El último partido de las Eliminatorias significó para Uruguay el broche de oro para asegurarse su tercera participación consecutiva en las fases finales de los Mundiales bajo la égida de Óscar Washington Tabárez y su “Proyecto de institucionalización de los procesos de selecciones nacionales y de la formación de sus futbolistas”. Los celestes, con una alineación impensada un tiempo atrás, pero soñada, por el estilo, el modelo y la fuerza joven de medio equipo, no sólo derrotaron con claridad a Bolivia, sino que consiguieron con clase y convencimiento el pase a Rusia.

Con un equipo que nuevamente alineó a 11 futbolistas salidos de las selecciones juveniles, Tabárez, en elección y consejo, promovió un juego de mucha posesión, toque, seguridad y ofensiva que coronó la clasificación.

“Esta gente, la que va al estadio es la gente que siempre nos ha dado para adelante. Siempre. Nosotros lo tenemos claro. Esta gente vino a competir.”

Y ahí estamos. Nosotros, la gente, emocionados, alegres, seguros, llenos. Desde 1989, cuando en aquel partido con Perú en el Centenario, también dirigidos por el Maestro Tabárez, el dicente de la cita que antecede, clasificamos por última vez de manera directa y sin repechaje a la fase final de un Mundial, el de Italia 1990, en aquel caso; nunca habíamos concretado nuestro pasaje a una fase final con tal anticipación.

Y lo festejamos.

Festejamos a esta selección, a estos jugadores, estos técnicos, estos médicos, estos fisioterapeutas, estos utileros, estos asistentes, pero festejamos a la selección, festejamos a la celeste, el camino que tiene su kilómetro 0 en marzo de 2006, festejamos las clasificaciones anteriores, la secuencia de fases finales.

Festejamos el trabajo, la seriedad, el compromiso, el respeto. Festejamos las ideas y su ejecución, las dudas y las certezas, los callos y las cicatrices. Festejamos, si es eso lo que festejamos, aquel fajo de fotocopias en un carpetín azul cuya carátula rezaba: “Institucionalización de los procesos de selecciones nacionales y de la formación de sus futbolistas”.

Dos años y dos días, 733 días, 18 partidos en diez países, diez ciudades, no más de 20 prácticas de fútbol, lluvia, sol, calor, frío, humedad, altura, esperanza, convicción, planes, proyectos, experiencia, madurez, certezas, dudas, ganas y mucho, mucho compromiso.

Todo desembocó en la enorme alegría de la ansiada clasificación a la fase final del Mundial, en el visado para Rusia 2018. Ahí llegarán 23 futbolistas, pero el camino lo desbrozaron 46 jugadores convocados a lo largo de las diez citaciones realizadas por el cuerpo técnico: Fernando Muslera, Martín Cáceres, José María Giménez, Diego Godín, Gastón Silva, Federico Valverde, Matías Vecino, Rodrigo Bentancur, Giorgian de Arrascaeta, Edinson Cavani, Luis Suárez; Martín Silva, Martín Campaña, Sebastián Coates, Maximiliano Pereira, Mauricio Lemos, Mathías Corujo, Cristian Rodríguez, Egidio Arévalo Ríos, Nicolás Lodeiro, Álvaro González, Carlos Sánchez, Jonathan Urretaviscaya, Gastón Pereiro, Cristhian Stuani, Maximiliano Gómez, Nahitan Nández, Álvaro Pereira, Diego Rolan, Abel Hernández, Jorge Fucile, Mauricio Victorino, Diego Laxalt, Gastón Ramírez, Michael Santos, Camilo Mayada, Gastón Guruceaga, Esteban Conde, Braian Lozano, Jonathan Rodríguez, Emiliano Velázquez, Guillermo Varela, Federico Ricca, Diego Polenta, Sebastián Fernández.

Ellos y muchos más, cuyos nombres se escaparon de las reservas, son nuestro héroes celestes.

Cortá con tanta dulzura

Antes del partido, Tabárez nos entregó el guion del juego: “El fútbol es así, y por sus características el fútbol mundial es parejo, da sorpresas. Eso hace que ya, de por sí, una Eliminatoria sea muy difícil y tenga un clima emocional muy alto, muy alto. Se defiende a las selecciones buscando la posibilidad de ir a la mayor vidriera que hay en el fútbol, que son los Mundiales. Eso no sólo lo quieren los planteles, los entrenadores, los dirigentes, sino toda una nación, y entonces siempre son un objetivo en sí mismo. Que pasen estas cosas debería considerarse normal; muchas veces, los bajones y las irregularidades en la competencia deben tratar de solucionarse en un clima pesado. No se entienden razones. [...] Las Eliminatorias son campeonatos muy especiales: son los más largos, muy tensionantes, muy difíciles. Todos los partidos son una oportunidad de ganar puntos”. Contó Tabárez que antes de comenzar las Eliminatorias, cuando se jugaban los amistosos en Panamá y Costa Rica, les dijo a sus futbolistas: “Una Eliminatoria se gana con puntos. Tenemos que ser prácticos, tener pensamiento positivo e ir a buscar los puntos”.

El comienzo del partido no pudo ser mejor. Una sucesión de toques de los que esperábamos con esta alineación terminó en una repentización de Luis Suárez que sacaron apenas. Fue Luis el que sacó un chutazo contra el caño que salvó el arquero boliviano. Fueron unos preciosos minutos que entusiasmaron desde todo punto de vista. La pelota limpia, sacada de atrás, era una maravilla, siempre buscando el pase extra, el hueco para que corrieran, las bandas bien abiertas. Fueron 20 minutos de toque y más toque, tratando de eludir la posición defensiva de Bolivia.

En el minuto 23, en una jugada absolutamente perdida, una combinación de Marcelo Martins con Alejandro Chumacero terminó en el gol boliviano, que cambiaría todo. Doble rebote entre Diego Godín y Gastón Silva, y a buscarla al fondo de la red. Pero todos sabemos que hay baldes de agua helada que te remueven hasta la última gota de sangre. Y chau. Ya vendrían nuestros goles.

Siguieron los toques y más toques, así como la propuesta inteligente, convencidos los jugadores de lo que estaban haciendo. Finalmente, llegó el empate cuando en el minuto 38 le quedó a Gastón Silva a la entrada del área y el Pelado Martín Cáceres finalizó el remate y la mandó guardar.

Apenas un par de minutos después, otra jugada de mucho toque, de posesión plena, de actividad ofensiva, generó el segundo gol celeste. Gastón Silva le metió un centro medido a Edinson Cavani, que puso un cabezazo que venció inexorablemente al meta boliviano.

El primer tiempo terminó como debía terminar, con el que debía terminar ganando, y ganando bien. Uruguay jugó de manera prolija y ordenada, con una capacidad de toque y posesión segura de pelota como no estamos acostumbrados a ver. Todos los futbolistas –la línea de cuatro, la media cancha– buscaban la seguridad del trato de pelota, al tiempo que miraban el arco boliviano.

Era casi increíble apreciar aquel colectivo con tan buen pie, despliegue y madurez de ideas en el trato de pelota.

LQQD

La segunda parte empezó con las mismas características, pero Bolivia trataba de llegar un poco más. El mismo buen juego, el mismo trato de pelota y la misma acción fieramente ofensiva. Lo que estábamos esperando sucedió: casi en el cuarto de hora del segundo tiempo llegó el gol de Luisito Suárez. Después de una jugada maravillosa, que permitió una combinación final exquisita para que el goleador salteño gritara la anotación que lo convertía en goleador histórico de las Eliminatorias. Y a los 30 minutos llegó el segundo de Luis, el cuarto celeste, tras una combinación a la antigua con Cristian Cebolla Rodríguez, que entró en la segunda parte, galopando a sus anchas por la banda izquierda.

Si quieren les cuento que Godín quiso despejar una pelota boliviana pero se la peinó a Fernando Muslera y puso el 4-2. Pero en realidad, lo que hay para contar, para pensar y hasta para filosofar es cómo una idea, una organización, mucho trabajo, idoneidad en cada uno de los roles y un valor inalienable de los orientales –el de crecer por medio del fútbol– comprobaron casi científicamente que la idea, el temple, la calidad y el esfuerzo de Tabárez y su equipo han sido el faro de este innegable renacimiento del fútbol uruguayo.

¡Uruguay nomá!

¿Cómo se pide agua caliente en ruso?