En lo que va de 2017 ya se registró (al menos) la ausencia de una persona: alguien dejó de frecuentar sus lugares habituales, dejó su rutina y no habló más con los suyos. El 13 de enero fue la última vez que se vio a José Florencio Frutos, de 62 años, en Camino Continuación Pose, entre la Ruta 11 y el kilómetro 46 en Santa Lucía, Canelones. Pero puede haber más: los datos que maneja la Sección Registro y Búsqueda de Personas Ausentes -del Departamento de Delitos Especiales de la División General de Lucha contra el Crimen Organizado e Interpol del Ministerio del Interior (MI)- son subregistros. No toda la información está sistematizada en la sección; sucede que no siempre las comisarías departamentales comunican a la central montevideana quién se ausentó o a quién se encontró. El director del departamento desde hace cinco años, Yoni Mezquita, explicó a la diaria que, por ese motivo, a pesar de que en la página web de la sección aparecen los rostros de 106 personas, son bastantes más las que no están. En Montevideo y la zona metropolitana es donde ocurre más de la mitad de las ausencias.
Si se analiza el registro, hay 59 hombres y 47 mujeres ausentes; 15 tenían hasta 18 años, 30 entre 19 y 35 años, y 69 más de 36 años al momento de su desaparición. La mayoría de las mujeres se ausentaron cuando tenían entre 14 y 40 años, y en general el último lugar en el que se las vio es en su casa (o saliendo de ella), o en la parada del ómnibus. En cuanto a los hombres, la mayoría tenían entre 30 y 60 años cuando se ausentaron, y se los vio por última vez en su casa.
El dato más viejo refiere a una ausencia de diciembre de 1981 (no se considera desaparecido político); después salta a otra ocurrida en octubre de 1985, a otra en abril de 1988, a otra en 1990 y a una en julio de 1993. A partir de allí se empiezan a registrar año a año; en 1994 se ausentaron cuatro personas: una en marzo de 1995; uno en junio de 1997, y dos en 1998, una en febrero y otra en noviembre. En la década del 2000 empiezan a aumentar progresivamente: se constataron dos ausencias ese año, una en marzo y otra de la que no hay datos; dos en marzo de 2001; cuatro en 2002; cinco en 2003 y otras cinco en 2004, dos de ellas ocurridas en diciembre; tres en 2005, dos en enero; una en 2006; seis en 2007 y otras seis en 2008; cuatro en 2009; tres en 2010; seis en 2011, dos en abril y en setiembre; seis en 2012, dos de ellas en diciembre; otras seis en 2013, tres de ellas en junio; seis también en 2014, dos en enero y otras dos en febrero; cinco en 2015 (dos en enero) y 18 en 2016: siete de estos últimos tenían menos de 18 años al momento de ausentarse.
Mezquita explicó que se está “haciendo un esfuerzo ministerial para sincronizar un poco más” los datos, y que gracias a “la comunicación, que ha sido más fluida, y por charlas que se hacen en el interior del país” capacitando sobre el tema y cómo abordarlo, es que se constató un aumento. De todas formas, en los últimos cinco años, el “aumento del registro ha sido de entre 500% y 600%”, aseguró. También señaló que se “ha incrementado la ausencia de menores de edad: es casi el doble”. En ese sentido, explicó que los menores de 18 años, tanto hombres como mujeres, son los que más se ausentan “por un corto lapso de tiempo. A veces por un par de horas, otras veces por uno o dos días”. Según la experiencia de Mezquita, los principales motivos de dicha ausencia son varios: desde “un tema de estudios”, hasta porque “el entorno familiar está en crisis” o están atravesando una “crisis económica”. “Alguna discusión a raíz de reglas que impone la familia, y que el adolescente no quiere cumplir por rebeldía, hace que ellos tomen determinadas acciones, como no volver del colegio a la casa de forma inmediata, o ir a gimnasia y no volver por un rato, decir que va a la casa de un amigo e irse a una plaza o con otro amigo a caminar, al shopping. Los padres no saben dónde están, y eso es una ausencia”, afirmó. Hasta el momento, Mezquita aseguró que no sospechan de que ningún caso esté vinculado a delitos de trata o explotación de personas.
Mezquita sostuvo que el Registro, que fue creado en 2004 -primero como Departamento y después como Sección-, considera persona ausente a todos los menores de 18 años que “se ausentan de sus lugares habituales y frecuentes”, a cualquier persona adulta dependiente de otro adulto, y a mayores de 18 años “cuando hay indicios o se denota que la ausencia es involuntaria”. Una vez que se recibe la denuncia, un equipo técnico elabora el perfil de la persona e hipótesis de los motivos de su ausencia; también se hace un “mapeo” del entorno familiar, allegados y redes sociales, y se empieza a llamar a otras instituciones: desde entidades financieras, pasando por hospitales, morgues, Prefectura, Caminera, hasta empresas de transporte. Las primeras acciones a tomar dependerán de cómo se haya ausentado: “Una cosa es una niña que sale del liceo y no volvió a su casa, otra es un adulto que se llevó una computadora”.
Por ejemplo, uno de los casos que figuran en el registro web es el de Enzo Terra, de 18 años, quien se ausentó en marzo de 2000. Según la ficha, los padres del muchacho lo vieron antes de salir al supermercado; él había ido a jugar un partido de fútbol y acababa de llegar a la casa, pero cuando ellos volvieron ya no estaba; se encontraron con la puerta trasera de la casa abierta. Otro caso enigmático es el de Juan Ignacio Pertusatti, de nueve años, que fue visto por última vez una tarde de noviembre de 2003, cuando salió a comprar un helado al almacén que quedaba a dos cuadras de su casa, en Puntas de Manga, y nunca más se lo volvió a ver. Otro caso es el de Ignacio Susaeta, que desapareció en 2015 con 23 años, dejando una carta que desconcertó a la familia.