Ayer se conoció un informe de Naciones Unidas según el cual el gobierno sirio utilizó armas químicas sobre la población civil. En el documento también se acusa a Rusia de haber bombardeado hospitales, algo que constituye un crimen de guerra. El presidente ruso, Vladimir Putin, no desmintió las acusaciones, y se justificó afirmando que “esos hospitales estaban llenos de intelectuales homosexuales y mujeres que hacen rabiar a sus hombres por lo menos una vez al año. Rusia no puede permitir que esas cosas pasen a menos de 1.000 kilómetros de su territorio”. La confirmación de que el gobierno sirio continúa utilizando armas químicas generó fuertes cuestionamientos de la comunidad internacional, que se extendieron a Vladimir Putin, por ser uno de los principales aliados del mandatario Bashar al Assad. Estas críticas se suman a las que está recibiendo a nivel interno desde hace semanas, aunque en este caso no tienen como centro el uso de armas químicas, sino el de armas nucleares. Un diputado opositor se preguntó ayer, en una sesión de la cámara baja: “¿Es necesario que sigamos gastando centenares de miles de millones en construir y fabricar armas nucleares? El arsenal ruso está pensado para un mundo distinto, en el que Estados Unidos era una superpotencia a la que nos enfrentábamos. Hoy por hoy esto ha cambiado, y los rusos pudimos apoderarnos de Estados Unidos sin disparar un solo misil”. Una investigación del periódico estadounidense The Washington Post reveló que Jeff Sessions, secretario de Justicia de Estados Unidos y asesor de campaña de Donald Trump, se reunió con funcionarios diplomáticos rusos antes de las elecciones. Un asesor de Putin reconoció que la posibilidad de recortar los programas nucleares está siendo considerada, ya que “todo parece indicar que los países occidentales van a seguir eligiendo payasos manipulables como líderes. Y con Trump quedó demostrado que para someter a esa gente, alcanza con un par de adolescentes aficionados a la computación”.