Es indudable la importancia que tiene la economía en la generación, la propiedad y la distribución de bienes y servicios, y el acceso a los derechos básicos de la población en la vida nacional. Es un viejo problema que ha tenido distintas respuestas la pregunta de cuál es la riqueza de las naciones, por lo que es muy válido internarnos en el asunto de las características de nuestra producción nacional y su vinculación con la construcción de una sociedad verdaderamente democrática.
Se repite mucho el concepto de matriz productiva, pero es fácil percibir que con frecuencia no estamos pensando lo mismo cuando hablamos de ella. Algo similar sucede cuando nos referimos a la necesaria industrialización, porque influyen en nuestra visión, más allá de nuestra voluntad, el proceso de industrialización que conocimos en Uruguay en la etapa de sustitución de importaciones y las consecuencias positivas que este tuvo para el país y para los trabajadores en aquella etapa de mediados del siglo pasado.
Los progresos en el campo del conocimiento, la tecnología y la internacionalización de la economía han superado aquellas viejas categorías de los sectores primario (o agropecuario), secundario (o industrial) y terciario (o de servicios) de la economía.
Surgió entonces el concepto de cadena productiva. Desde esta definición, se busca mejorar la estructura económica del país, ya no sustituyendo un sector por otro, sino estudiando la fragmentación de los procesos productivos con su aglomeración geográfica en la etapa actual de producción global, buscando nuestra inserción en cadenas de valor competitivas y al mismo tiempo de cooperación. Así, la idea de cadena de valor integra la actividad de producción de la materia prima, de su transformación y los servicios imprescindibles del proceso (financieros, de información, de registro y logística), hasta que el producto llega a los consumidores. De esta manera se potencia la integración de los actores de la cadena y se supera la visión en compartimentos estancos.
Gráficamente, cuando exportamos un queso estamos incluyendo en él el nacimiento de la ternera, el manejo de su vida, el ordeñe, el transporte de la leche a la planta, el proceso de fermentación y maduración del queso, la logística de su distribución y el complejo proceso de su colocación en el mercado mundial. ¿Cuánto tiene esto de primario, de industrial y de servicios? Evidentemente es la sumatoria de todo eso lo que define a la cadena de valor láctea.
Así se ha definido por primera vez un conjunto de cadenas productivas, desde las clásicas, como la cárnica y la láctea, hasta la bío y la nanotecnología, las TIC y las energías renovables. Se estableció un diagnóstico de cada una para encontrar las acciones que condujeran a mejorar su estructura y su funcionamiento, lo cual hicieron los ministerios involucrados, con consultas y aportes de empresarios y sindicatos de cada sector articulados en las cámaras empresariales y el PIT-CNT, organismos de educación e investigación.
Este cambio en la metodología de trabajo es fundamental. La instalación de un gabinete productivo enfocado en definir políticas de desarrollo en base a objetivos de mediano y largo plazo, que convoque ámbitos multipartitos para diseñar programas sectoriales, permite analizar desde los mercados posibles hasta los problemas que hay que superar porque son limitantes para el desarrollo de esos mercados. Así se definieron y se pusieron en marcha los planes industriales para los sectores automotor, biotecnológico, farmacéutico, forestal-maderero, naval y de vestimenta, y se conformaron nuevos consejos para otras cadenas.
Es imprescindible crear las condiciones para construir mayor capacidad productiva en el país, potenciar el desarrollo tecnológico nacional y mejorar la formación y la capacitación de los trabajadores. No es sólo con una buena ley de inversiones que permita apoyar las iniciativas que soliciten los empresarios que se alcanzará el desarrollo económico y social, una redistribución de los ingresos y, en definitiva, la conformación de un país cada vez más inclusivo.
El concepto de un Estado activo implica una nueva definición de las competencias del gobierno nacional, los entes públicos, las empresas privadas, los trabajadores, el sistema educativo, los organismos de investigación y los agentes de financiamiento, para que cada uno de ellos, actuando dentro de sus competencias y responsabilidades, se integre en una verdadera política de desarrollo productivo.
La consolidación de la expansión económica y la inclusión social requieren la puesta en marcha de un proceso que jerarquice la planificación por medio de planes que orienten la herramienta de promoción de inversiones. Legítimamente las empresas privadas tienen como objetivo obtener ganancias, y para lograrlo toman sus decisiones, pero el desarrollo nacional, que tiene objetivos más amplios para toda la sociedad, no puede ser solamente la sumatoria de las iniciativas de los privados, sino que debe, como lo está haciendo, crear un marco de orientación y coordinación entre todos los actores del quehacer nacional.
Este enfoque es central, porque la concepción del Estado al servicio de las ganancias de las empresas, cada una de las cuales realiza sus estudios de mercado, sus definiciones de procesos y productos, sus planes de desarrollo, sus inversiones, y analiza constantemente sus resultados, tiene la limitante de que concentrar la actividad económica en las áreas que dan más ganancias a corto plazo a las empresas da como resultado una aglomeración deformada por el interés inmediato de las actividades económicas. Esto tiene consecuencias tanto en los sectores que se desarrollan y su distribución geográfica como en la inclusión social que alcanzan. No se avanza en las potencialidades que tenemos, y ello no es responsabilidad de los empresarios, porque no es su responsabilidad alcanzar el desarrollo nacional, sino obtener ganancias en sus empresas.
Avanzar hacia el desarrollo nacional es tarea del gobierno, y para ello es importante institucionalizar las competencias y responsabilidades de todos los organismos que deben conducirlo, junto con los actores involucrados. Es una tarea de largo plazo, que exige persistencia y tenacidad.
El enfoque de cadenas permite estudiar la estructura productiva, su especialización, el contenido tecnológico, el valor agregado y la calidad de la producción final, partiendo de la base de que para un país como Uruguay la clave es la especialización productiva agregando valor y conocimiento, todo lo cual permite obtener mejores precios y, en consecuencia, mejor remuneración de los factores, entre ellos el trabajo, cumpliendo con un mayor valor final y una mejor distribución del ingreso.
Las cadenas actuales tienen su dinámica y sus potencialidades; analizarlas permite definir las medidas que permiten explotar sus potencialidades. A ello debe agregarse la visualización de cadenas nuevas que pueden ser parte de los objetivos generales. El estudio de los resultados que todo esto va dando es central.
Una mención final sobre la ciencia y la tecnología. El desarrollo científico y tecnológico nacional es un factor muy importante. Pero la tecnología no es neutra, y debe fomentarse siempre en la diversidad de las actividades económicas nacionales con una política general bien definida, midiendo sus resultados, tanto en la cantidad y la calidad de sus productos como en las consecuencias sociales y económicas de su aplicación.