Ayer de tarde, la Secretaría de Derechos Humanos de Presidencia de la República (SDH) organizó una mesa sobre la renta básica universal como “instrumento de desarrollo equitativo para sociedades del siglo XXI”. El evento tuvo lugar en la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República y se realizó en el marco de la Segunda Conferencia sobre Desarrollo Social de América Latina y el Caribe.

Nelson Villarreal, secretario de la SDH, abrió la mesa señalando que la discusión actual sobre la renta básica universal está ligada a cómo se comprende la “libertad real de las personas” y a cómo se distribuye “el capital acumulado por la humanidad”, y que esto posibilitaría el desarrollo y la innovación social y cultural de las personas de una forma más equitativa, ya que hoy existe una “desigualdad fuertísima”. Luego hizo un breve repaso por los antecedentes del concepto de renta básica y destacó al griego Pericles, que decía que “sólo es posible una democracia con ciudadanos que sean autónomos” y, por lo tanto, “la desigualdad atenta contra la democracia”.

Villarreal explicó que el filósofo y economista belga Philippe van Parijs plantea que debería existir la “libertad real” para todos, y que eso implica no solamente ser libres de no ser coaccionados sino también poder accionar “lo que queremos ser”, es decir, ser seres autónomos en el marco de un “liberalismo auténtico”. Para lograrlo se necesitarían tres condiciones: “Una estructura de derecho bien definida”, que “cada persona sea propietaria de sí misma”, y que tenga “la mayor oportunidad posible para hacer cualquier cosa que pudiera querer hacer”. Por lo tanto, el concepto de renta básica es “buscar el mayor ingreso incondicional para todos”. Por último, Villarreal señaló que la “cultura del trabajo” no debe estar acotada al empleo sino vinculada a la emancipación social, y que el trabajo “va más allá de la remuneración y la dependencia”.

Por otro lado, el economista mexicano Pablo Yanes, coordinador de Investigaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, dijo que en la actualidad hay un “renovado interés a escala mundial” por la renta básica universal, y que la primera oleada fuerte sucedió en Estados Unidos en la década del 60, cuando había altos niveles de redistribución y pleno empleo –masculino–, y, ante el impacto del desarrollo de la cibernética, se llegó a un nivel de inquietud por el empleo, “que hoy tiene dimensiones exponenciales a escala global”. “Hay un enorme debate de si la revolución tecnología en curso es un ciclo Schumpeter clásico, que a mediano y largo plazo va producir más empleos que los que va a destruir, es decir, destrucción creativa; o si estamos ante un proceso nuevo, en el que la destrucción de empleo va a ser mucho mayor que la creación, es decir, destrucción destructiva”, indicó, y agregó que hoy existe una puesta en marcha de planes pilotos sobre renta básica universal en países muy ricos como Finlandia y en países pobres como India.

Yanes destacó la importancia de contar con un ingreso mínimo ciudadano que “otorgue estabilidad social ante una inevitable transición hacia la robótica”, y que se debe discutir dentro del marco teórico de los derechos humanos “emergentes”. Parafraseando el título de aquel célebre cuento de Raymond Carver, dijo que es una buena oportunidad para discutir de qué hablamos cuando hablamos de derechos económicos, ya que estos siempre se reducen al derecho al empleo. “También está el derecho a la seguridad económica, y el concepto del ingreso ciudadano o la renta básica está muy pensado en la idea de construir un piso de seguridad para las personas con base en el criterio de certidumbre y oportunidad. Porque muchos de los programas de transferencias de ingresos son condicionados, transitorios o ex post –es decir, tú pierdes el empleo y después recibes un ingreso–, o puedes estar en un programa pero que continúes en él depende de la certificación del cumplimento de las condiciones”, explicó Yanes.

El especialista mexicano subrayó que la certidumbre es “fundamental para la organización social”, ya que, a su juicio, muchos de los fenómenos de ascenso al poder de fuerzas políticas racistas, xenófobas y que tienen aporofobia –miedo a los pobres– están relacionados con el miedo, la inseguridad y la incertidumbre. Luego detalló que el Ingreso Ciudadano Universal (ICU) requiere “universalidad, incondicionalidad, suficiencia, progresividad, certidumbre e individualidad”.

Al final, señaló que el ICU debe ser en efectivo, pero “no es fácil legitimar las transferencias monetarias más allá de los pobres merecedores”. “El ICU genera resistencias duras porque es perturbador y contracultural, porque rompe la maldición bíblica de ganar el pan con el sudor de la frente”, señaló Yanes. Por el contrario, el ICU “parte del supuesto de que todo ser humano tiene derecho al pan, independientemente de lo que haga y simplemente por existir”.