“De la violencia doméstica a la violencia basada en género” se llamó el coloquio que tuvo lugar ayer en la antesala del Senado, en el Palacio Legislativo. Fue organizado por la Casa de la Mujer de la Unión en el marco de las celebraciones por sus 30 años, junto con la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual y la bancada bicameral femenina.

La presidenta del Instituto de Mujeres del Ministerio de Desarrollo Social, Mariella Mazzotti, se refirió al cambio que implicó pasar del concepto de “violencia doméstica” al de “violencia de género”, y lo atribuyó a un “enriquecimiento de nuestra interpretación del problema”, así como a “la posibilidad de intervenir y de actuar frente a este”.

Mazzotti explicó que mientras que la violencia doméstica es un concepto reducido, la violencia basada en género “distingue ámbitos –privado, pero también público– y pone en el centro las cuestiones de poder”, y por eso “luchar contra este tipo de violencia implica al Estado en todas sus interinstitucionalidades”. Ya no se discute que la violencia de género “afecta no sólo a las mujeres sino también a su entorno”, dijo, ni se desconoce que “niñas, niños y adolescentes son víctimas directas”.

Por su parte, la coordinadora de la Red, Teresa Herrera, dijo que en el ámbito académico empezó hace unos años “a recorrer una trayectoria que tenía que ver con lo que se llama la sociología de los cuerpos”. Empezaron a preocuparse por “qué ocurría con los cuerpos de las personas y, en particular, con los de las mujeres”, y advirtieron que “la dimensión simbólica del poder no está situada en la conciencia sino en la sumisión inmediata e irreflexiva de los cuerpos socializados”. “Esta situación per se lleva a reproducir actos ya abolidos por la práctica del derecho”, dijo, y agregó que “todo lo que tiene que ver con el cuerpo de las mujeres todavía sigue siendo materia de las relaciones de poder entre varones y mujeres, y ese es el fondo del problema”. Para Herrera, la violencia que se ejerce sobre las mujeres “está basada en una desigualdad estructural sostenida por una cultura que la avala”, y “ya no alcanza con una ley que diga que no se les puede pegar a las mujeres, sino que hace falta una ley integral que recoja la experiencia internacional y nacional” sobre el tema, aseguró.