Un informe titulado “Estado de situación de adolescentes y jóvenes afectados por VIH” fue presentado ayer en el Ministerio de Salud Pública (MSP). Es el resultado de un proceso de tres años de trabajo llevado adelante por la Asociación de Ayuda al Seropositivo (Asepo) con un grupo de adolescentes y jóvenes nucleados en Jóvenes Alentando a la Vida, y muestra que los prejuicios están en la base de la mayoría de las dificultades con las que se topan estos jóvenes en distintos ámbitos.

El informe recoge la experiencia de 22 adolescentes y jóvenes afectados por VIH, que se reunieron “en una instancia de convivencia a discutir, intercambiar y dar a conocer sus opiniones” en torno al tema. De ese material surge que el temor al rechazo y a la incomprensión dificulta el normal relacionamiento de los jóvenes con sus pares, y les complica la vida afectiva justamente en la etapa del despertar sexual.

El informe cita datos de UNICEF de 2015 según los cuales el VIH-SIDA “sigue siendo desconocido” por gran parte de los adolescentes y jóvenes de América Latina y el Caribe. “Casi el 70% de las adolescentes de 15 a 19 años sexualmente activas nunca se realizó un test de VIH en los últimos dos años”. La cifra de varones que no se hacen el test es aun mayor. En Uruguay, se estima la prevalencia de VIH-SIDA en 0,6% (unas 12.000 personas), y específicamente entre adolescentes y jóvenes la prevalencia es de 0,3%. Y si bien hay problemas que son comunes a todos, en el caso de los jóvenes y adolescentes se agrega la dificultad de transitar en forma autónoma por el sistema de salud, que, además, les presenta algunos obstáculos, como la necesidad de orden médica para hacerse el examen de VIH, la falta de métodos anticonceptivos de barrera disponibles a demanda en los centros educativos y de salud,y los prejuicios, que, como en el resto de la sociedad, están también presentes en el sistema sanitario.

Del estudio surge la necesidad de contar con equipos de salud interdisciplinarios que brinden acompañamiento y apoyo y promuevan un vínculo de confianza. También se destaca la necesidad de supervisión calificada para evitar el abandono de los tratamientos y, sobre todo, la urgencia de ofrecer ámbitos de intercambio que permitan a los jóvenes y adolescentes hablar de su situación y “construir lazos sociales y solidarios más fuertes”.