“Hoy es una fecha igual a la de nuestro 24 de marzo, para recordar y hacer memoria, sobre todo porque veo que la mayoría de ustedes no conocieron esa época, ni tampoco la represión y sus técnicas; por eso es necesario refrescarlo”, dijo ayer el jurista y criminólogo argentino Eugenio Raúl Zaffaroni, ante una mayoría de estudiantes, al iniciar su conferencia “Memoria y derechos humanos” a 44 años del golpe de Estado en Uruguay, organizada por el Centro de Estudiantes de Derecho. La charla tuvo lugar en el Salón Azul de la Intendencia de Montevideo y contó con la breve participación del intendente Daniel Martínez y de Germán Aller, director del Instituto de Derecho Penal de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, quien resaltó que si se hace “historia más fina”, es discutible la fecha del 27 de junio, porque el 9 de febrero, en el Acuerdo de Boiso Lanza, si bien no se habían disuelto las cámaras, “ahí ya hubo un golpe de Estado”.

Ya en plena conferencia, Zaffaroni señaló: “Estamos viviendo un mundo complicado, en el que dos tercios de la población mundial están en situación de necesidad, y un tercio consume lo que no necesita para vivir, sino elementos suntuarios”, por lo tanto, “estamos deteriorando las condiciones habitables del planeta”. También puso sobre la mesa la “enorme concentración de riqueza” que existe, ya que “1% de la humanidad acumula lo que necesita la mitad más pobre para sobrevivir o para morirse con paciencia”. Luego señaló que “el capitalismo cambió”, ya que “antes era productivo y ahora es financiero”, entonces “nos avanza el totalitarismo de corporaciones transnacionales”, que en la región está causando “una regresión en materia de derechos humanos”.

En el extenso currículum de Zaffaroni –que fue resaltado por Aller– se destacan, además de infinitas distinciones, su cargo como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (Argentina) de 2003 a 2014 y su desempeño actual como juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

La historia de los derechos humanos (DDHH) fue otro de los caminos que recorrió Zaffaroni en su discurso. Señaló que “a nivel oficial” se empezó a hablar de DDHH en la “timidísima” Declaración Universal de los DDHH (1948), que en derecho internacional no significaba nada más que “una manifestación de buena voluntad”, y que fue producto de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial.

“Antes había habido genocidios, pero cuando se produjeron en el territorio civilizado y los muertos tenían la mismas carencias de melanina que los otros, se asustaron. La Declaración de 1948 es resultado del miedo, no de que la humanidad haya razonado y se haya sentado a meditar. Se juntaron nuestros jefes de manadas –porque somos animales– y declararon que ‘todo ser humano es persona, y por ende debe ser considerado y tratado como persona’. Somos una especie muy curiosa; tuvo que pasar eso. Y a partir de entonces quedaron positivizados los DDHH en el derecho”, dijo.

Luego el catedrático sostuvo que en la actualidad “el totalitarismo corporativo ocupa el lugar de la política” y que “los políticos del norte se convierten en administradores de las cooperaciones transnacionales con sede en sus países”. Además, en algunas regiones del mundo “les molestan los estados, entonces, los destruyen, como Siria, mientras que en la nuestra nos debilitan”.

Zaffaroni señaló que “nuestra región” es “campeona” en los índices de homicidio del mundo y también en los malos resultados del coeficiente de Gini, que mide la desigualdad de los ingresos, y ambos son el resultado “de la violación de nuestro derecho humano al desarrollo”. Agregó que si al índice de homicidios se le suman los muertos por la “selectividad de la salud”, sobre todo de niños y ancianos, y los muertos por la inseguridad laboral y los que “se suicidan por frustración de proyectos”, “nos damos cuenta de que con una extraordinaria paciencia estamos armando un Hirosihma y Nagasaki por año, es decir, un genocidio por goteo”.

“Este es el mundo en el que tenemos que pensar el derecho penal”, continuó, y dijo que “es difícil defender un derecho penal con límites, porque este totalitarismo corporativo implica el montaje de un proyecto de sociedad que nos quieren imponer, con 30% de excluidos”. Luego subrayó que el poder político lo ejercen “las policías”, en el sentido amplio, es decir, “las agencias ejecutivas”, y que el poder jurídico es de “contención y de filtraje del poder punitivo”; dispone de un semáforo al que le ponen enfrente, por ejemplo, a “un pibe que estaba fumando porro”, y le dan luz roja, o a un hombre que mató a su mujer, y le dan luz verde. Por eso Zaffaroni indicó que “es un verso que el poder punitivo lo habilita el legislador”, ya que lo que hace en realidad es “habilitar a las agencias, y nunca sabe lo que va a pasar”.

Zaffaroni finalizó: “¿Qué sentido tiene manejar bien el semáforo? Y vuelvo a la fecha que ustedes recuerdan. Es muy importante penar a los genocidas, pero cuidado, que eso no previene el genocidio. El genocidio, socialmente hablando, se da cuando se descompone el semáforo y no hay contención jurídica del poder punitivo, cuando desaparecen los tribunales y los jueces, y el poder punitivo no desapareció, sino que es ejercido por las agencias ejecutivas, como fueron la Gestapo y la KGB”.