Siente un “amor incondicional por los trenes y el patrimonio nacional”. Por eso Sebastián Morales, de 32 años, se unió al Grupo de Pasajeros en Defensa de la Estación Central, y ayer se manifestó, como todos los años, en la esquina de Paraguay y La Paz, en Montevideo. Ahí está el edificio de la Estación Central General Artigas, ahora cercada por una valla blanca, y ahí funcionó, hasta el 28 de febrero de 2003, la “vieja y querida” terminal de pasajeros de la Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE). El grupo y los vecinos que ayer se reunieron quieren recuperar el edificio y volverse a subir a los trenes.
El grupo considera imprescindible que el gobierno cree un “plan maestro” para utilizar los distintos espacios de los terrenos y el edificio que conforman la estación, dándole “prioridad” al servicio ferroviario y “transformando” el edificio en un centro de intercambio de viajeros entre trenes y ómnibus. “Queremos que esto vuelva a la vida; recuperarla por y para todos los uruguayos, para que [el barrio] la Aguada, el país y, sobre todo, AFE puedan crecer en serio”, dijo a la diaria Morales, que ayer ofició de vocero del grupo, y pidió que “entren a la cuenta de Facebook o Twitter” de este y firmen una petición -que ya lleva 1.250 adherentes- a las autoridades para que la estación “realmente vuelva a la vida”.
Vecino, vecina
Roberto y Cecilia -una pareja sesentona que hace 22 años vive en el barrio y que ya el año pasado se manifestó junto al grupo- no conocen el trasfondo político-histórico de la estación, pero como ciudadanos que en su momento hicieron usufructo del servicio, quieren que se reanude y que se conserve el monumento. “Se está lapidando la instalación, se está deteriorando”, aseguró Roberto, quien señaló que, como si fuera poco, también lo están “vandalizando”. Lidia de León también estaba ahí. Tiene 62 años, y desde que tiene “uso de razón” anduvo arriba de algún tren de AFE; iba muy seguido a Cardona, Soriano, y a La Paz y Las Piedras, Canelones, y no entiende “cómo es posible que no haya tren”. “Un país sin tren no es país”, asegura.
Otro que andaba en la vuelta -con un par de libros de su autoría bajo el brazo- era Julio César Hernández, de 81 años. El hombre contó que fue presidente de la comisión que organizó el festejo por el centenario de la estación (1897- 1997), por eso, y porque le “duele” que “la dejen caer”, ayer se manifestó. “Visité más de 30 [estaciones de ferrocarriles] de diferentes países del mundo, y esta es la más bonita que hay”, dijo sin vacilar.
Gabriel Beuliacqua, de 74 años, es el hombre que lleva colgado un cartel plastificado que reza tristeza não tem fim y que se aparece dos por tres en las manifestaciones. “Militante de corazón”, ayer también estuvo presente. Dice que se subió al coche motor de AFE una “infinidad de veces”, y exclama en medio del cuento: “¡Cómo no voy a extrañar al ferrocarril! Si crecí yendo a Punta del Este con mis padres, a San Ramón, a lo de mis abuelos”. Gabriel extiende el brazo y señala la vereda de enfrente, esquina cruzada con la estación, donde ahora hay una empresa de seguros, en la que había un “excelente Petit Hotel” en el que se quedaban sus abuelos cuando venían a verlo, y enfrente, donde ahora hay un baldío, “un montón de restaurantes y bares”. “Este país no tiene nada que ver con el Uruguay batllista que duró hasta 1959. ¡Cómo no lo voy a extrañar!”, repite, y señala, otra vez, el verso que lleva en el pecho, de Vinícius de Moraes, y completa la estrofa cantando Felicidade sim.
Breve historia de la debacle
“¿Por qué se salvó en su momento el Hipódromo de Maroñas, que iba a ser destinado a viviendas? Porque hay políticos que van a las carreras. Porque ninguno viaja en ferrocarril”, dice el volante del grupo, y repite Morales. En 2003 se vendió la Estación Central al Banco Hipotecario del Uruguay, para llevar a cabo el Plan Fénix, que no prosperó. Después sobrevinieron los litigios judiciales entre las partes; actualmente se transita la última etapa judicial para anular ese contrato y que, definitivamente, el predio pase a manos del Estado.
El “abandono” de la estación y su posterior traslado a la nueva terminal de trenes, a más de 500 metros hacia el norte, acarreó un “sinfín de inconvenientes”. La distancia, dice Morales, es el principal motivo por el que los trenes de la línea Montevideo-Progreso-25 de Agosto perdieron “más de 100.000 pasajeros”; lo mismo sucedió con los de la línea Montevideo-Pando-Empalme Olmos, que “no pudieron captar más pasajeros”. En un volante que repartieron, también aseguran que los trenes de carga se vieron perjudicados porque se abandonó la playa de maniobras, “debiendo dejarse vagones en Manga y Peñarol a varios kilómetros del puerto, lo que implica elevación de costos para el ferrocarril”. Por todo esto, quieren que los trenes vuelvan a salir y llegar de la estación.