Hace unos 40 años, Leo Maslíah comenzó a realizar espectáculos en los que interpretaba canciones propias, y lo festejará este domingo, a las 21.00, en el teatro Solís (ver recuadro). En esas cuatro décadas publicó una enorme cantidad de textos en periódicos, editó libros (que también son unos 40), presentó obras teatrales de su autoría y desarrolló otras actividades como actuar en películas o componer ópera. De todos modos, Maslíah es identificado en Uruguay sobre todo por la parte de sus trabajos que se puede etiquetar como “música popular”, aunque también es compositor e intérprete de “música culta”. Que esa definición sea pertinente es otro asunto.

Quién era

Ya en sus comienzos quedaba claro que era distinto, incluso dentro del grupo de artistas que aventuraba las propuestas más radicalmente novedosas. Entre las características que llamaban la atención de quienes llegaban a conocer algo de su repertorio y contribuían a que se hablara de él, quizá tres fueron las principales.

La primera y menos diferencial era la intención política: como ocurría con todos o casi todos los artistas que fueron identificados como parte del llamado canto popular, el público percibía en las canciones de Maslíah un mensaje -elaborado con particular inventiva y destreza en el manejo de las palabras- de rechazo a la dictadura, que en su caso iba bastante más allá de lo que se podía considerar denuncia de las atrocidades del régimen, ya que incluía referencias a ideas y comportamientos de personas comunes y corrientes no embanderadas con posiciones políticas, y por lo tanto activaba un pensamiento crítico amplio sobre la sociedad de aquellos tiempos. Pero era difícil -aun con la fuerte predisposición de aquel público- ver en sus canciones el tipo de exhortaciones a la movilización o de alusiones a un “amanecer” que llegaría, abundantes en otros repertorios.

En segundo lugar, la obra de Maslíah se asoció con el humor, no porque fuera reidera en su totalidad o principalmente, dado que cantaba acerca de muchas situaciones dramáticas y terribles, sino porque lo que era realmente humorístico tenía altos niveles de calidad e inteligencia en ese terreno, y no quedaba acotado a piezas “de género”, sino que atravesaba incluso sus composiciones referidas a los asuntos más graves o patéticos. Hay que decir que, además, en muchas de sus canciones la risa de los oyentes no surgía porque él hiciera chistes, sino del modo en que le sirve a los seres humanos para reaccionar ante aquello que los desacomoda o los perturba profundamente.

Por último (y sin pretensión de redondear una descripción integral), Maslíah profundizó en varias direcciones, y tanto en las letras como en las músicas, la tendencia de presentar al público composiciones que le exigieran alejarse de lo tradicional en la música popular, y por lo tanto estimularan cambios de su capacidad para percibir el arte y el mundo. Se atrevió a ser “extraño” en armonías, melodías y desarrollos musicales, en la temática de sus textos y en la manera de tratarla, en la actitud escénica, en la forma de cantar, en el modo de utilizar sus considerables habilidades como pianista y en muchas áreas más.

Qué más

Nada de esto impidió que los abundantes talentos del artista lo llevaran a ser apreciado por cada vez más gente no sólo en Uruguay, sino también muy notoriamente en Argentina, donde actúa con frecuencia desde hace muchos años, y en otros países. Pero algunas de las características de su obra han sido más difíciles de captar que otras, incluso por parte de quienes se convirtieron en sus fieles y entusiastas seguidores. Para intentar explicar una de ellas, quizá sea útil señalar que, aunque Maslíah sea un admirador de la obra del gran francés Georges Brassens, y más allá de que en algunas de sus primeras canciones se puedan identificar algunas influencias de ese cantautor, hubo desde el comienzo otras facetas que se podrían considerar más cercanas al también francés y también grande Boris Vian (como él, un escritor/músico y mucho más), que desafiaba las tradiciones y convenciones de un modo muy distinto al de Brassens. Vian, a su vez, tuvo una estrecha relación con el movimiento OuLiPo (ver ladiaria.com.uy/UNp o ladiaria.com.uy/UNq), cuya preocupación por las relaciones entre el arte y la realidad fue trabajada por distintas vías, entre ellas la aplicación de restricciones (“constricciones”) experimentales a la creación. Hay gran cantidad de textos de Maslíah producidos también a partir de alguna restricción deliberada, no siempre explícita, y más en general se podría decir que gran parte de su obra parece surgir de la pregunta clásica de la ciencia ficción: “¿qué pasaría si...?”, aplicada en un ámbito mucho más vasto que el de la trama de una novela, y tanto en la escritura de textos como en la música.

Por supuesto, y más allá de esas referencias francoseniles, en el caso de Maslíah no se trata meramente de ejercicios o juegos -aunque esos aspectos estén presentes- ni de optar por cualquier posibilidad dentro de una infinita combinatoria, porque hay premisas políticas e ideológicas que gobiernan lo lúdico. No es casual que haya buscado, por ejemplo, en “I lique roc”, el efecto de cantar apegado a la fonética en español de una letra en inglés, sobre base roquera genérica, y no otros efectos que podrían surgir de juegos semejantes con otros tipos de música y otros idiomas. No es casual que tenga varias canciones y textos que se relacionan con implicaciones perturbadoras de posiciones políticas que podemos etiquetar sin mayor polémica como derechistas. Pero de todos modos, siempre, las palabras son un fenómeno que le importa especialmente, y durante 40 años se ha dedicado a exponer sus ambigüedades, sus usos equívocos habituales y sus posibilidades poco exploradas, tanto en obras de largo alcance como en observaciones malhumoradas sobre el habla cotidiana.

Dicho sea de paso, y ya que se mencionó la ciencia ficción, hay un problema de relación entre arte y realidad contra el que Maslíah ha batallado en forma consecuente durante décadas, y que tiene que ver con su rechazo a la idea de que una obra artística debe evaluarse en relación con un presunto hecho al que se refiere (como si se tratara de una crónica periodística), e incluso a la idea de que en ella “se expresa” su autor. Los malentendidos en esta materia vinculados con el trabajo de Maslíah son, en cierta medida, semejantes a los planteados acerca de los últimos escritos de uno de sus autores preferidos, Philip K Dick: ante esas obras, que incluyen la presencia de entidades metafísicas y algunas hipótesis audaces sobre lo que consideramos realidad, es habitual que a los comentaristas les parezca relevante determinar si Dick “creía” o no lo que escribió, en vez de ver esos trabajos como respuestas artísticas a un “¿qué pasaría si...”, mientras que a nadie se le ocurrió nunca preguntarse si el escritor “creía” en lo que contenían sus novelas más (relativamente) clasificables como ciencia ficción.

Quién es

Al escuchar el más reciente disco con canciones nuevas de Maslíah (Luna sola, de 2014), no se puede decir que haya dejado de trabajar en ninguna de las áreas ya mencionadas, a las que fue agregando, con los años, textos leídos sin música, músicas sin texto, y versiones/recreaciones de piezas ajenas (además de ir dejando entrar, en cierta “dureza” o distanciamiento de sus primeros años, otras vetas, como las de delicadas canciones de amor o aproximaciones más “sensuales” a lo musical). En Luna sola permanecen las posturas críticas ante situaciones sociales y políticas, que nunca abandonó (en su repertorio relativamente reciente hay, por ejemplo, cuestionamientos explícitos a la situación de las trabajadoras de la naranja en Salto, a la política del banco Hipotecario, a la ocupación de Haití o al neoliberalismo en general, así como afilados comentarios sobre el escándalo de los Panama Papers). Hay humor intencional, gracia para escribir y textos que pueden causar una risa nerviosa; hay audacias y propuestas desafiantes en “forma” y “contenido”; hay partes de piano excelentes y manejos astutos de la voz, que por supuesto tiene, al cantar, algunas limitaciones adicionales debido al paso de los años. Sin embargo, Luna sola, como cualquier otro disco de Maslíah de las últimas décadas, estuvo lejos de causar un impacto comparable con el de sus fonogramas de los años 80. Pero no hay evidencias para afirmar que menguó la creatividad del artista, ni que su producción, mantenida a un ritmo inverosímil, dejó de ser llamativa en términos de originalidad y calidad (aunque hay, naturalmente, un factor de acostumbramiento a su existencia).

Sucede, para empezar, que el lugar de los músicos y de los discos en la sociedad ha cambiado (o, más bien, ha sido cambiado), de tal modo que su posible impacto máximo disminuyó considerablemente. Pero hay otros elementos que contribuyen un poco, en el caso particular de Maslíah, a que incluso muchas personas que tienen una opinión positiva sobre su trabajo desconozcan cuáles han sido sus obras más recientes. Uno de ellos es el modo en que ha elegido relacionarse con los medios de comunicación escritos, que por ahora siguen siendo la base a la que se refieren los demás. Un poco por el disgusto -justificado- con numerosos periodistas que le han preguntado tonterías, sin entender demasiado a qué se dedica, y sin entender tampoco, a la hora de reproducir sus respuestas, qué les había dicho. Pero quizá un poco también porque algunas habilidades sociales nunca han sido el fuerte de Maslíah, que a veces ha tenido motivos para arrepentirse de que se le hubiera ido la boca en una entrevista. El hecho es que, para medios de prensa, sólo responde a cuestionarios por escrito. Si a esto le sumamos que hay muy pocas personas en condiciones de escribir con fundamento sobre su cuantiosa producción artística, se puede entender un poco mejor por qué se ha convertido en alguien cuya obra es “conocida” en un sentido muy superficial de la palabra. Y es una pena, porque durante 40 años, y hasta hoy, que esté y produzca entre nosotros es una oportunidad que no nos conviene desperdiciar.

El Solís

En el espectáculo “Leo Maslíah – 40 años” participarán Tato Bolognini (batería), Lucía Gatti (chelo), Sara Genta (guitarra y flauta), Nicolás López (bajo), Carlos Morales (guitarra), Martín Morón (trombón) y Emiliano Pereira (clarinete y saxo), además de Paula Maslíah, hija de Leo, como cantante invitada.