El jueves de tarde, en la escuela 11 de Mercedes, un alumno de nueve años agredió a una maestra. Varios grupos volvían de una caminata por el Día de la Educación Física; la maestra vio a unos niños peleándose y fue a separarlos, y recibió, de uno de ellos, golpes, patadas y mordidas. Estuvo varias horas en el sanatorio, pero fue dada de alta con algunos hematomas como secuelas.
La maestra publicó en su perfil de Facebook su opinión sobre lo sucedido. “En la posibilidad de trabajar con niños, personalmente me nace formar personas, buena gente, de emociones positivas, de sueños inmensos. Trato de que las alas de mis nenes sean las de más colores, que le den una mano al de al lado, que rían y que aprendan a superar el llanto. Me tomo un tiempo divino para trabajar eso más allá de lo curricular, las letras y los números. Pienso que como docente tengo la suerte de intentar hacer algo por los niños que en poquito serán sociedad, señores, votadores y papás”. “Siempre, la vida me acerca niños de alma rota, que necesitan ayuda, que están solos. Ahí, saco mis herramientas como maestra, pero gana mi amor, mis ganas por hacer algo. Hace unos días se acercó un niño así... Pregúntenle a mamá, no dejé de pensar en qué hacer. Cómo encaminarme para darle una mano. Al menos la contención. Algo hice, algo pude hacer. Él me dejó entrar después de inmensos ¡NO! Eso sí, nunca me miró a los ojos, pero me pedía a gritos ayuda”.
Si bien ella no era la maestra del grupo del niño, había logrado generar un vínculo con él, comentó Elbia Pereira, la presidenta de la Federación Uruguaya de Magisterio (FUM) y dirigente, también, de su filial en Soriano, la Asociación de Maestros del Uruguay (Ademu) Soriano.
Pereira consideró que hechos como el del jueves “reflejan desbordes emocionales de los niños, ocasionados por cuestiones que nada tienen que ver con la escuela. Son situaciones que les toca vivir a los niños, situaciones que no pueden resolver, y esa es la forma que tienen de manifestarse”, opinó. Añadió que estos “no son hechos aislados”, aunque eso no significa “que sean normales o que se relativicen”. Distinguió estos casos de, por ejemplo, berrinches que pueden suceder en niños de tres o cuatro años, que también pueden tener como consecuencia alguna agresión a los maestros, pero que son habituales y esperables a esa edad; “el tema es cuando el niño es mayor; es una conducta que no está dentro de lo esperable”.
Sobre la agresión que sufrió, en su nota la maestra dice que aún no le encuentra explicación: “Decidió que yo merecía golpes, merecía sentir dolor. Mis nervios, o el motivo por el que sentí angustia, no fue su puño, patada o mordida que me dio... Sino que los demás 22 niños, que son mi responsabilidad, vivieran tal hecho de violencia. No respondí a su ataque, incluso llegué a acariciarlo en medio de la situación. Cuando pasó el momento, entré en estado de shock y creo que, más en calma, aún sigo nerviosa”. Tanto la FUM como la Inspección Departamental de Primaria estuvieron el jueves en el sanatorio acompañando a la maestra, y el viernes se llevó a cabo una primera actividad de la inspección con los maestros.
Ademu Soriano resolvió el viernes convocar a una reunión, después de la Semana de Turismo, con todos los actores departamentales que tienen que ver con los derechos de los niños: el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay, la Inspección Departamental de Primaria, el Consejo de Educación Inicial y Primaria, la Policía Comunitaria y las unidades vinculadas a la violencia doméstica, los representantes del Juzgado de Menores y el Ministerio de Salud. El objetivo es “buscar mecanismos para que cuando hay casos de niños que tienen carencias de determinado tipo, no sólo alimentarias, sino también afectivas, situaciones de vida que los golpean o algún tema de necesidades educativas especiales, que esos niños sean atendidos en una red mucho más coordinada entre todos los que estamos involucrados”, explicó Pereira.
Sobre el hecho, la maestra opina en la nota: “No es la culpa de nadie. Los maestros necesitamos apoyo, pero más que nadie él y su familia. La vida no nos prepara para superar ciertas cosas... Se necesita un compromiso de la sociedad y autoridades para cambiar, para estar, para sostener a una persona en estado de vulnerabilidad. Un paro docente no me saca la angustia, no le dará paz al niño. Si esto pasó, que valga el querer hacer cosas, el ayudar a niños en situaciones emocionales inestables. Yo no tengo miedo, yo estoy triste. Por lo que tuvo que pasar, por él, por mis nenes y por la cantidad de disparates que leí y escuché”. Tras agradecer a quienes se preocuparon por ella, asegura que después de las vacaciones seguramente “vuelva con más ganas que nunca” a las clases.