El fin de 2017 fue terrible para los Young, la más ilustre familia del rock australiano (o escocés, si se considera el origen natal de sus integrantes). En octubre falleció George, el primero de los siete hermanos que se había dedicado a la música, con la exitosa banda pop The Easybeats, y quien había ayudado a los dos más pequeños –Malcolm y Angus– a formar la banda más exitosa que haya salido nunca de Australia: AC/DC. Menos de un mes después, llegó este sábado la noticia de que también había fallecido Malcolm, guitarrista rítmico, fundador y, para muchos, líder de ese grupo, a pesar de su temperamento en apariencia retraído y su rol musical sutil.

Los hermanos Young –al menos los dos que terminaron empuñando las guitarras en AC/DC– se parecían en la fealdad amable de sus rostros, la minúscula estatura y el gusto por el volumen, pero en otros aspectos eran tan opuestos como complementarios. Mientras que Angus se encargaba de todos los solos, los riffs más fraseados y el despliegue físico de eterno adolescente poseído sobre el escenario, Malcolm mantenía un deliberado bajo perfil y permanecía –al igual que el bajista Cliff Williams– en el fondo del escenario, marcando el ritmo con el torso y sin desplazarse más de un par de pasos para aproximarse a su micrófono a cantar algún coro. Pero sostenía un pulso rítmico constante en su Gretsch Jetbird (una guitarra grande que en su pequeña persona parecía enorme), mediante acordes simples y abiertos, muchas veces en primera posición, que tocaba con la precisión de un cirujano, conteniendo lo que salía de su guitarra como ningún compresor podrá hacerlo jamás.

Para la enorme mayoría de los seguidores de AC/DC, Angus fue y es la estrella, el centro del show y el verdadero talento que descuella sobre la efectiva y repetitiva pared formada por la base rítmica (de la que la otra guitarra, indudablemente, era parte), despegándose con su voz propia y estridente. Ese papel estelar del hermano más chico no sólo era notorio en lo relacionado con los roles musicales, sino también en la imagen del grupo, que siempre giró alrededor de su figura vestida de escolar (como ejemplo, baste señalar que Angus está presente en 11 de las portadas de los discos del grupo, muchas veces sin ninguna compañía, mientras que Malcolm aparece apenas en tres, y en dos de ellas está en un segundo plano desenfocado). Ese papel en la imagen externa no se correspondía con el ejercicio de poderes dentro de la banda, conocida por su manejo duro y casi despiadado en lo empresarial: dentro del grupo era Malcolm quien llevaba las riendas. En el plano estrictamente musical o guitarrístico –y a pesar de que Angus es indudablemente un buen solista, más que respetable– el músico de AC/DC favorito entre sus colegas también era Malcolm, porque si su hermano era un tremendo showman y un buen seguidor de la escuela de licks y solos de gente como Jimmy Page y Chuck Berry, Malcolm era algo nuevo, el inventor de una especie de minimalismo, basado en un control del sonido que recortaba los riffs de blues y rockabilly hasta su mínima expresión, hasta el punto de casi convertir su guitarra en un instrumento de percusión. Para lograr su tono distintivo y poderoso elegía un camino distinto del de la mayoría de sus colegas distorsionados: sumaba amplificadores, pero con bajos niveles de volumen y ganancia, manteniendo la señal lo más pura y seca posible.

Con tres acordes –o dos, o uno– formaba una figura rítmica perfecta, con un swing que hacía recordar, en sus fracturas sincopadas, los vasos comunicantes entre el rock’n’roll y el jazz o el funk (sin que hubiera tocado en realidad ni una nota de estos géneros). Si los guitarristas de hard rock o heavy metal (un rótulo con el que AC/ DC nunca se identificó) se caracterizan o valorizan muchas veces por su capacidad para pasearse por el diapasón de su instrumento, acumulando todas las notas posibles a la mayor velocidad con que puedan mover sus dedos, Malcolm Young rara vez iba más allá de un tiempo medio, e hizo del silencio y la pausa elementos tan importantes como sus power chords. Por todo lo antedicho, se convirtió tal vez en el mejor representante de la escuela del “menos es más”, pero justamente dentro de un género que privilegia el exceso. Es posible que esas características contradictorias y demoledoras incidieran para que fuera especialmente valorado, y recordado con pena y admiración devota, por guitarristas excepcionales como Eddie van Halen, Slash, Tom Morello, Dave Mustaine y Steve van Zandt, todos más fáciles de asociar con la figura de guitar hero que el pequeño Malcolm, pero capaces de reconocer a uno de los suyos, aunque no hubiera hecho un solo en 40 años.

Malcolm Young había abandonado dos veces AC/DC, y en ambos casos lo sustituyó su sobrino Stevie Young. La primera vez fue en 1988, cuando tuvo que dejar la gira promocional del álbum Blow Up Your Video para iniciar una rehabilitación de su alcoholismo (otra diferencia con su hermano Angus, un famoso abstemio), que le permitió regresar a la banda y mantenerse sobrio desde entonces. La segunda y definitiva fue en 2014, cuando AC/ DC comunicó que Malcolm estaba afectado por un proceso irreversible de demencia, que le impedía incluso recordar sus partes en clásicos del grupo. Desde entonces permaneció internado hasta su fallecimiento, sobre el que no se dieron detalles pero que probablemente estuvo relacionado con una afección cardíaca que sufría desde hace un tiempo. En este momento, y como desde hace cuatro décadas, algún adolescente está practicando sus primeros acordes mayores en su primera guitarra eléctrica, y al igual que miles antes, toca el riff de “Highway to Hell”, “Back in Black”, “High Voltage”, “Jailbreak” o alguna de las otras maravillas de tres tonos que Malcolm Young compuso. Mientras se crea que tocar la guitarra eléctrica en forma repetitiva y poderosa es algo expresivo, divertido y reafirmante, seguirá siendo así durante muchas generaciones.