Hace casi un centenar de años, gobiernos, empresarios y trabajadores acordaron que la justicia social sería el orden que regiría la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Ayer, al hablar sobre el futuro del trabajo, el director del organismo, Guy Ryder, se cuestionó si los mecanismos –conceptuales, políticos e institucionales– que lo guían estarán al servicio de los mismos objetivos en los próximos años. “Si acordamos que sí, tenemos que plantearnos las razones por las cuales no se producen siempre y en todas partes los resultados esperados”, afirmó, sobre la base de que el mundo “es cada vez más desigual”. “Si la respuesta es que no, tenemos que buscar lo que nos sirva para alcanzar las metas que nos hemos fijado”, agregó.

El Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo albergó ayer de tarde a más de un centenar de personas que asistieron a la disertación sobre el futuro del trabajo dictada por Ryder, en ocasión de su visita de un día a Montevideo, previa a su viaje a Buenos Aires para concurrir a la IV Conferencia Mundial sobre la Erradicación Sostenida del Trabajo Infantil, que comienza hoy y sigue hasta el jueves.

Entre los que escucharon a Ryder se encontraban representantes del movimiento sindical, de las cámaras empresariales, académicos, legisladores y políticos. Hablando de la evolución del mundo laboral, este inglés oriundo de Liverpool sostuvo que el punto de partida será identificar los factores que están generando las transformaciones: las nuevas tecnologías, las tendencias demográficas, el cambio climático y la globalización.

La llamada cuarta revolución industrial concita opiniones muy divididas: “Algunos prevén el fin del trabajo y otros recuerdan que, a pesar de las fuertes preocupaciones que generaron en su momento, las tres revoluciones precedentes tuvieron, después de períodos de gran turbulencia, otros de más empleos y mejores niveles de vida”, resumió Ryder, adelantando que la respuesta vendrá de la mano de cómo nuestras sociedades decidan compartir los beneficios de la innovación. En este sentido, aconsejó “no caer en la trampa del neodeterminismo: la falsa idea de que nuestro futuro colectivo ya está trazado y predestinado, sobre todo por la tecnología”, ya que “mientras seamos capaces de fijarnos objetivos sociales comunes, las nuevas tecnologías nos deben servir de instrumentos”. “Y si no resulta así, creo que como humanidad hemos fallado”, completó, terminante.

Las distintas etapas demográficas que muestran los pueblos y las regiones a lo largo y ancho del planeta también generarán movimientos y desafíos de peso en el mercado laboral. Dos fundamentales son la sostenibilidad de los sistemas de protección social –“la cobertura universal y la suficiencia de la protección ofrecida”– y la migración poblacional y laboral.

Ante la negación e indiferencia durante tanto tiempo de los actores del mundo del trabajo en relación con la evitación o mitigación del cambio climático, llamó a la concientización de que la transición hacia sistemas productivos compatibles con la protección del planeta “ya no es opción, sino una obligación”, lo que implica “una transformación productiva extraordinaria a una escala mundial que, por definición, tendrá que fundarse en la cooperación internacional”.

El mapa geopolítico también está en constante cambio, y por eso la globalización se presenta como un factor “enormemente incierto”. “Los que se destacaban ayer como campeones de la globalización ya expresan sus reservas. Hay fuertes discrepancias y todos estamos confundidos en cuanto a las reglas del juego, por ejemplo, del comercio, las inversiones, las políticas fiscales”, concluyó.

Puntos claves

Renta básica Sobre los cambios en el mundo del trabajo, la vicepresidenta en ejercicio de la presidencia, Lucía Topolansky, propuso como solución posible el “trípode” que constituyen “la formación permanente, la jornada laboral más corta y la renta básica”. En particular sobre este última “pata”, el director de la OIT dijo que se trata de un debate “nuevo y complejo” y, recordando los “textos constitucionales” de la organización que hacen referencia al “desarrollo espiritual de la persona por el trabajo”, opinó que le “parece indispensable que se tome en cuenta lo que realmente significaría, para el individuo y para la sociedad como un todo, desconectar por completo los ingresos personales del acto de trabajar”.

Jóvenes “Lo que esperan los jóvenes que hoy entran al mundo del trabajo es radicalmente distinto de lo que esperaban sus padres”, sostuvo Ryder respecto del afán de libertad de las nuevas generaciones: “Quieren decidir cuándo trabajar, están menos motivados por los salarios que puedan recibir, quieren conciliar su vida profesional y privada de otra forma, y cuentan con un alto nivel de conectividad, que les proporciona otra perspectiva”, dijo, y dio cuenta de “la importancia de incluirlos” en los diálogos sobre el futuro.

Género Durante su breve discurso la presidenta interina de la Asamblea General, la senadora Patricia Ayala, invitó a Ryder a “un llamado interpelante a nuestro interior, en relación dialéctica con el mundo exterior”, para contemplar el egoísmo, “factor fundamental al dialogar”, con una mirada desde y hacia las mujeres, a las que no se refirió especialmente el director general.

Nuevas formas de empleo “Somos testigos de la diversificación de las formas de trabajar”, dijo Ryder en referencia al aumento del trabajo a tiempo parcial, temporal, la subcontratación bajo agencias, el trabajo independiente y las recientes economías de plataformas, que trae aparejado un debate que consideró “difícil y poco productivo”, pero sobre el que “será necesario construir un marco reglamentario que asegure que cada nueva forma de trabajo cumpla con los criterios de trabajo decente”.