En una tira de humor de tres cuadros del dibujante argentino Liniers sucede lo siguiente. En el primero se describe al pesimista; se trata de una persona que tiene enfrente un vaso con el agua por la mitad. Al mirarlo dice: “Un vaso medio vacío”. En el segundo se describe al optimista; en este caso la persona, al mirar el vaso, lo señala y dice: “¡Un vaso medio lleno!”. Y en el tercero se define al gran optimista; en este caso, la persona mira el vaso e inmediatamente, levantando los brazos y de manera convincente, exclama: “¡Un vaso! ¡No te lo puedo creer! ¡Un vaso!”.

Definitivamente, decido estar en el tercer cuadro. Un proyecto político transformador de izquierda debe tener esperanza y optimismo sobre el presente y el futuro, y una profunda confianza en las personas. Desde este enfoque, la participación ciudadana asume especial relevancia en la implementación del proyecto. Incorporar la participación ciudadana; de grupos, organizaciones sociales, de base, religiosas, intelectuales, empresariales, de colectivos culturales y deportivos, etcétera. Debe reconocer la pluralidad de todos los actores que formamos parte de la sociedad y valorar la riqueza de miradas y aportes para construir respuestas y complementariedades entre los diversos actores sociales.

Desarrollar y alimentar la capacidad colectiva para reflexionar, pensar y discrepar juntos, al mismo tiempo que poder construir respuestas en conjunto, es un desafío colectivo permanente. Seguramente el desarrollo de esta característica puede ser un indicador de la calidad de nuestra democracia y de la madurez que tenemos para resolver los problemas y conflictos.

Entiendo la participación ciudadana, social y solidaria como un aporte en la construcción de la sociedad que muchos soñamos. Una sociedad plural, diversa, profundamente democrática, participativa, libre y solidaria. Una sociedad que cuida, que protege, que se anticipa a la vulneración de derechos, que promueve, que incentiva, que amplía y profundiza derechos. Una sociedad que nos permite pertenecer a todos y todas, que facilite y acompañe el desarrollo de proyectos de vida y proyectos comunitarios; en definitiva, una sociedad que construye bienestar y que nos da la posibilidad de ser más felices.

El aporte de la participación ciudadana es sustantivo en esta construcción, en la medida en que adquiere múltiples formas y funciones, pues controla, exige, demanda, solicita rendiciones de cuentas y transparencia. Pero también una participación que forma parte de las respuestas y soluciones. Que se remanga y que, sin perder el espíritu crítico, se ubica en un lugar de esperanza y de proactividad para transformar la sociedad. El voluntariado es una de las tantas expresiones de participación solidaria y colectiva que se ubica del lado de formar parte de las respuestas.

Parados sobre la enorme experiencia de solidaridad de la sociedad uruguaya, que se refleja en el movimiento social, sindical, religioso y comunitario, así como en políticas públicas que han incorporado prácticas solidarias, como el Plan Ceibal y el Programa Compromiso Educativo, hemos impulsado desde el Ministerio de Desarrollo Social el Programa Nacional de Voluntariado. Una iniciativa que supone abrir puertas y ventanas del Estado a la participación de la gente, al oxígeno y a lo interpelante que puede significar la participación ciudadana. Es entonces una participación que incomoda, porque cuestiona, porque discute y propone nuevas formas de hacer y decir. Esa es la participación a la que convocamos desde el Programa de Voluntariado.

Tenemos muy claro que es el Estado el primer responsable en garantizar los derechos de las personas. Pero ¿es el Estado el único actor que debe formar parte en la construcción de las respuestas? Entiendo que junto con el Estado y las políticas públicas deben estar la participación y la corresponsabilidad de la ciudadanía y la sociedad civil organizada, para proponer, demandar e interpelar. Por eso, el Programa de Voluntariado.

No se trata de una participación voluntarista, paternalista ni uniforme, tampoco de una participación que sustituye el rol del Estado. Se trata de una participación que complementa, que aporta y suma desde otro lugar, que pone en juego compromiso, confianza e innovación, que aporta aspectos en los que muchas veces las políticas se quedan cortas, como la capacidad de establecer vínculos transformadores, que motiven y entusiasmen.

Porque nos interpelan la desigualdad, la pobreza, el medioambiente, el ejercicio de derechos y muchas de las cosas que vemos en la sociedad, convocamos al desarrollo de prácticas solidarias. A una participación que no es neutral. A una participación que se posiciona y que se conmueve con la realidad. Por eso convocamos a “participar para transformar”. El año pasado fueron 2.800; en 2017 son 4.000 los que han decidido ser parte del programa. Esto habla de nosotros, las uruguayas y los uruguayos, de que seguimos siendo herederos de una historia de luchas, sueños y solidaridad compartida.

El futuro es de multiplicar, sumar y contagiar a todas y todos, a los viejos y a los jóvenes, a los del norte y a los del sur, a los que nunca participaron y tienen todas las ganas de hacerlo, a los que ya lo intentaron y se desilusionaron, y a los que quieren darse una nueva oportunidad. A los pesimistas, a los optimistas, y también a vos.

Matías Rodríguez Director nacional de Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo Social.