–Durante tu conferencia y en algunos de tus trabajos mencionás “los niveles muy bajos de fecundidad en el mundo industrializado, especialmente en los países del este y del sureste asiático”. ¿Estos bajos niveles también se relejan en América del Sur?

-Ahora los niveles son altos; en Uruguay es cercano a dos hijos por mujer, una muy buena cifra que no despierta preocupación, pero la pregunta a plantearse es cuál es el futuro de esto. Para mantener el buen nivel son necesarios cambios en la sociedad, en especial en términos de igualdad de género. Si la sociedad no ayuda a los padres, si la relación entre hombres y mujeres no se vuelve más igualitaria, hay riesgo de que esta cifra caiga un poco.

–¿Cuáles son las consecuencias de estos bajos niveles de fecundidad a nivel mundial?

-Una de las consecuencias es que la edad de la población aumenta. Eso significa que es más difícil pagar las jubilaciones y que el sistema de salud se vuelve más caro de mantener; de hecho, esta es la principal razón por la que Europa busca combatir la baja fecundidad. Las soluciones que se han planteado para contener estos problemas no son populares: por ejemplo, ha aumentado la edad mínima para jubilarse. No es una medida popular, pero tiene sentido porque vivimos más tiempo y con mejor salud.

–¿Qué causa los bajos niveles de fecundidad?

-Hay muchos factores, pero uno obvio es que el aumento de ingresos económicos afecta directamente el nivel de fecundidad. Esto sucede porque, si cuenta con mayores ingresos, la gente invierte más dinero en sus hijos, y si los niños cuestan más, las economías de los hogares pueden sostener menos hijos. Hoy los padres invierten no sólo en las escuelas privadas más prestigiosas, sino también en clases de música, de ballet, de informática; con esos estándares, no se puede tener muchos hijos. Hoy no se tiene familias grandes porque sale mucho dinero. Es verdad que la mayor razón es económica, pero otro factor muy importante es lo normativo, lo que la sociedad espera del concepto de familia. Hoy en día, no se piensa en tener grandes familias; es normal que la cantidad de hijos deseada no supere los dos. Además, actualmente se espera que los padres tengan un alto nivel de involucramiento en la vida familiar, y los ritmos de la rutina diaria no permiten un gran número de hijos.

–Si con altos ingresos baja la tasa de fecundidad, ¿por qué los países más ricos de Europa se ubican en los niveles más altos?

-Porque tienen buenas políticas, como licencias maternales y paternales, un buen servicio de cuidado para los niños cuando los padres deben ir a trabajar, un buen programa de salud. Sin eso, probablemente la fecundidad sería menor.

–En tu estudio también mencionás que el trabajo puede ser un problema, y en particular la desigualdad de género en el trabajo remunerado y no remunerado. ¿Por qué crees que es un problema?

-Si las mujeres hacen todo el trabajo en la casa, si van de compras, limpian y cocinan, y además tienen un trabajo afuera, están teniendo dos trabajos al mismo tiempo: esto es lo que llamamos “doble turno”. Lo que sabemos es que esto tiene un impacto negativo en la fecundidad, porque es demasiado para la mujer, entonces la única forma en que puede compensar tanto trabajo es teniendo menos hijos.

–¿Por qué creés que todavía existe la idea de que la mujer debe cuidar a los niños?

-En el pasado, la sociedad creía que las mujeres eran mejores en el cuidado, pero eso son puras tradiciones. En los ejemplos que hemos visto en países donde los hombres padres están involucrados, lo hacen tan bien como las mujeres. Pero en otros países nunca tienen la oportunidad de hacerlo, y si no lo practicás nunca te convertís en bueno.

–¿Cuáles son las políticas familiares que los países han adoptado, relacionadas con esta problemática?

-Los gobiernos están muy enfocados en apoyar a las madres para que no tengan que dejar de trabajar cuando nacen sus hijos, porque luego es difícil que vuelvan a conseguir trabajo y, al final de su vida, habrán generado muy poca jubilación. Es difícil cambiar, porque esto está relacionado con las costumbres y culturas, pero hay muchos países que enfocan sus políticas en los hombres, para que tomen su licencia paternal y estén más involucrados en los hogares. Esto es algo que hemos discutido acá, porque en Uruguay los padres no la toman.

–¿Por qué creen que pasa eso en Uruguay?

-Se necesita mucha promoción y campañas de concientización para que los padres tomen su licencia paternal; muchos no saben que existe o tienen miedo de que sus jefes o colegas no lo vean bien. En Europa se está cambiando esta tendencia, pero esto requiere tiempo. Esta es la clase de costumbres y valores que cuesta cambiar; el gobierno debe ser paciente pero insistente para conseguir que los padres hagan uso de su licencia. Va a ser muy interesante observar en unos años si Uruguay logra revertir esta tendencia y los hombres empiezan a hacer suyo el derecho de quedarse con sus hijos, y así también repartir de forma más pareja las tareas de la paternidad.

–¿Cuál es la diferencia entre las políticas adoptadas por los países de Asia, de América del Sur y de Europa?

-En Asia y en Europa las políticas no buscan estimular la fecundidad: se centran en promover la igualdad entre hombres y mujeres. Sobre todo, apuntan a promover el bienestar familiar. Las grandes políticas son las licencias maternales y paternales, y el cuidado de los niños con la oferta de guarderías públicas o subvencionadas por el Estado para que la cuota sea más baja. Las políticas son parecidas, la diferencia es cuánto invierten los gobiernos; en países como Suecia, Noruega y Francia estas políticas tienen prioridad, pero en países como Italia o Japón hay muy poca inversión: las políticas están, pero no con mucha participación.

–¿Qué muestran los estudios de fecundidad en Uruguay?

-Yo no soy especialista en lo que sucede en Uruguay, pero se han visto dos realidades: por un lado, hay una fecundidad relativamente elevada en adolescentes; por otro, los grupos con un nivel de educación más alto tienden a aplazar la paternidad, prefieren tener hijos a una edad más adulta. Este último hecho afecta de alguna forma a la fecundidad, porque si se sigue postergando la maternidad, la mujer se enfrenta a los contratiempos biológicos de la edad. Estas dos tendencias paralelas convierten a Uruguay en un caso particular. También va a ser muy interesante ver cómo sigue esta tendencia al aplazamiento de la maternidad. En Europa, en promedio, la mujer tiene su primer hijo a los 28 años, mientras que en Uruguay ese promedio ronda los 24, pero parece que podría seguir aumentando.

–Cerrás tu trabajo con la pregunta: “¿Por qué la gente todavía tiene hijos?”. ¿Cuál creés que es la respuesta más común?

-Para la mayoría de las parejas es algo que quieren hacer juntos, un proyecto, algo que trae una gran alegría; la mayor razón son las emociones. En el pasado, la paternidad era para asegurar que alguien te sostuviera en la vejez, pero ahora, con las jubilaciones y ahorros, ya no es la razón principal. Hoy las parejas tienen hijos porque lo consideran algo muy valioso desde una perspectiva sentimental.

Leticia Castro