El antropólogo y arqueólogo José López Mazz estuvo a cargo de la búsqueda de restos de desaparecidos entre 2005 y 2014. Volvió a estar en el tapete este mes gracias a diversas declaraciones a varios medios de prensa, en las que señaló, entre otras cosas, que es probable que todavía queden restos de desaparecidos en los batallones 13 y 14. López Mazz conversó con la diaria en el Laboratorio de Arqueología y Antropología Biológica de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. Durante la charla remarcó que los debates en torno a los desaparecidos lo “incomodan mucho” porque “debilitan un tema que merece muchísimo respeto”, pero que le “da pena” que “una causa tan noble, que la sociedad respaldó tanto, desaparezca así” y quede como “un asunto de cuatro o cinco en un cuartito”.
–¿Por qué sus últimas declaraciones generaron tanto revuelo?
–Porque la gente quiere saber qué está pasando. En agosto se van a cumplir tres años desde que me fui. Yo siempre defiendo que la lucha por la búsqueda de los desaparecidos es un patrimonio de toda la sociedad y no es el monopolio de ningún grupo pequeño, con todo respeto. Cuando yo trabajaba me encargaba de colgar los informes para compartir la información que orientaba la investigación. La gente es solidaria pero no incondicional. Eso es evidente. A mí todo el mundo me para y me dice: “Bo, ¿en qué está?”. “No sé, hace tres años que no trabajo más”, pero me queda clarísimo que la gente quiere saber y tiene derecho a saber. Porque si se consiguió que el Poder Ejecutivo de tres gobiernos apoyara, es porque fueron sensibles con la demanda social. Hay que ser generoso y devolver eso, informando.
–¿Por qué se fue hace tres años?
–Tenía problemas, porque la estrategia de trabajo que quería llevar adelante se complicaba. Había una abogada de [Madres y] Familiares [de Detenidos Desaparecidos] que me decía que no había que excavar aquí sino allá. Yo entiendo que somos muchas personas que participábamos en el tema de los derechos humanos y los desaparecidos, pero la investigación arqueológica es un trabajo científico que va por un lado, no es que se pone al servicio de la estrategia de la abogada. Y también con el tema de la [Operación] Zanahoria. “No hables de esto ni de lo otro”. A mí no me dice nadie de qué tengo que hablar o dejar de hablar.
–¿Qué información manejó que, a su criterio, confirmaba la Operación Zanahoria?
–Primero, la que manejó Presidencia desde el principio, que había recabado Gonzalo Fernández [secretario de Presidencia entre 2005 y 2008] en el primer gobierno de [Tabaré] Vázquez; era de calidad y la obtuvo de primera mano. Después, testimonios que me trajeron algunos parlamentarios, de personas que querían colaborar y mostraron lugares donde habían visto trabajando las máquinas que buscaban los cuerpos, a partir de 1983, cuando ya volvía la democracia; no sabían si iba a existir una ley de caducidad y querían tranquilizar a los militares para que devolvieran el poder a los civiles. Yo insisto en eso: hay un agujero histórico, hace mucho mal negar la Operación Zanahoria, porque fue un pacto cívico-militar y la gente tiene derecho a saber. Porque [Julio María] Sanguinetti vende una cosa muy interesante de la “transición en paz” y todo eso, pero atrás están estas cosas.
–¿Desde 1983 hasta qué año se habría llevado a cabo la Operación Zanahoria?
–Habría llegado hasta ya entrada la democracia. Y no sólo se movieron de los batallones militares: teníamos denuncias de cementerios rurales a donde llegaban vehículos del Ejército y metían huesos, que entreveraban con otros. En Cerro Largo y Tacuarembó, donde fuimos a trabajar.
–¿Tuvieron alguna certeza cuando fueron a trabajar en esos cementerios?
–Pasó algo interesante. Todos los cementerios dependen de la órbita municipal, pero en 1983 hay una orden de todos los cementerios de los diferentes departamentos para sacarles las chapas a todos los restos de NN [“nombre desconocido”] y entreverarlos en los osarios. De repente, tenés 100 años de gente que no reclamó los cuerpos amontonados; es un agujero como los de las tapas sépticas, lleno de agua. Al cementerio de Rocha mandaron ocho o nueve cuerpos recogidos en la playa en la misma fecha. Fueron al osario por una orden, está escrito en el libro hasta el día de hoy. Fue todo un movimiento. El ocultamiento de los cuerpos como parte de la estrategia de eliminar a los enemigos es una cosa vieja, y no sólo pasó acá. En Chile hicieron una Operación Zanahoria similar, que se llamó Retiro de Televisores.
–La versión de la Operación Zanahoria ya había aparecido mediante la Comisión para la Paz, al principio de los 2000. En aquel momento se decía que los militares habían desenterrado los cuerpos para luego cremarlos y tirar las cenizas a la bahía.
–La primera vez que apareció esta versión la pusieron los militares en la Comisión para la Paz, y entiendo perfectamente por qué los familiares se pusieron de punta, ya que era una manera de dar una justificación y de desestimular que se fuera a buscar [restos]. Pero después, con el tiempo, vimos que hubo un intento, entonces, yo me refiero a eso, no a la versión zanahoria en los términos que presentaron los militares en la Comisión para la Paz, que era la manera de decir “no busquen nada, que no vale la pena”.
–En una nota publicada en La República en agosto de 2014, cuando usted ya se había ido de la investigación, integrantes del Grupo de Investigación en Antropología Forense dijeron que hasta ese momento no existía “evidencia científica” que permitiera afirmar la existencia de la Operación Zanahoria, y agregaban que los cuatro cuerpos que fueron hallados, de Ubagesner Chaves Sosa, Fernando Miranda, Julio Castro y Ricardo Blanco, estaban en “posición primaria”, por lo tanto “no fueron removidos luego de su inhumación”.
–Me hubiera gustado mucho debatir esto, porque la gente que quedó en mi lugar presentó el mismo trabajo en dos congresos de antropología forense, y yo pido ese trabajo para responderlo y no me lo dan. Estoy a las órdenes para discutir la Operación Zanahoria. En ciencia discutimos, pero esto no es ciencia, es amigarse con el que te va a pagar, para no perder el trabajo.
–Pero esos cuatro cuerpos evidentemente no fueron removidos.
–Yo nunca dije que la Operación Zanahoria hubiese sido exhaustiva, y nunca se dijo en ninguna de las versiones. Los tipos sacaron lo que pudieron. Además, muchos que enterraron gente en la noche no querían decirles a otros militares dónde estaban. También escuché versiones de que los propios militares querían tener la lista total de dónde estaban todos enterrados, y no lo consiguieron, porque entre ellos había mucha desconfianza. Ahora, está clarísimo, a mí me traen a una persona que me dice: “Yo vi una máquina trabajando allá”, me paso seis meses desmalezando y encuentro las huellas de las herramientas que el tipo me dice, y después empiezo a mirar las fotos aéreas, y encontramos a Blanco y a Castro, al costadito; son los cuerpos que se les escaparon. Entraron al monte y enterraron a la gente, pero cuando la fueron a buscar para la Zanahoria, no podían mover una máquina dentro del bosque. Tú mirás las fotos de 1986, y hay dos claros, y los dos cuerpos que encontramos están a la periferia de los claros, y dentro están todas las huellas de las máquinas.
–¿Trabajaron mucho con fotos aéreas?
–Hay una técnica de trabajo que puso a punto gente que buscó resolver este problema antes que nosotros, de la Comisión internacional sobre Personas Desaparecidas de la ex Yugoslavia, y ahí hay un arqueólogo y antropólogo que fue el primero que sistematizó los procedimientos. Si tenés que trabajar en áreas grandes, las fotos aéreas son una ayuda brutal, siempre y cuando tengas fotos cada tanto tiempo, porque te permite darte cuenta de cuándo hubo movimiento. Y otra cosa: hay restos parciales que corresponden a dos cuerpos más, a los que sistemáticamente no mencionan, y tenés las huellas y todo revuelto por las mismas herramientas que mencionan los informantes. Ves en el bosque que tuvieron toda esa prueba, y encima aparecen dos huesos pertenecientes a una quinta y a una sexta persona, de los que no se pudo obtener material para saber la identidad, pero están encontrados, son restos residuales de cuerpos removidos en áreas donde está la tierra dada vuelta. En el [Batallón] 13, atrás del arco de la cancha de fútbol donde todo el mundo dice que estaba la gente enterrada. ¿Qué quieren? ¿Un certificado del Latu?
–La semana pasada hablé con integrantes del Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia [GTVJ], que me decían que la búsqueda de desaparecidos ha continuado, pero no se han encontrado más restos porque no hay declaraciones específicas sobre los lugares donde están enterrados. Ejemplificaron con que el cuerpo de Miranda lo encontraron porque alguien dio una indicación específica.
–Hay un intento de bajarle el perfil al trabajo que hicimos, de que todo lo que encontramos fue porque nos señalaron los lugares. Eso lo dice [Samuel] Blixen, y está equivocado; le están cantando mal a la oreja. Es verdad que en el caso de Miranda coincidió con un mapa que llegó, pero nosotros estábamos trabajando en ese lugar. Trabajando con fotos aéreas, vimos que de un momento para el otro, contra el [arroyo] Miguelete, donde antiguamente había conjuntos de árboles, de repente los militares en esta época [de la Operación Zanahoria] forestaron todo, y se nos ocurrió que era una actividad de enmascaramiento. Agarramos toda el área forestada, la cuadriculamos y excavamos; llevó mucho tiempo, y cuando estábamos a dos metros del cuerpo, vino la información que nos llevó a buscar el falso lugar donde estaba María Claudia García de Gelman. Nos sacaron cuando teníamos el cuerpo de Miranda allí.
–Integrantes del GTVJ también me dijeron que el Batallón 14 tiene 400 hectáreas, por lo tanto, si no hay alguien que diga “el cuerpo está acá’”, hay que dar vuelta esas 400 hectáreas.
–Quienes dicen eso no son arqueólogos. Hay técnicas para trabajar. Ellos piensan que los argentinos del EAAF [Equipo Argentino de Antropología Forense] son mejores técnicos que nosotros. También ha habido una cristinización en este proceso; el hecho de sacar la búsqueda de la Universidad [de la República] y llevarla a una ONG es el modelo del equipo argentino. Cada país tiene su identidad. Aquí lo que le da rigor y confidencialidad es una institución que específicamente se encargue, como la Universidad, que hace concursos y sabés a qué te atenés con la calidad. Ahora se volvió igual que el equipo argentino. Hubo cosas que nosotros aportamos en esos años a la arqueología forense, reconocidas por el EAAF. Por ejemplo, ellos no habían investigado en batallones y nosotros sí. No es que ellos son los mejores y nosotros... Y las 400 hectáreas se achican cuando te arrimás con fotos áreas y testimonios.
–Si para usted era muy importante la búsqueda de los desaparecidos, ¿por qué no se quedó investigando y trató de superar las presiones?
–Y sí, durante un año y medio o dos quise hacerlo, pero ya me tenían podrido. La abogada de Familiares lo dijo delante del fiscal [Ariel] Cancela y de todo el mundo: “Ahí no hay que excavar, hay que excavar acá”. Y yo me levanté y me fui. Pero soy un científico y tengo trazabilidad, no soy un espía del imperio. Es un tema delicado, tenemos que poner las cosas arriba de la mesa.
–Mientras buscaban en los batallones, los militares los filmaban. ¿Con cámaras fijas?
–A veces estaban las cámaras fijas y había equipos. Ellos trasladaban un ómnibus entero que tenían, con controles. Por un lado, eso les daba a los militares la seguridad de que nosotros no instalábamos un hueso, y decían que, por otro lado, nos daban seguridad a nosotros de que nadie iba a entrar de noche a sacar algún hueso. La historia dirá, pero eso fue parte importante de nuestro trabajo: haber empezado en las condiciones en que trabajábamos e ir abriendo la brecha. El primer día que pude entrar, me encontré parado con mis estudiantes en un batallón, con las palas, y nadie me dio un mapa ni un dato. Nos tiraron para dentro del batallón, y ahí tuvimos que ordenarnos. Pensábamos que la investigación histórica podía aportar algo sobre el lugar donde están enterrados los desaparecidos, pero no lo ha hecho. Y decirle a la gente que la investigación histórica puede hacerlo es crear falsas expectativas.
–Pero todavía hay muchos documentos que no se han analizado.
–¿A vos te parece que alguien va a poner “hoy maté a alguien a las ocho de la noche y lo enterré atrás de no sé dónde”?
–¿Usted tiene la convicción de que en los batallones 13 y 14 sigue habiendo restos?
–Sí. Y pienso que en los lugares donde había más gente enterrada, cuando hicieron la Operación Zanahoria, a algunos los redepositaron no muy lejos. Es una hipótesis mía, tengo derecho a tenerla como investigador que trabajó diez años en un tema. Esto no es un tema fácil, trabajé todo lo que pude en la tierra, donde no había construcciones. Fuimos dejando de lado las construcciones, y se plantea si no han enterrado gente en los pisos de los galpones enfrente al 300 Carlos o en otros lugares en el 14. Teníamos la información, y está en la base de datos de Presidencia. Siempre existió, sólo que era más fácil remover tierra que levantar una construcción. Entonces, yo fui dejando, naturalmente, esos lugares que eran más complicados.
–¿Usted encontró resistencia entre los militares cuando trabajaba en los batallones?
–No, yo nunca vi problemas. Chicaneadas y chiquitajes, cosas así, puede haber habido muchas. Me hubiese gustado que un galpón pegado al Batallón 13, donde yo quería trabajar en el piso, lo hubiesen vaciado más rápido, por ejemplo. Fue justo cuando me fui, tardaron muchos meses en vaciarlo, pero no puedo atribuir esto a una mala intención. Y había que bancarse las filmaciones. Pero yo también puse condiciones. Cuando decidieron que nos iban a filmar, dije que no aceptaba sonido de ninguna manera, porque es un trabajo rutinario, y tenés derecho a charlar con tu compañero.
–¿Filmar no era una forma de intimidar?
–Yo no me sentía intimidado. En el momento teníamos mucha fuerza, porque empezábamos un trabajo respecto del que había una expectativa muy grande en la sociedad, y me sentía muy cargado, con la responsabilidad de ir para adelante con eso.
–¿Piensa que no se le reconoce ese trabajo?
–No. Si el otro día un periodista de TNU me dijo: “Pero sólo encontraste cuatro cuerpos”. Yo no soy un delantero que se mide por goles. Capaz que son los únicos que se encuentran; ojalá que no. Pero constataron hechos históricos que estaban en discusión. No es que a Castro lo sacudieron y se murió del corazón: tenía un balazo en la cabeza. Es más que el hallazgo, es historia en el sentido más contundente.