Me costó creerlo cuando me enteré de que, un día sí y al otro también, nazis uruguayos habían profanado el Memorial del Holocausto en nuestra rambla montevideana. Fui hasta allí a verlo y resultó ser cierto. Lo habían vuelto a enchastrar. También pude verificar que inmediatamente lo estaban limpiando.

El negacionismo del Holocausto es antisemitismo puro y duro. De los más viles, pues conceptualmente asesina a las víctimas una y otra vez. Bajo una tramposa fachada cuantitativa esconde la íntegra y miserable globalidad abyecta del nazismo. Y a pesar de que hace casi 100 años de que Adolf Hitler escribió Mi lucha, en 1924, y 72 años de que culminó la Segunda Guerra Mundial, hay temas que deben volver a esclarecerse.

El nazismo sostuvo la pseudo ciencia racial que proclamaba a un hombre ario superior frente al resto de subhumanos, cuyo mayor colectivo eran los judíos, a los que se endilgó un mítico común denominador de todos los males y se proclamó su exterminio. La Solución final, consagrada el 20 de enero de 1942 en el balneario alemán Wannsee, solicitada por Hermann Goering el 31 de julio de 1941, consistió en un plan de asesinato masivo de todos los judíos europeos. Una “solución genocida definitiva al ‘problema judío’ de los nazis”. Fue presidida por Reinhard Heydrich y el secretario de actas fue Adolf Eichman. Y acá nos detenemos para una importante consideración: de los 15 miembros nazis participantes en aquella macabra conferencia, ocho tenían títulos doctorales universitarios. (1) No es posible confundirlos con locos, ni sueltos ni solitarios, ni con burdos criminales. Aclarado esto, prosigamos con los postulados nazis. Los nazis pretendieron exterminar asimismo a los gitanos como pueblo. Pero también persiguieron hasta la detención, tortura, asesinato, confinación en campos de concentración y exterminio a comunistas, socialistas, socialdemócratas, homosexuales, honorables sacerdotes católicos y otros disidentes de su régimen. E incluyeron un concepto brutal, que fue la eugenesia. Los nazis aprobaron en una reunión de gabinete del 14 de julio de 1933: “[...] la Ley para la Prevención de Nacimientos de Individuos genéticamente enfermos, que ordenaba la esterilización de quienes sufrieran enfermedades cognitivas hereditarias, incluyendo la ceguera y [la] sordera. [Durante los cuatro años siguientes] entre 320.000 y 350.000 personas fueron esterilizadas en Alemania, sin el consentimiento de ellas mismas o [de] sus familias”. (2)

La lista de perseguidos era más amplia aun. El 1º de mayo de 1933, el régimen nazi nucleó a más de “un millón de trabajadores, empleados, jóvenes, agrupados junto a columnas de 50.000 obreros que marchaban en bloques numerados del I al IX, [bajo] consignas de ‘pertenencia nacional’ en vez del lenguaje de la lucha de clases”. La incomodidad de muchos de los participantes no pudo imagina que “dicha trampa mortal, [conllevaría a que] al otro día, 2 de mayo, los nazis invadieron físicamente los edificios de las organizaciones sindicales socialistas y las suprimieron”. (3)

A fuerza de síntesis austera, pretendemos explicar que todo eso convalidan estos nazis uruguayos negacionistas. Son la expresión del odio y de la mayor discriminación imaginable, de una exclusión “total”, además de su furibundo antisemitismo. Por ello, somos múltiples los colectivos que debemos alzar la voz de condena a estas atrocidades cometidas estos días en nuestra Montevideo.

No se trata sólo de un tema judío: involucra a todos los estratos de la sociedad sana de Uruguay.

Roberto Cyjon

(1). Ver: Rees, Laurence (2005), Auschwitz. Los nazis y la Solución Final. Barcelona: Crítica, pp. 132-135.

(2). Ver: Cornwell, John (1999), El papa de Hitler. Buenos Aires: Planeta, p.177.

(3). Ver: Fritzsche, Peter (2006), De alemanes a nazis 1914-1933. Buenos Aires: Siglo XXI, pp.210-215.