Hace unas semanas presentamos aquí los datos resumidos de la implementación de una renta básica (RB) que llegara a todas las personas menores de 18 años. Si bien se trabajó con el supuesto de una RB de valor de 2.000 pesos, el ejercicio permite orientar la discusión del impacto que esta tiene sobre la pobreza y la indigencia, así como su costo fiscal. En esta segunda parte presentamos el segundo escenario mencionado: el de una RB universal (RBU) con valores diferenciados según la edad.

Importa volver a destacar que los datos surgen del trabajo de análisis que llevó a cabo el equipo del Simulador de Políticas Públicas de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, elaborado a fines de junio a partir de escenarios establecidos previamente.

Escenario B

RBU con montos variables de acuerdo a la generación de ingresos por tramo de edad. A diferencia del escenario A, en el que se realizaron cortes etarios de acuerdo a las características más distintivas de la pobreza en Uruguay –como su fuerte incidencia entre los niños y jóvenes–, en este caso tomamos como eje la capacidad de generar ingresos propios en el transcurso de la vida. Así, se procuró pensar una RBU que de alguna forma responda a esa “capacidad”, para poder repartir mejor los recursos disponibles a asignar. Esta relación se observa en el Gráfico 1.

Factores de ingresos laborales y de Renta Básica por tramo de edad

Recordemos que el escenario B supone una RBU cuyos valores son de 3.000 pesos para los menores de 18 años, de 1.500 para quienes tienen entre 18 y 44 años, de 1.000 para quienes tienen entre 44 y 64, y de 2.000 para los mayores de 65 años.

Resultados obtenidos

Al incorporar a toda la población, es evidente que el impacto de la RBU sobre la pobreza y la indigencia es mayor a la del escenario A.

Los impactos por decil son diferentes y siguen siendo progresivos: para el primer decil de ingresos el monto promedio de ingreso por RBU por persona es de 2.304 pesos y representa una tasa media de incremento de 49,51% con respecto al escenario sin RB. Por su parte, para el último decil de ingresos la tasa media de incremento es de 2,99%.

En cuanto a los impactos sobre la pobreza, aun considerando el “bajo valor monetario” de la RBU, es muy significativo: la reduce de 9,68% a 3,10% y hace desaparecer prácticamente la indigencia, que queda en 0,01%.

Si la variable a considerar es la desigualdad, esta pasaría de 0,38 a 0,34 de acuerdo al índice de Gini.

Tomando en cuenta el impacto por tramo de edad, mientras que la pobreza cae de 21,25% a 6,97% en el tramo de hasta cuatro años, en el tramo de mayores de 65 lo hace de 1,63% a 0,46%. Sin duda, cabe resaltar el gran impacto en la reducción de la pobreza en la primera infancia, con lo que se logra uno de los principales objetivos de esta política, considerando que es una de las grandes deudas que persisten.

Por último, el costo fiscal de una RBU de este tipo sería de 5,67 puntos del Producto Interno Bruto (PIB) de 2014 y es el valor más alto de los escenarios estudiados. Como se dijo anteriormente, una RBU de este tipo no tiene por qué implicar una disminución de las políticas sociales existentes. De todas formas, el peso de las transferencias asociadas a las políticas sociales equivale a medio punto del PIB, aproximadamente. Esto no quita la importancia de un análisis global de las prestaciones existentes.

Eliminando transferencias

Una de las principales críticas, serias o caricaturescas, a la aplicación de una RBU, está asociada a su costo. Por eso hay que ser conscientes de la realidad en la que se piensa plantear, tanto por la posibilidad real de su implementación como por la seriedad del debate que implica una política de este tipo.

También en este caso los subescenarios que buscan disminuir el costo de implementación tienen impactos diferenciados. Se presenta aquí el caso del subescenario de mayor “ahorro”. De esta forma, al escenario B se le aplican los siguientes cambios: se eliminan las Asignaciones, la Tarjeta Uruguay Social y las deducciones por hijos menores de edad al Impuesto a la Renta de las Personas Físicas, y se elimina la pensión a la vejez, mientras que se grava toda la RB otorgada (tanto a contribuyentes como a los menores de edad) y se elimina la devolución de aportes al Fonasa. Llamemos B1 a este nuevo escenario.

En esta simulación, el ingreso aumenta para 98% de las personas y 97% de los hogares, en tanto disminuye para 1,7% de las personas y 2,5% de hogares. Los montos netos son de 1.739 pesos para el primer decil y de 1.014 para el último decil, con una variación de la tasa de incremento de 37,37% y de 1,84%, respectivamente. Claramente, los impactos son menores que los del escenario B.

En el aspecto fiscal, este escenario tiene un costo neto de 4,71 puntos del PIB, una reducción de más de un punto con respecto al escenario B “puro”, considerando en particular que las devoluciones de Fonasa implican 0,15% del PIB.

El Cuadro 1 resume lo que se dijo hasta aquí.

Cuadro 1

Para finalizar este aporte sobre posibles impactos de diferentes opciones de RB en Uruguay presentamos el Gráfico 2, que permite ver fácilmente los efectos sobre la pobreza de los distintos escenarios presentados en estas notas.

Porcentaje de incidencia de la pobreza por edad

Abriendo la cancha para más debate

El escenario de los últimos años ha sido el de crecimiento económico con distribución. Poco a poco, vamos observando que se hace cada vez más necesario pensar más ambiciosamente para mejorar la redistribución y las estrategias posibles. La academia en Uruguay viene consolidando aportes importantes para esta discusión, que ha costado mucho tiempo volver a instalar como un tema digno de atención. La desigualdad se nos planta como el principal problema a enfrentar en nuestras sociedades. También la apropiación de los resultados sociales en los últimos años en el país tiene desempeños diferentes según edad, sexo, raza o territorio.

Hay caminos para avanzar desde la política pública y, como cualquier opción, la RB no está exenta de críticas razonables, incluso de la posibilidad de que otros instrumentos puedan tener mejores resultados. Pero lo que es seguro es que no se trata sólo de un tema de diseño de la política o del costo –que es realmente significativo en el debate–, sino que es necesario salir a convencer de que la batalla contra la pobreza y las desigualdades no se detiene en lo ya realizado ni en las iguales oportunidades. Es una tarea que nos corresponde como integrantes de la misma comunidad y nos obliga a reconocer que puede haber diferencias incluso basadas en nuestro esfuerzo, pero las desigualdades persistentes en la sociedad poco dependen del factor individual.

Como se sabe, en el mundo casi la totalidad de los que nacen ricos morirán siéndolo, sin importar cuán haraganes sean, y lo mismo sucede con los más pobres, sin importar su esfuerzo o talento.

Estamos obligados a enfrentar el hecho de que, a medida que la economía individual mejora, aumenta la tolerancia hacia algunas de las desigualdades, e incluso hacia la pobreza.

La discusión sobre una RB es muchas discusiones a la vez. Tiene que ver con los valores que se entienden favorables a una vida en común, al tipo de sociedad a construir, a la concepción de la naturaleza y el origen de las desigualdades, de las herramientas más eficaces para combatirlas, etcétera. No es sólo el monto. Los desafíos que nos pone la revolución tecnológica en ciernes ayudan a perder el miedo de pensar en grande los cambios necesarios.

Que la educación sea para todos, o que la salud sea un derecho, o que el voto sea universal, parecieron aventuras en su momento. Debemos emprender la aventura de hacer intolerables en nuestra sociedad la pobreza y las desigualdades. Es el desafío de la época.

Pablo Álvarez