El viernes la diaria publicó que un preso de la cárcel de Punta de Rieles había iniciado una huelga de hambre seca –que ya culminó– porque no le estaban dando la medicación que necesitaba para combatir el insomnio a la hora que le había indicado la doctora del hospital Vilardebó (20.00), ya que en el penal los medicamentos se distribuyen exclusivamente de 18.00 a 19.00. El recluso se comunicó con la diaria mediante una carta enviada a su novia, en la que indica que tomó esa medida “más allá de una pastilla”, y que, por lo tanto, en la nota “no se reflejaba el total de la situación”.

El recluso señala que antes de adoptar esa “medida extrema”, “sucedieron muchas cosas”. “Hace poco más de cuatro meses comencé con problemas de insomnio. Aclaro que jamás los padecí en todos estos años de este lado del muro, y que jamás tomé psicofármacos, inductores del sueño ni antidepresivos”, indica el recluso, y agrega que durante “tres meses” estuvo yendo entre “dos o tres veces por semana”, en distintos días y horarios, a la policlínica de la Administración de los Servicios de Salud del Estado del penal, para manifestar su problema de insomnio, y no obtuvo respuesta ni “seguimiento de ningún tipo”.

Luego, cuenta en la carta que “al no dormir más de tres o cuatro horas por día”, perdió peso “rápidamente”, por lo que en la policlínica le dieron “una lata de complemento alimenticio” y le dijeron que volviera al mes siguiente. Por ello, se pregunta si durante ese mes no tendrían que haberlo llamado “dos veces como mínimo” para pesarlo, ver cómo evolucionó su salud, “o, por lo menos”, para entregarle otra lata.

Entonces, señala que sus reclamos “se pierden en una pastilla [que se debe tomar] una hora más tarde”, cuando lo que pide es que se respeten “los horarios de todos quienes toman inductores de sueño y antidepresivos” y cualquiera sea el requerimiento real de los usuarios privados de libertad, según la patología que presenten. Además, el recluso asegura que la reacción del enfermero que no le quiso dar la medicación no fue únicamente hacia él, ya que “destrata y hace abuso de sus funciones con todos los reclusos”.

Mauro Tomasini, del Servicio Paz y Justicia Uruguay (Serpaj), dijo a la diaria que el sistema de los dispositivos de salud en las cárceles es “muy complejo”, porque son muchas y “muy distintas”, pero que en general, “funciona mal en todas”. Por ejemplo, Tomasini subrayó que en algunos lugares, la medicación la distribuyen los guardias, “y no se las llevan a las personas que las precisan”, cuando, en realidad, “se las tendrían que dar los funcionarios de la salud en la boca”. Además, el integrante de Serpaj indicó que el sistema de entregar la medicación exclusivamente en un horario “se tiene que erradicar”, ya que los horarios varían según el tipo de medicación.