Más de 90% de la producción frutícola uruguaya redujo a un tercio la aplicación de insecticidas en las frutas de hoja caduca –entre las que se encuentran la pera, la manzana y el durazno–, gracias a tecnología generada por investigadores de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República y del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), en el marco del programa de Manejo Regional de Plagas. En ese programa participa el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca por intermedio de la Dirección General de la Granja (Digegra) y la Dirección General de Servicios Agrícolas.

Uruguay “es de los pocos países” que consiguieron una reducción de ese orden, según dijo a la diaria el ministro Tabaré Aguerre. “Hace tres años, a partir de la investigación nacional desarrollada por la Facultad de Agronomía y el INIA, se desarrolló una tecnología de confusión sexual entre la mariposa macho y la mariposa hembra, por medio de la liberación de feromonas”. El aroma que percibe el macho no le permite encontrar a la hembra en la zona del cultivo, con lo que se evita la cópula en la zona. El control se ejerce fundamentalmente sobre las mariposas Cydia pomonella y Cydia molesta. “Esto ha llevado a reducir sensiblemente los huevos que ponen esas mariposas, que después se transforman en esos gusanitos que se encuentran en la fruta. La aplicación de ese conocimiento científico, como una norma o como un bien público financiado con los fondos de la granja por medio de la Digegra, nos ha llevado a reducir a un tercio la aplicación de agroquímicos”, dijo Aguerre, quien aseguró que actualmente más de 90% de los productores del ramo usa esa tecnología.

De todos modos, la meta trazada era la de reducir a menos de un cuarto la aplicación de agroquímicos respecto de lo que se hacía antes, cuando eran necesarias varias aplicaciones anuales y con diferentes tipos de productos. Incluso en una nota con la diaria en noviembre de 2014, el ingeniero Miguel Sierra, entonces gerente de Vinculación Tecnológica del INIA, aseguró que este tipo de técnica permite la reducción de plaguicidas químicos “de diez a dos”.