–¿Cuáles son las principales dificultades que enfrentan las mujeres en Brasil?

-Las mujeres brasileñas enfrentan una violencia muy fuerte y tienen salarios hasta 30% menores que los hombres. Están más tiempo desempleadas, y actualmente el gobierno golpista de Temer propone una reforma laboral y de la seguridad social que afectará a los derechos de todos, pero, sobre todo, los de las mujeres.

–¿Por qué hace esa diferenciación entre hombres y mujeres?

-Porque hoy las mujeres en Brasil tienen la posibilidad de jubilarse con cinco años menos de trabajo que los hombres, como un reconocimiento por el trabajo que realizan en sus casas y por fuera de sus jornadas laborales. Esto se termina con la reforma de la seguridad social, que va a afectar a todos los trabajadores, pero es más dura para las mujeres, en especial para las que trabajan en tareas domésticas y en el medio rural, que son la mayoría. Las mujeres rurales se retiran hoy con 55 años y pasarán a hacerlo con 65. Las trabajadoras domésticas también dejarán de tener beneficios [como la posibilidad de jubilarse con menos años de aportes]. El primer problema nuestro es el de la falta de igualdad, de que las mujeres y hombres sean lo mismo y tengan el mismo peso. Si no hay un cambio cultural, la doble o triple jornada del trabajo femenino permanecerá sin remuneración. Otro aspecto es que cuanto menos tiempo aporte una persona, menor será su jubilación, y las mujeres están mucho más tiempo que los hombres sin trabajo o con trabajo precario, por lo que tendrán menos tiempo de aportes a la hora de calcular la jubilación. Por eso los cinco años de diferencia a favor de las mujeres son importantes.

–¿Cuál es la forma de violencia más habitual que sufren las mujeres brasileñas?

-La violencia doméstica es muy fuerte, tanto, que aprobamos la Ley Maria da Penha, que reconoce que es responsabilidad pública, del Estado, enfrentarla. Después, la violencia física, psicológica y sexual, en ese orden, están dentro de la estructura de Brasil. Identificamos una presencia muy grande de la violencia sexual en Brasil, hay una verdadera cultura de la violación [de acuerdo con la organización civil Foro Brasileño de Seguridad Pública, cada 11 minutos una mujer es víctima de algún tipo de agresión sexual], y para enfrentarla se precisa modificar las estructuras de la Policía, de los hospitales públicos, de los fiscales y los jueces, porque son crímenes graves que no son tratados verdaderamente en Brasil.

–En mayo hubo una violación colectiva en Río de Janeiro y se denunció que la Policía no trató bien a la víctima.

-En muchos casos las mujeres no son bien tratadas en la Policía cuando son víctimas: ese fue el caso de la niña de 16 años que fue violada por varios hombres. Ella tuvo muy mala atención. Eso llamó mucho la atención en Brasil sobre la necesidad de enfrentar la violencia sexual como una cuestión cultural que está diseminada en todo el territorio nacional.

–¿Es común que las víctimas reclamen por malos tratos de la Policía o del sistema judicial

-La ley brasileña definió que es necesario instalar comisarías especializadas para la atención a las mujeres, pero todavía no las tenemos instaladas en el país. En las comisarías comunes las mujeres muchas veces no reciben una atención adecuada. Hay una revictimización: ellas son víctimas, primero de la violencia de género y después de la violencia institucional, ejercida por policías, peritos, funcionarios judiciales... La calificación de la atención debe ser trabajada de forma mucho más fuerte. En los últimos meses tuvimos programas sociales que fueron cerrados por el gobierno de Temer porque él pretende ahorrar, no invertir, en atención social. Esto dificulta todavía más la atención a las mujeres.

–¿Qué avances tuvieron lugar durante el gobierno de Rousseff en las políticas destinadas a promover la igualdad de género?

-En el gobierno de Dilma había 11 ministras, hoy hay una. Había un Ministerio de Mujeres que tenía un plan nacional para el combate a la violencia, la igualdad en el mercado laboral y la paridad en salud, educación, asistencia, etcétera. Este ministerio fue desarmado, y las políticas públicas a su cargo quedaron dispersas y ahora no tienen un presupuesto adjudicado. Para las mujeres es difícil la situación en Brasil: teníamos una mujer presidenta, que ahora no tenemos; teníamos ministras y ahora no las hay; y teníamos políticas públicas para las mujeres que ahora no están.

–En el gobierno de Rousseff tuvieron mucho protagonismo las mujeres, antes que nada porque había una mujer presidenta y varias ministras, pero también porque durante el juicio político en su contra, la principal oposición fue de diputadas y senadoras, entre ellas usted. ¿Eso cambió la percepción de las niñas y mujeres sobre su papel, como Rousseff esperaba que sucediera, según dijo en sus discursos?

-Dilma fue derrocada por un golpe, Brasil vive un momento muy grave, la democracia brasileña está herida. Entonces hay un desencanto muy grande con la política. Además, Brasil es muy conservador y machista. Nosotras todavía no tenemos una buena representación parlamentaria, sino que es diminuta, mínima: somos menos de 10% en la Cámara de Diputados [9% en esa cámara y 13% en el Senado]. No soy optimista en cuanto a la participación de las mujeres en la política, no me parece que estemos cerca de modificar esa historia. La expulsión de Dilma fue también la de las mujeres en general.

–En lo personal, ¿su condición de mujer le dificultó su carrera política?

-Sí, sí. El sistema político de Brasil está muy pendiente de los recursos financieros, y las mujeres tenemos menos dinero para las campañas y eso lo hace más difícil. Pero yo diría que lo principal es el machismo que sufrimos las mujeres: el trabajo de dirección, de comando político, es masculino.

–En el Congreso los líderes de bancada son hombres, las comisiones están presididas por hombres...

-Incluso en la izquierda, aunque el Partido de los Trabajadores tiene un mecanismo por el cual 50% de su dirección tiene que ser integrada por mujeres.

–Usted ha sufrido agresiones de varios políticos. Quizá el caso de Jair Bolsonaro fue el más visible -entre otras cosas, el diputado le dijo que no la violaría porque “no se lo merece” y la trató de “vaca”-. ¿Ese tipo de cosas también le pasan con otros compañeros?

-Este diputado ha sido muy descalificado por su actuación, pero es un representante de la ultraderecha y representa a todos aquellos que no consiguen convivir con la diversidad. Ante estas situaciones nosotras tenemos que estar firmes, porque sabemos que somos pocas, que nuestra posición todavía es frágil, y cuando estamos en posiciones de poder tenemos que aprovechar para derrotar a esos machistas.

–Se hablaba de que los ataques de Bolsonaro sólo se dirigieron contra usted o Rousseff, que él nunca haría ese tipo de comentarios contra un hombre.

-Claro, eso lo sabemos. Lo que nos preocupa es que cuanto más nos ataca más crece, porque hay mucha gente en la sociedad que piensa como él.

–¿Cómo le parece que se puede contrarrestar eso en la sociedad brasileña?

-Es una cuestión cultural. Nosotros necesitamos generar más cultura democrática en el pueblo de Brasil. A diferencia de otros países de la región, como Uruguay y Argentina, aquí la dictadura no generó una oposición de masa. Es un país autoritario, la cultura democrática brasileña es muy frágil. En ese contexto, el machismo entra como parte de la cultura autoritaria.

–¿Y qué habría que impulsar, desde la política, para cambiar esa realidad, que es más bien social?

-La sociedad puede ser cambiada con procesos políticos participativos, democráticos y transformadores. Nosotros creíamos que estábamos haciendo eso en los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y de Rousseff, creíamos que desde lo cultural se podría cambiar esa realidad. Sin embargo, lo que vimos es un crecimiento de la derecha.