Si bien son notorios los avances de nuestra sociedad en lo que respecta a la consolidación de los derechos de la población LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersexuales), todavía estamos insertos en un mundo en el que, como bien señaló Martin Luther King, “las personas supuestamente educadas no piensan lógica y científicamente”. Por lo tanto, “Salvar al hombre del sarcasmo de la propaganda es, en mi opinión, uno de los principales objetivos de la educación. La educación debe darnos la capacidad de sopesar la evidencia y discernir lo verdadero de lo falso, lo real de lo irreal y los hechos de la ficción”.

Es desde ese lugar, el de discernir lo verdadero de lo falso, que en estas breves líneas me sumergiré en la aventura de deconstruir un discurso. O, para ser más exacto, una novela de ficción. En estos últimos días, un pastor evangelista recorre medios de comunicación utilizando una mezcla de argumentos que intentan teñir de racionalidad un relato fantástico. Una historia en la que hordas intolerantes apañadas por el gobierno de turno buscan imponer algo que él define como “creencias”.

Sus afirmaciones van desde de la inconstitucionalidad del matrimonio igualitario hasta la novedad de que Albert Einstein negaba la teoría de la evolución y era creacionista. Todo esto, acompañado por una actuación exagerada. Rodeado de libros que sacude mientras habla y afirma supuestos contenidos de guías y manuales, alerta sobre “cosas que se vienen para acá”, anuncia que “ya están permitidas la pedofilia y la zoofilia en algunas partes del mundo”, denuncia que los responsables “son el feminismo y el lobby LGBTI”, e incluso llega a afirmar que la guía didáctica Educación y diversidad sexual es distribuida por el Instituto Nacional de Alimentación (INDA). Con esta actuación vende su producto, el miedo. Miedo al distinto, al vulnerable, tratando de ubicar a las personas y organizaciones que defienden sus derechos como seres intolerables, ligados a prácticas poco éticas; en fin, intenta convertirlas en victimarios.

Pero lo importante, lo central, lo que nos permite discernir entre lo verdadero y lo falso es que nunca dice en qué páginas se encuentran esos contenidos en la guía, ni cuáles son las naciones en las que la pedofilia y la zoofilia están permitidas, ni qué organizaciones feministas o LGBTI son las que promueven esas acciones. Y la razón de que no lo diga no es que el tiempo es tirano en la pantalla chica: no lo dice porque lo que afirma es falso.

En primer lugar, la frase a la que hace referencia el pastor no se encuentra en la guía didáctica de diversidad sexual, que, por otra parte, nunca fue repartida por el INDA. Tampoco pudo nombrar organizaciones feministas y LGBTI que promuevan la pedofilia, porque son ampliamente conocidas tanto las numerosas campañas que estas organizaciones han impulsado en contra de la prostitución infantil, como las denuncias que han hecho instituciones de todo tipo que aún protegen y cobijan en sus filas a los abusadores de niños y niñas.

Por otro lado, también es falso el argumento de que en nuestra carta magna se define el matrimonio. La palabra “matrimonio” aparece una sola vez en toda la Constitución, en el artículo 42, haciendo referencia al reconocimiento de derechos de las hijas e hijos nacidos fuera del matrimonio. Es decir, no existe ningún tipo de definición sobre cómo debe estar compuesto un matrimonio; por lo tanto, cuando insinúa que la Ley de Matrimonio Igualitario vigente viola la Constitución, el pastor nuevamente miente.

Por último, y con respecto a la discusión sobre creacionismo y evolución, y la supuesta negación de esta última por parte de Einstein, que el pastor infiere de la frase “Dios no juega a los dados”, es pertinente señalar que Einstein no creía en la religión. En 1954, cuando el físico le escribió a Eric Gutkind para debatir sobre la publicación de Escoge una vida: la llamada bíblica a la rebelión, afirmó: “La palabra de Dios para mí no es más que la expresión y el producto de la debilidad humana. La Biblia es una colección de honorables pero primitivas leyendas, las cuales son bastante infantiles”. (1) Quizá Márquez no hubiese caído en ese error si supiera que Einstein rechazaba la teoría de la mecánica cuántica y que afirmaba que las leyes físicas son siempre predecibles y, por lo tanto, utilizó esa frase como metáfora. O, tal vez, fue el uso de la literalidad como herramienta interpretativa lo que indujo a Márquez al error. Esa misma literalidad que lo hace afirmar que el mundo se hizo en siete días o que la mujer salió de la costilla de Adán, pretendiendo que estas tesis tengan el mismo estatus que las teorías científicas que comprobaron su falsedad.

Es cierto, uno podría decir que es muy fácil rebatir sus argumentos y que incluso estos pueden ser graciosos por lo disparatados. Pero en estos tiempos en que los discursos de odio al diferente copan las pantallas, se extienden en el mundo y llegan a los máximos puestos de poder, es necesario poner límites. Y para eso, además de la lucha de las organizaciones de la sociedad civil y del compromiso del Estado de seguir profundizando, protegiendo y promoviendo los derechos de las personas, necesitamos una sociedad en la que lo falso y lo verdadero no pesen lo mismo en la balanza. Una sociedad en la que la fábula del pastor mentiroso vuelva a ser lo que siempre fue: una fábula.

Federico Graña

(1) http://www.lettersofnote.com/2009/ 10/word-god-is-product-of-humanweakness.html