Después del fracaso de la Cooperativa Textil Puerto Sauce de Juan Lacaze, siete trabajadores –seis del taller mecánico y una administrativa– se proponen no tirar la toalla. Con ánimo novelero ante una oportunidad, ya fundaron una nueva cooperativa y están buscando apoyos para llevar adelante el proyecto metalúrgico. Por el momento, aún dentro de la estructura de la cooperativa en cierre, están “saliendo a conseguir clientes” y haciendo reparaciones, para no dejar caer en inactividad la maquinaria. Por otro lado, esperan que la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND) les preste en modalidad de comodato los equipos imprescindibles para llevar a cabo el emprendimiento. Desde el gobierno se han comprometido en varias oportunidades a ayudar a este pueblo coloniense tan golpeado, pero los locales aún se encuentran a la espera.

El 31 de enero cerrará la famosa textil de Juan Lacaze, después de haber estado más de un siglo abasteciendo al mercado local y al exterior con productos de lana de calidad. Sus últimos años fueron en modo cooperativo, como Cooperativa Textil Puerto Sauce, pero se conservaba la historia de otros sistemas de gestión que intentaron mantener el rubro vivo con los nombres Campomar y Agolan.

Una de las decisiones de los cooperativistas que aquel martes de noviembre decidieron cerrar las cortinas de la industria textil fue buscar la salida por medio de una reconversión. “Cada sector iba a ver si de alguna manera podía ser viable”, contó Mateo Rey, uno de los que trabajan en el taller mecánico de la fábrica. Junto con cinco compañeros del taller y una administrativa, la encontraron: fundaron una nueva cooperativa para dar comienzo a un emprendimiento metalúrgico. “Mecánica y tornería, lo que sea, intentamos hacer de todo”, resumió Rey con confianza. Su plan es “trabajar en el mantenimiento de otras fábricas”; saben que las de Colonia y “otras de afuera” cuentan con ellos. “Tenemos la maquinaria y tenemos experiencia”, afirmó.

“El taller tiene una viabilidad muy buena, porque es el único de Colonia con este tipo de maquinaria”, contó Rey, alimentando su esperanza, en referencia a las grandes máquinas de Agolan, propiedad de la CND. Los trabajadores solicitaron al organismo estatal que, al menos durante el primer año, cediera la maquinaria en forma de comodato. “La estamos custodiando y, a su vez, estamos haciendo algunos trabajos, porque si la dejás parada se rompe sola. Es una máquina que lleva mantenimiento”, explicó. Aseguró que el comodato sería, “en principio, por un año”. “Después de ese año nos proponemos pagar por su uso”, agregó.

Pero desde la CND les transmitieron que habría otros planes. “La semana pasada la diputada [frenteamplista del Movimiento de Participación Popular] Mercedes Santalla tuvo una reunión con nosotros y después consultó a la CND. Le dijeron que iban a rematar las máquinas. No sabemos si quieren la plata o cuál es la razón detrás”, sostuvo Rey.

Mientras esperan por la respuesta oficial de la CND, los siete trabajadores nucleados en este nuevo emprendimiento metalúrgico ya están “saliendo a buscar clientes”, porque tienen la ambición de crecer, para “generar más puestos de trabajo y poder encontrarle salida a alguna familia más”. Las cosas en Juan Lacaze no están fáciles. Primero, con el cierre de la fábrica papelera Fanapel y, ahora, con el de la Cooperativa Textil Puerto Sauce –que deja a 70 personas en la incertidumbre–, los lacazinos enfrentan un gran desafío. “Tabaré [Vázquez] nos dijo que era una zona prioritaria [ver recuadro], pero, la verdad, no están ayudando mucho”, afirmó. Por otro lado, reconoce el “apoyo” del Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM) y del Instituto Nacional del Cooperativismo (Inacoop), que les dijo que el proyecto metalúrgico “es viable”.

El cierre de la ex Agolan es el 31 de enero; los trabajadores apelan a “tener todo en orden antes, para ya el 1º de febrero empezar a trabajar” en el nuevo proyecto.

En la lana

“Lo que no funcionó fue el mercado. Hoy en día, con una manta polar china por 100 pesos en cada supermercado, no tenemos chance”, responde Rey cuando se le pregunta por el fracaso de la Cooperativa Textil Puerto Sauce. Sobre el modelo cooperativo no tiene dudas: “Para mí, es lo único que ha funcionado”.

Las industrias del papel y de la lana dieron origen al pueblo de Juan Lacaze hace 100 años. Campomar y Soulas, el primer intento en el rubro textil, se fundó en 1906 y cerró en 1993, y dejó a 1.000 personas en la calle. De ahí surgió, en 1994, la paraestatal Agolan, administrada por la CND, que resistió hasta 2013.

En octubre de 2014, 100 ex empleados de Agolan, en una apuesta por la autogestión bajo el formato de cooperativa de producción, fundaron la Cooperativa Textil Puerto Sauce, concentrados en la elaboración de bufandas, frazadas, hilados y telas cardadas para el mercado interno y para la exportación, principalmente a Brasil y Estados Unidos.

Pero el camino era empinado. En febrero de 2015, la cooperativa recibió un apoyo de 960.000 dólares del Fondo para el Desarrollo (Fondes), que devolvió a medias a la CND –administradora de Agolan y, por ende, dueña de todo el equipamiento técnico y el stock–. La cooperativa funcionó entonces sin capital de giro durante más de un año.

En marzo de 2016, la nueva estructura del Fondes, en alianza con el Inacoop, le brindó un nuevo préstamo al emprendimiento: esta vez, por 1,6 millones de dólares. Pero la carga sobre la espalda del proyecto era insoportable. El funcionar sin capital de giro entorpeció la gestión, y las dificultades intrínsecas del sector hicieron caer la estructura, que funcionó durante más de 80 años y luego se intentó emparchar de diferentes maneras.

El 31 de enero la cooperativa cerrará las cortinas del negocio definitivamente. La decisión fue tomada a mediados de noviembre en una asamblea en la que los cooperativistas aprobaron el proceso de “cierre ordenado” del emprendimiento, que aún conservaba el nombre fantasía Agolan por una estrategia comercial.

No hubo sorpresa; los números en rojo se acumularon durante varios años y las proyecciones para 2017 no eran alentadoras. Además, en julio, un estudio de técnicos del MIEM determinó que la Cooperativa Textil Puerto Sauce era inviable como proyecto industrial y que a partir de esa fecha cesaría todo tipo de ayuda económica. No quedaba otra. Los 70 textiles, cuyo promedio de edad ronda los 50 años, aceptaron entonces participar en los procesos de reconversión laboral que brinda el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) por medio de cursos de capacitación. “La idea era armar y organizar pequeños proyectos productivos entre los compañeros, pero deben ser viables, como el taller mecánico o la tejeduría”, cuenta Rey.

Mientras le buscan la vuelta, el gobierno se comprometió a otorgar a estos trabajadores una cobertura de seguro de paro durante 12 meses.

Diez meses después

En marzo de este año, un comité del Ejecutivo, encabezado por el presidente Vázquez, aterrizó en Juan Lacaze con un paquete de propuestas. “Queremos ser cada vez más gobierno de cercanía” y “tenemos la mejor disposición para trabajar en conjunto”, dijo el mandatario, sin dejar de reconocer que “hay limitaciones”, pero asegurando que con “voluntad” se pueden resolver. Además de una partida de 4,2 millones de pesos para que el Inefop capacite a los trabajadores de Fanapel, el gobierno ofreció la extensión del seguro de paro para los ex papeleros y la inclusión en el seguro de los trabajadores afectados por las empresas tercerizadas vinculadas a Fanapel. El Ejecutivo también afirmó que estaba trabajando en la instalación de una fábrica de producción de aceite y otra de bolsas de papel que recompusiera la estabilidad laboral, y en la declaración de puerto libre, que serviría a la localidad para instalar parques industriales.