegados a este punto, volvemos al comienzo: “Al que acostumbra mentir, nadie le cree aun cuando diga la verdad”. Ojalá que la sociedad en su conjunto no permanezca indiferente cuando se denuncie una nueva desaparición; ojalá que no permanezca indiferente ante situaciones de explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes; ojalá que no permanezca indiferente ante un nuevo asesinato de una mujer a manos de su pareja o ex pareja; ojalá que la sociedad uruguaya se estremezca hasta el último hueso y corte las rutas nacionales cuando se entere de cualquier otra situación de violencia de género. Porque en este mundo patriarcal llevó siglos que este tema pudiera ser visualizado como uno de agenda pública y política.
Ana Laura Cafaro Mango | Magíster en Trabajo Social en la Facultad de Ciencias Sociales (FCS). Asistente del Área de Infancia y Familia del Departamento de Trabajo Social de la FCS.