La formación terciaria en computación en Uruguay tiene su origen en la carrera de Computador Universitario, de tres años de duración, creada en 1968. Posteriormente surgen los títulos de Ingeniería de Sistemas (Plan 1974), Ingeniería en Computación (Plan 1987) e Ingeniería en Computación (Plan 1997). La carrera tiene una duración de 450 créditos, equivalente a cinco años de un estudiante con dedicación completa y, al igual que los planes anteriores, otorga el título intermedio de Analista en Computación (270 créditos, tres años). El plan de estudios vigente cumplió 20 años, algo que demuestra que se definió de una forma suficientemente flexible como para adaptarse a los nuevos tiempos; sin embargo, necesariamente debe ser revisado para la formación de profesionales e investigadores en computación en la era de la analítica de datos, los sistemas distribuidos, la ubicuidad, y el cómputo fuera de los sistemas tradicionales, con código corriendo en teléfonos, automóviles, lamparitas y robots, entre otra miríada de dispositivos.
En los últimos años se ha hecho un primer ensayo de adaptación, con la Licenciatura en Computación (Plan 2012), una carrera de 360 créditos (cuatro años) que ya cuenta con sus primeros egresados. Esta carrera incorpora fuertemente los perfiles de formación, existiendo en la actualidad los de Computación Confiable, Redes de Computadoras, Investigación Operativa, Sistemas de Información, Ingeniería de Software e Inteligencia Artificial. Esta diversidad refleja las necesidades del mercado de trabajo y el desarrollo de varias áreas de investigación en la comunidad docente de computación, fruto de una actividad persistente de formación de posgrados que comenzó en 1988 con el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba) y que tuvo sus primeros egresados de la Maestría en Informática en 1992. Hoy el Instituto de Computación de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República (Udelar), pilar de la formación en el área, cuenta con aproximadamente 50 magísters y 40 doctores en su cuerpo docente, es decir, la mitad de la plantilla (y con muchos docentes más en formación de posgrado). El total de egresados del Pedeciba Informática es de 100 magísters y 25 doctores, lo que pone en evidencia que muchos docentes hicimos el posgrado en el exterior, fundamentalmente entre 1985 y 2005.
Un ecosistema
Existe además la carrera de Tecnólogo en Informática, que dicta en conjunto la Udelar con UTU-Consejo de Educación Técnico Profesional, con sedes en Maldonado, Montevideo, Paysandú y San José; los egresados de esta carrera pueden continuar sus estudios en Ingeniería en Computación. Y la Universidad Tecnológica ofrece la Tecnicatura en Tecnologías de la Información, que por el momento no se articula con el resto de las carreras.
El panorama de carreras de grado en computación se completa con el Profesorado en Informática ofrecido por el Consejo de Formación en Educación, con sedes en Montevideo, Colonia, Maldonado y Salto.
Tenemos, por lo tanto, un ecosistema de formación de profesionales compuesto por tecnólogos, licenciados e ingenieros, y, en paralelo, una formación docente específica. Todos estos perfiles tienen cabida en el mercado laboral, que incluye empresas públicas y privadas, la investigación y la docencia. Los ingenieros, debido a la formación superior, son naturalmente los que asumen mayores responsabilidades. Los licenciados aportan capacidades técnicas específicas (y algunos de ellos siguen la carrera de investigador y/o docente), mientras que los tecnólogos y analistas forman la base técnica de los equipos de trabajo. Por lo tanto, es esperable que los tecnólogos sean los titulados más numerosos, mientras que la cantidad de egresados ingenieros y licenciados será más moderada. Es importante notar que existen mecanismos de pasaje entre carreras, de modo que ningún egresado queda “confinado” a su titulación y puede aspirar a continuar con su formación.
En este punto es importante considerar el rol de los posgraduados en este ecosistema. Las maestrías y especializaciones profesionales han aportado la formación profesional a nivel de posgrado a los ingenieros, y es la función fundamental que seguirán cumpliendo. Las maestrías académicas tienen un par de casos diferenciados: por un lado, es un requisito para iniciar la carrera docente, es decir, para poder aspirar a ser profesor adjunto (grado 3) de la Udelar y, desde el punto de vista laboral, no parece haber distinciones entre un ingeniero y un magíster, ya que se lo considera “posgrado en formación”. En efecto, en casi todos los casos la maestría académica es un paso en la formación de doctorado.
El papel de los doctores
Consideremos ahora el rol de los doctores en el ecosistema. Hasta ahora han desempeñado fundamentalmente un rol académico-docente, como investigadores reconocidos (en particular, miembros del Pedeciba Informática y el Sistema Nacional de Investigadores) y formadores de investigadores y docentes, desempeñándose fundamentalmente en el ámbito académico, en particular, en la Udelar. El crecimiento del país y de la incidencia de la informática en los procesos productivos determina que sea necesario generar conocimiento sistemático e innovador a nivel empresarial, y los doctores son idóneos para liderar este proceso. También es necesario generar procesos innovadores en las empresas del Estado, y en este ámbito los doctores también están llamados a ser parte fundamental del proceso. Hasta el momento las empresas han sido reacias a emplear doctores, aunque en los últimos años diversos instrumentos de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación están contribuyendo a fomentar estas contrataciones de personal calificado, a niveles de maestría, doctorado y posdoctorado. Estas políticas de incentivos, sumadas al crecimiento real de egresados del programa de doctorado del Pedeciba Informática, permiten prefigurar un panorama en el que el PhD no tiene como destino único la academia, sino que también pasa a formar parte del ecosistema desde las empresas.
En este ámbito, su función es la de liderar equipos de I+D+i que trabajan con los equipos de ingeniería, buscando soluciones innovadoras y prototipos que eventualmente van a pasar a producción. Es función de los PhD liderar la formulación de proyectos de investigación en el ámbito empresarial, y formular propuestas a llamados de fondos concursables. Asimismo, el PhD es vital en la formación de una cultura de la innovación, en la que se debe admitir el fracaso de muchas ideas para que alguna(s) lleguen a buen puerto, sin estar atados directamente a la clásica dinámica empresarial del costo-beneficio.
La fuerza del mercado laboral
Para completar el panorama es necesario referirse a un tema polémico: la relación ingreso/egreso. En ingeniería en computación ingresan, en promedio, 700 estudiantes por año, y egresan 150. Lamentablemente, la mitad de los que ingresan a la carrera desertan en los primeros dos años; por lo tanto, debemos considerar un ingreso efectivo de alrededor de 350 estudiantes. Ya me referiré a estas deserciones, pero mientras tanto cabe preguntarse dónde están los 200 estudiantes que faltan. La respuesta es que están realizando alguna actividad de la carrera esporádicamente, y que eventualmente van a egresar. Esto se refleja en que tenemos más de 4.000 estudiantes activos y que hay casos de hasta 19 años de duración de la carrera, con un promedio de aproximadamente nueve años. Este “embalse” de estudiantes se explica porque la enorme mayoría ingresa al mercado laboral en etapas tempranas de la carrera, dada la necesidad de recursos humanos que tiene la industria del software. Esto recorta inevitablemente la dedicación de los estudiantes a la carrera, que se ha ido convirtiendo para la mayoría de los estudiantes en una carrera a distancia, con presencialidad reducida casi exclusivamente a las actividades de evaluación.
Es imperioso lograr incentivos para retrasar el ingreso al mercado de trabajo, que promueva una actividad curricular más presencial y baje sustancialmente los tiempos y aumente la tasa de egreso. Una parte de la respuesta son las becas para estudios de grado; la Udelar promovió un aumento significativo de estas, que lamentablemente fue rechazado en la discusión presupuestal. Otras respuestas posibles implican acuerdos con los empleadores, y, como se mencionó anteriormente, ensanchar la base de la pirámide tecnólogo, licenciado, ingeniero.
En cuanto al problema de la deserción estudiantil, la realidad es que los primeros años de la carrera constituyen, para una parte importante de los estudiantes, un larguísimo examen de ingreso, que determina que muchos abandonen por no poder superar estas primeras etapas de formación. Se han planteado muchas propuestas para atacar este problema, que incluyen incorporar formación de tipo propedéutico (formación preuniversitaria de adaptación) y bajar contenidos técnicos de las carreras a los primeros años, entre otras.
En crecimiento
Volviendo al comienzo, durante 2017 hemos discutido los aspectos académicos de la formación, tratando de tener en cuenta el núcleo común de formación de grado (licenciatura, ingeniería), con la mira puesta en iniciar un proceso de aprobación en 2018, y comenzar la implementación en 2019-2020 del nuevo plan de estudios. Resulta evidente que además de la evolución curricular, los nuevos planes de estudio deben tener en cuenta estos otros aspectos reseñados, y que el país debe repensar la asignación de recursos para la formación en computación, teniendo en cuenta que es una industria en crecimiento con demanda constante de recursos humanos.
Eduardo Grampín | Profesor titular del Instituto de Computación de la Facultad de Ingeniería (Udelar), director de la carrera de Computación.