La ciudad puede tener orígenes muy diversos y convenientes, como un cruce de caminos, un puerto natural o un sitio particularmente resguardado. Su desarrollo histórico, sin embargo, está estrechamente asociado con la riqueza y el poder. El territorio montevideano concentra producción, servicios, población e instituciones, pero también buena parte de la informalidad urbana y de la pobreza infantil.
Durante mucho tiempo, la ciudad buscó protegerse con puertas y murallas. Por entonces, sus accesos no eran universales. La ciudad abierta es una construcción considerablemente reciente. Montevideo, por ejemplo, que comenzó a demoler sus murallas con la llegada de la República, se adelantó en ello a varias capitales europeas. Desde entonces, comenzó su lenta aunque sostenida expansión territorial. Del pequeño recinto colonial de la península, habitado por 15.000 vecinos, a la región metropolitana, que actualmente cuenta con 1.800.000 habitantes, apenas nos separan 200 años.
Tales condiciones son necesarias aunque no suficientes. Porque, en cualquier condición, la ciudad es y siempre fue lugar de encuentro. Esa es su esencia genética, y la hace profundamente humana: encuentros con otros y sus otredades; encuentros de gentes, de mercancías, de artes, de saberes, de tradiciones, de historias. Encuentros de diferencias y de diferentes, que en el caso montevideano fueron decisivos para alcanzar muchos de sus mejores logros.
Estos encuentros se producen fundamentalmente en la calle, la plaza, el parque, la escuela, el mercado, el cine, el teatro, la biblioteca, el centro deportivo, la playa. Los espacios urbanos y sus equipamientos colectivos, por tanto, son los ámbitos protagónicos para su desenvolvimiento. En este sentido, la ciudad democrática es una obra necesariamente polifónica.
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El territorio es un recurso imprescindible para la vida humana. Tanto como el aire y el agua. Por ello, ordenarlo adecuadamente es, a la vez, importante e inteligente. Sin embargo, la gestiónmercantil del suelo no sólo no ayuda, sino que problematiza seriamente su acondicionamiento. En efecto, bajo la forma de la propiedad privada, el suelo se asocia con las lógicas del mercado y la renta inmobiliaria. De ahí se desprende la inevitable duplicidad territorial de la ciudad capitalista.
Las últimas investigaciones sobre la región metropolitana de Montevideo son elocuentes. En los años recientes se verificó la consolidación de un territorio que propone alternativas extremas basadas en la capacidad de compra individual. La ciudad privada y el asentamiento informal establecen dos universos que, aunque se toquen en sus fronteras, sólo tienen en común su carácter excluyente. Dan forma a un territorio cuya dotación de servicios, equipamientos e infraestructuras es profundamente desigual. Entre medio, la ciudad tradicional continúa vegetando sin lograr convertirse en alternativa cierta.
No se trata, sin embargo, de una historia reciente. Hace 50 años ya se hacía patente “la tendencia de crecimiento incontrolado radial y conurbante de la ciudad de Montevideo, la carencia de servicios y equipamientos esenciales en importantes sectores de su territorio urbano, la existencia de un área metropolitana extendida que tiende a abarcar núcleos urbanos de vida comunal independiente, la presencia de un vergonzante cinturón insalubre de localización infrahumana, la permanencia de las causas estructurales, que generan este cuadro de una ciudad capital desordenada y sin contralor efectivo de su crecimiento...”. Tampoco se trata de un fenómeno exclusivamente nacional. Ni siquiera regional. Desde otros campos disciplinares, muchos autores de distintos orígenes (Thomas Piketty, Sygmunt Bauman, David Harvey, Edward Soja) ponen en evidencia que la concentración de la riqueza y la exclusión social son fenómenos de extrema actualidad que se profundizan. El urbanista italiano Bernardo Secchi, analizando los territorios del mundo global y parafraseando a Manuel Castells, lo define como “la nueva cuestión urbana”.
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La planificación urbana, entendida como un conjunto de conocimientos y técnicas que permiten anticiparse al devenir de los territorios urbanos, busca establecer las reglas de juego que pautarán los procesos de formación y transformación de un organismo eminentemente colectivo, abierto y dinámico.
Más allá de algunos ejemplos que evidencian alternativas posibles, la gran preocupación planteada es que no parece lograrlo. La razón de dicha incapacidad es un debate pendiente, que, creo, tarda en asomar...
Juan Pedro Urruzola Arquitecto
(1). Martínez, E. (2015). Transformaciones del sistema urbano mertropolitano 2004- 2011. Universidad de la República.
(2). Altezor, C. y H. Baracchini (1971). Historia urbanística y edilicia de la ciudad de Montevideo. Montevideo: biblioteca José Artigas, Junta Departamental de Montevideo.
(3). Secchi, S. (2015). La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres. Madrid: Catarata.