Las escritoras de Mercedes Estramil pueden no tener nombre verdadero, pero el nombre con el que las conocemos siempre empieza con I. Fueron Isabel (Hispania help, 2009), Irene (Irreversible, 2010) y ahora Iris, un personaje en el que vuelve a la primera persona (excepto en Irreversible, la voz narrativa de las novelas de Estramil siempre está en primera persona) para entregar en dosis compactas y contundentes más o menos las mismas drogas de siempre, las que componen el cóctel de su obra: la escritura, la literatura, el amor (ese sobrevalorado objeto de deseo) y la sostenida, inesquivable soledad.

Iris Play es un libro formado por una colección de textos que salieron en forma de columna mensual en la revista Bla, y que leídos de un tirón pueden producir, al principio, cierta intoxicación, como una sobredosis. Pero cuidado: si eso pasa, si alguien siente el empacho, la saturación por la ingesta masiva de ese concentrado ácido y despiadado, lo que debe hacer es volver a empezar. Sin la tensión de ir viendo cómo sigue la cosa, qué viene en el siguiente capítulo, sin la voracidad del lector apresurado y tilingo, el efecto es superior. La escritura de Estramil es una droga dura y tiene un pegue vertiginoso y alto, que deja una resaca más bien amarga. Pero puede consumirse de otro modo. Se le pueden agregar la paciencia retentiva, la confianza en el viaje y la sabiduría de dejarse fluir. Y entonces sí: la literatura abre sus miles de puertas al mismo tiempo que se oyen el lamento del eunuco y los berridos de la criatura escrita que no acaba de nacer; se despliegan los libros por escribir y los leídos, se sienten los tormentos de todos los que antes escribieron y los afanes de los que, aun queriendo, no escribirán jamás, se huelen las mieles del éxito que algunos llegan a lamer y se sufre el oprobio injusto, inmerecido, de los infelices que murieron anónimos y enriquecieron a sus herederos. La literatura de Estramil es un alarido de amor a la literatura y a la escritura (que no son lo mismo, pero a ambas se les puede entregar la vida) y una travesía accidentada por los caminos del deseo y el abandono. No hay finales felices que sean dignos (mucho menos, verdaderos), pero se puede recorrer el camino con la esperanza de toparse con buenos momentos. Los personajes de Estramil lo hacen, aunque sean dichos con precisión dolorosa y humillante, y hasta en sus momentos más mezquinos o más cobardes terminan por inspirar compasión.

Iris Play, autora y protagonista del folletín mensual publicado en forma de columnas en Bla, es escritora y estudió Letras en la universidad, pero aun así debe ganarse el pan de cada día, porque aunque la vida le dio marido, no se lo dio millonario ni, mucho menos, generoso. Así que trabaja de doméstica (sacrificada labor que termina con sus huesos en la cárcel) y de empleada de una juguetería para adultos (un sex shop) dramáticamente llamada Sturm und Drang. Las ocupaciones raras no son una novedad de este libro: la Isabel de Hispania help fue vendedora de zapatos y escribió en un periódico sensacionalista que daba noticias falsas, pero el más interesante (y el mejor pagado) de sus empleos era el que le daba la SPI (Sociedad de los Poetas Inciertos), una organización secreta creada para defenestrar poetas y que exigía de sus integrantes el compromiso de nunca, jamás, por nada del mundo, escribir poesía. En Irreversible, el bueno de Arturo Butor es corredor de Perhaps, una firma que comercializa videos caseros en los que no pasa nada y que prohíbe expresamente el tráfico de cualquier cinta de contenido sexual.

Hay muchos puntos de contacto entre Iris Play y el resto de la obra de Estramil, pero bueno fuera que no los hubiese: si algo mostró la autora desde el comienzo es que tiene una poderosa, inconfundible voz personal, y que además de escribir con gracia, ingenio y elegancia, es una enferma crónica instalada en el hospital de la literatura, sin esperanza de cura y atiborrada de recetas, gualichos y rezos, sin nostalgia de la salud y con una desbordante energía oscura que atrapa y devora hasta al más plantado y lo devuelve mejor, distinto. Por eso hay que leerla siempre. Y si pega fuerte, volver a leerla.

Iris Play

De Mercedes Estramil. Hum, 2016. 120 páginas.