El escándalo de la carne en mal estado y adulterada que comercializaban los dos principales grupos brasileños del sector cárnico salpicó a la política, ya que la maniobra contó con el apoyo de funcionarios del gobierno vinculados al Partido Movimiento Democrático Brasileño, al que pertenece el presidente Michel Temer. El mandatario ya anunció que castigará “con severidad” a aquellos funcionarios gubernamentales “que se alejaron de sus labores más importantes, que consisten en robar dinero de la actividad petrolera. Estamos pasando por momentos difíciles y no podemos permitirnos distracciones con negocios como la carne podrida, que a lo sumo genera algunas decenas de millones de dólares de ingresos ilegales”. Aquí en Uruguay, mientras tanto, las autoridades aseguraron que no existen “riesgos sanitarios” asociados al consumo de carne brasileña. Desde el Instituto Nacional de Carnes explicaron que “comer carne proveniente de Brasil solamente provoca el tipo de sentimientos de frustración que lo abordan a uno cuando se dispone a degustar un pedazo de carne de vaca pero, después de que se lo mete en la boca, se da cuenta de que está comiendo una especie de buey. Es decir, nada fuera de lo normal”. Otro de los efectos “no del todo deseados pero sí esperables” que seguirá teniendo el consumo de productos cárnicos brasileños será “la mezcla de curiosidad y alarma que surge cuando uno observa un paté o una salchicha de pollo hecha en Brasil y se pregunta con qué la habrán hecho”. Respecto de cómo podría afectar este escándalo a las exportaciones uruguayas, desde el Poder Ejecutivo aseguraron que se espera que el efecto sea “casi nulo”, ya que “en el mundo se sabe que Uruguay es un país mucho más serio y donde los controles funcionan mejor. Obviamente, también saben que a nivel de corrupción estamos encaminados a transformarnos en algo igual o peor que Brasil, pero faltan 15 o 20 años para que lleguemos, así que por ahora se puede comer carne uruguaya con total tranquilidad”.