Mar Antártico 1227, a una cuadra de la rambla, allá por Punta Gorda. Es la dirección en donde se levanta la casa del ingeniero Eladio Dieste –quien cumpliría 100 años el 1º de diciembre–, célebre por la técnica estructural de la cerámica armada, gracias a la cual construía techos abovedados con ladrillos; por supuesto, su hogar no fue la excepción. “Esta casa se encuentra hoy en la oferta del mercado inmobiliario local y corre los riesgos propios de todo cambio de propietario y sus posibles ‘innovaciones’ personales, aun cuando ha sido declarada Monumento Histórico Nacional”, advierte una carta firmada por varias personalidades de la cultura, como Fernando Cabrera, Mario Delgado Aparaín, Juan Grompone y María Noel Riccetto, entre otros.

Los firmantes indican que Uruguay se propuso elevar a la Lista de Patrimonio Mundial de UNESCO “los edificios más representativos” del sistema estructural de cerámica armada de Dieste, y su casa integrará esa lista, ya que representa una “obra de notable importancia en el patrimonio moderno local y ejemplo insustituible de su modo de hacer y pensar”. “Su condición singular parece exigir, pues, un paso más: su expropiación y tutela por parte del Estado, a efectos de consagrar su uso a un programa razonable y compatible con su enorme valor cultural”, agrega la carta. Por último, los firmantes solicitan “al Ministerio de Educación y Cultura que garantice la integridad y autenticidad” –dos aspectos que son “indispensables para su integración” a la Lista de Patrimonio Mundial de UNESCO– de la casa, “mediante su compra a través de los mecanismos administrativos pertinentes”.

La arquitecta Laura Alemán, también firmante y una de las impulsoras de la iniciativa, señaló a la diaria que si bien la casa está declarada Monumento Histórico –lo que implica que quienes la compren la deben conservar en las mismas condiciones–, eso es “difícil de controlar”. “Depende mucho de quién la compre. Queda un poco librado a la sensibilidad y el conocimiento que tenga el propietario. Si la compra alguien que sabe lo que está comprando y tiene algún vínculo afectivo con la casa, es una cosa, pero alguien la puede comprar simplemente porque quiere tener una casa en Punta Gorda con un buen jardín”, indicó la arquitecta.

Además, señaló que es importante conservar la casa, ya que “condensa de modo emblemático algunos criterios proyectuales del autor”, que son “las claves de su modo de pensar y hacer arquitectura”. Los aspectos que destacó la especialista son “la simbiosis entre la dimensión técnica y la estética, de modo que el propio sistema constructivo deriva en una clara apuesta formal o plástica”, y la “claridad espacial y funcional, lo que incluye el diseño del vínculo con el espacio exterior y su equipamiento vegetal”. Sobre este punto, Alemán explicó que en el exterior de la casa se plantaron determinados árboles para que en cualquier época del año haya flores. El último punto que destacó la arquitecta es “una eminente postura ética, que supone economía formal, ajustado uso de los recursos y ausencia de gestos gratuitos o arbitrarios”.

Por último, Alemán dijo que la iniciativa no quedará en esta carta, y que van a seguir insistiendo con varias solicitudes de este tipo, por ejemplo, desde el Instituto de Historia de la Arquitectura de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República. El ingeniero Juan Grompone, por su parte, dijo a la diaria que hay varias razones que confluyen para tratar de conservar la casa de Dieste. Por ejemplo, para administrar el patrimonio del célebre ingeniero, que está disperso a lo largo del país, sería razonable tener una sede, y la finca de Mar Antártico “es la única obra que realmente es una casa-vivienda” y está “en un muy buen punto geográfico”, por lo tanto, “podría ser muy adecuada para ser la sede administradora de todo el patrimonio, en caso de ser nombrada Patrimonio de la Humanidad”, indicó Grompone.

El ingeniero agregó que la casa, aparte de condensar los criterios estéticos de su autor, es uno de los primeros lugares en los que se ensayó la estructura de bóvedas autoportantes. Es decir que, a su juicio, “desde el punto de vista de la ingeniería también tiene un interés histórico importante”.