El Instituto Uruguayo de Normas Técnicas (UNIT) presentó ayer la norma UNIT 1239:2017, que define el código de colores para identificar las fracciones de residuos. El objetivo es tener una mejor clasificación de los residuos en su lugar de origen para perfeccionar su aprovechamiento. Surgió por iniciativa del sector empresarial, concretamente de Abengoa Teyma, que en 2015 le propuso a UNIT la idea de generar la norma, resumió ayer Federico Baraibar, director ejecutivo de la organización Compromiso Empresarial para el Reciclaje (Cempre). El problema es que hasta ahora cada intendencia, industria, empresa u organización tenía su propios colores para identificar los depósitos de residuos; “había diversidad de formas y colores, y eso generaba confusión”, destacó Baraibar.
Las discusiones llevaron dos años y participaron 27 organizaciones, entre ellas la Cámara de Industrias del Uruguay, la Cámara de Empresas Gestoras de Residuos del Uruguay, pero también los ministerios de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, de Ganadería, Agricultura y Pesca, de Desarrollo Social, de Salud, de Industria, Energía y Minería, todas las intendencias, entes públicos, la academia, asociaciones de profesionales, el PIT-CNT, el Laboratorio Tecnológico del Uruguay, la Red de ONG Ambientales y la Organización San Vicente.
La definición de los colores se apoyó en normas de Perú, Colombia, Brasil y en las nacionales, que reservan el rojo para los residuos sanitarios contaminados. Se definió una clasificación primaria, de color gris, para los residuos mezclados, que son todos los que no pueden clasificarse (papel higiénico, pañales, huesos, colillas de cigarrillos). La clasificación secundaria es la que separa los residuos compostables (restos de alimentos y de limpiezas de parques y jardines, que serán de color marrón), de los reciclables (de color verde, que abarca a todos los materiales que puedan ser valorizados y cuya mezcla no comprometa la posibilidad de clasificarlos). La clasificación terciaria es la que separa, desde el origen, a los reciclables (los verdes): plásticos (amarillo), papel y cartón (azul), metales (negro) y vidrio (blanco).
Por ahora, la norma es de adhesión voluntaria, aclaró Baraibar. La idea es que las empresas, así como los gobiernos municipales y departamentales, vayan adquiriendo poco a poco los criterios. En diálogo con la diaria, Baraibar comentó que espera que “de aquí a diez años estemos alineados, a no ser que la Dinama [Dirección Nacional de Medio Ambiente] lo tome antes como una obligación”, acotó.
Es seguro que los contenedores de color gris estarán siempre, y se puede empezar por ellos, comentó Baraibar. Luego se podrá sumar la separación de reciclables y compostables, y luego la separación entre los reciclables. Pero cada organización definirá los caminos: una cocina puede adquirir contenedores grises para todo lo desechable y marrones para los restos de alimentos –que serán 80% de sus residuos– y tener un acuerdo con una empresa que los recoja y les dé valor, ejemplificó.
Bienvenida
La Intendencia de Soriano será la primera en comenzar a aplicar la nueva norma; Baraibar se excusó de dar detalles porque recién se está arrancando, pero destacó como positivo que la comuna iba a comprar contenedores y optó por sumarse a la clasificación de colores que propone la norma.
Montevideo deberá esperar. Gabriela Monestier, directora de Limpieza de la Intendencia de Montevideo (IM), dijo durante la presentación que “la norma llegó un poquito tarde”, porque la IM acaba de adquirir nuevos contenedores verdes (que en un futuro deberán ser grises), porque la licitación ya se había hecho hace tiempo. Igualmente prometió que la próxima compra será de contenedores grises. Monestier saludó la creación de la norma y destacó que coincide con el rumbo que tiene la IM de ir disminuyendo el volumen de residuos que va a la disposición final (donde no se aprovecha nada).
Alejandro Nario, director de la Dinama, valoró que la creación de la norma y de definiciones claras “fue de gran ayuda”, porque es un tema que debía comprender la Ley General de Residuos –que está elaborando la Dinama– y, de esta forma, la discusión ya se laudó.
Otro reciclaje
En diálogo con la diaria, Monestier y Nario dijeron desconocer cuál es el porcentaje de residuos que se recicla en Uruguay, aunque reconocieron que es muy poco. Según las cifras que maneja Cempre, sólo 26% de las botellas PET –tereftalato de polietileno, un tipo de plástico– se recicla; hace un par de años el porcentaje era mayor, pero la baja del precio del petróleo tiró al suelo el valor del PET. En eso incide también el contrabando, porque Brasil paga el PET a mejor precio y quienes están en el asunto saben que una buena parte “se exporta de manera de contrabando”, comentó Baraibar.
La Ley General de Residuos está en la fase final de su elaboración, y en julio se presentará a la Comisión Técnica Asesora de la Protección del Medio Ambiente, aseguró Nario. “La ley establece que la lógica no sea en función del precio de mercado”, adelantó. “En una época el PET te bancaba todo, ahora que se cayó el petróleo no te banca nada, entonces te genera problemas, tenés centros de clasificación que acumulan materiales a la espera de que algún día valgan, generás un síndrome del linyera en la propia planta”, dijo Nario. Monestier, por su parte, reconoció que eso está pasando en las plantas de ley de envases y con la recuperación del vidrio. “La gestión no puede depender del valor del precio material. Se regularía con un tributo. Aquel que importe o fabrique productos cuyos envases terminen en el ambiente va a tener que pagar un tributo: con ese dinero hacés la gestión”, detalló. Aclaró que el tributo lo deberán pagar también quienes importen o fabriquen productos electrónicos, y que parte de ese dinero se recuperará con lo que cobren por el reciclado; de esa forma, se estabiliza la gestión y “no dependerá del precio de los materiales, que es el problema que tiene ahora el sistema”, resumió Nario.