En 1985, cuando era senador por Massachusetts, John Kerry se reunió en Managua con Daniel Ortega, líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional y flamante presidente de Nicaragua. Eran los tiempos del conservador Ronald Reagan, y el viaje a un país que se percibía cercano al bloque soviético fue visto por muchos políticos estadounidenses como una traición o, por lo menos, como un intento de destaque fácil. Para otros, Kerry buscaba un cese el fuego entre el gobierno nicaragüense y los contrarrevolucionarios -los Contras-, que no prosperó. El senador, sin embargo, siguió investigando sobre el tema y su actuación fue clave para revelar la trama de negocios ilegales (que incluía la venta de armas a Irán) mediante la que la CIA financiaba a los Contras. Cuatro años más tarde, el llamado “escándalo Irán-Contras” cobró una víctima de notoriedad, el coronel Oliver North.

Poco menos de 30 años después de aquella misión en Nicaragua, Kerry, politólogo y diplomático por formación, asumía la jefatura de la política exterior del gobierno de Barack Obama, tras haber logrado máxima visibilidad en 2004 como contrincante electoral de George Bush. En sus primeras alocuciones como secretario de Estado llegó a expresar que la doctrina Monroe -aquella que dice algo así como “América para los (norte) americanos”- había perdido vigencia, y podía citar su actuación en Nicaragua como respaldo a sus palabras. Sin embargo, a las pocas semanas de haber asumido, a Kerry se le escapó que era tiempo de mejorar las relaciones con América Latina, porque, después de todo, se trataba del “patio trasero” de Estados Unidos. Si bien para algunos norteamericanos la frase “Americas’s backyard” puede traducirse un tanto inocuamente como “zona de influencia”, la tradición antiimperialista obliga a interpretarla como un agravio a la soberanía de los países del sur.

Así, las desafortunadas palabras del secretario de Estado, pronunciadas en el ámbito de una comisión parlamentaria, fueron recordadas cada vez que se expresó sobre la situación interna de Venezuela. Por ejemplo, cuando se reunió en Colombia con Nicolás Maduro, en setiembre de 2016, y le reclamó la realización de un referéndum revocatorio de su mandato como presidente del país caribeño.

Si, más allá de estos cruces, las intervenciones políticas de Kerry en América Latina no fueron demasiado contundentes, en lo económico resultaron más que discretas. Al principio de su período expresó la voluntad de expandir el NAFTA o de crear un área económica común -después de todo, en 2013 se cumplía casi una década desde el fracaso del ALCA-, pero ello obviamente no ocurrió. Y el acuerdo Transpacífico, que incluía a varios países de la región en el tratado con varias naciones asiáticas, fue liquidado por la llegada de Donald Trump.