Entre la espada y la pared se titula la última publicación del Banco Mundial (BM), en la que se plantea la “encrucijada” de la política monetaria en los países de América Latina. El jefe del organismo multilateral para la región, el uruguayo Carlos Végh (hijo de Alejandro Végh Villegas), explicó el análisis ayer, durante una jornada organizada por el Instituto de Estudios Empresariales de Montevideo, a la que fueron invitados para comentar el caso local los analistas Javier de Haedo (Partido de la Gente) y Pablo Rosselli.

Para el BM, la caída de los precios de las manufacturas chinas de los últimos años afectó sensiblemente las economías latinoamericanas, sobre todo mediante la contracción de su Producto Interno Bruto, una menor entrada de capitales, aumento del nivel de precios internos y una depreciación de la monedas locales frente al dólar.

Ahora, desde el frente monetario, los bancos centrales tienen dos opciones de respuesta: modificar la cantidad de dinero disponible para transacciones en la economía o alterar la tasa de interés a la que prestan dinero a los bancos de mercado, algo que en el corto plazo incide sobre las tasas a las que estos prestan a sus clientes, alterando sus expectativas y comportamiento.

El “dilema”, para el BM, es que “por un lado, si aumenta la tasa de interés para defender el tipo de cambio y prevenir una aceleración en la inflación, agravará la recesión o desaceleración, y, por otro lado, si reduce la tasa para estimular la economía se arriesga a una mayor depreciación, que podría acelerar la salida de capitales y depreciar aun más la moneda, dado que los agentes económicos se preocuparían por la inestabilidad macroeconómica”. La primera opción sería acompañar el ciclo económico, mientras que la segunda sería ir contra los movimientos de este.

En el caso de Uruguay, sin embargo, el BM sostiene que “este dilema ha tomado recientemente una forma más matizada y dinámica” debido a la respuesta del Banco Central del Uruguay (BCU), que dio lugar a un “ciclo dentro del ciclo” que implicó acompañar el shock negativo en una primera instancia, con una medida procíclica –cuando la inflación trepó y anduvo bordeando el 10%, y el banco optó por una política contractiva en julio de 2015–, hasta que la inflación empezó a ceder y cambió a una expansiva en abril de 2016 –la opción contracíclica–.

La diferencia con otros países de la región es que desde 2013 Uruguay no usa como ancla la tasa de interés, sino la cantidad de dinero circulante, y ambos analistas coincidieron en que esto debilita su efecto. Rosselli opinó que “es momento de volver a usar la tasa” debido a la “lentitud” de la otra opción y a que “se pierde el canal de expectativas”, mientras que De Haedo cuestionó el procedimiento del BCU por su inexactitud: “En los últimos diez trimestres, [establecieron una meta y] sólo le pegaron a uno. De diez penales, erraron nueve”, señaló el asesor de Edgardo Novick en el Partido de la Gente. Por otro lado, Roselli consideró que debido a que la economía uruguaya está “altamente dolarizada”, “el efecto contractivo de subir la tasa de interés” es “mucho más bajo que en otros países”.

De cara al futuro, el BM considera “esperable” que durante los “próximos años” los factores externos que han incidido en el crecimiento de la región –como los precios de las manufacturas chinas y el crecimiento de Estados Unidos– se mantengan “estables” y, por tanto, el efecto de sus acciones sea “neutral” para la región, debido a lo cual esta tendría que procurarse “sus propias fuentes de crecimiento”. Ante esto, el organismo multilateral cree que habrá que ir “inevitablemente” a un ajuste fiscal, “pero con cierto gradualismo, dado que el crecimiento va a ser relativamente bajo”, sostuvo Végh.

Por su parte, De Haedo dijo que este mundo “neutral” “seguramente va a ser funcional al gradualismo del gobierno de [Mauricio] Macri” y, por lo tanto, es muy factible que en los próximos dos años, “sin hacer esfuerzos, se aproveche del financiamiento que atrae Argentina y eso la mantenga cara”, lo que “nos va a seguir impulsando”. “Más de lo mismo que estamos viendo hoy en día. Seguiremos casados con el vecino caro hasta que el vecino caiga y podamos decir que caímos por culpa de ellos”, agregó.

Roselli también consideró que el trabajo fue “un poco optimista” en relación con el caso uruguayo: “El déficit fiscal no está financiado”, señaló. Previó “uno o dos años muy favorables” y aventuró que “el próximo gobierno va a tener que hacer un ajuste [fiscal]”. También cuestionó algunas políticas actuales que, dijo, ponen en riesgo la sustentabilidad del país, como la ley de cincuentones, de la que dijo: “Que sea un reclamo justo no significa que la política pública lo atienda, porque hay muchas injusticias que no puede atender”. Y se sinceró: “Por mi ideología no lo atendería”.