Los diez ex trabajadores de la Compañía Bao, que conformaron hace poco más de dos años la Cooperativa de Trabajo Jóvenes de la Industria Química-CooperatiBao La Minga, para continuar elaborando productos de limpieza tras el cierre de la empresa, decidieron rescindir el contrato que les permitía utilizar las instalaciones de la planta ubicada en La Teja. El acuerdo, firmado el 18 de noviembre de 2015 con el actual dueño de Bao, establecía el arrendamiento por cinco años de la planta, con opción a otros cinco más, para la elaboración de jabón en polvo.
“Fue un convenio colectivo y un contrato de arrendamiento que se hicieron juntos. En el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social hicimos un convenio por el cual quedamos despedidos a cambio de la posibilidad de acceder al arrendamiento, y se estableció de una forma ficta que ese monto de despido correspondía a dos años de arrendamiento de la planta”, explicó Raúl Pérez, secretario de la cooperativa.
Sin embargo, el contrato planteaba que se podía hacer una “especie de rescisión” a los dos años, antes de empezar el período en que el arrendamiento de la planta se debía pagar en efectivo al dueño actual de Bao. Pérez dijo que el mecanismo “estaba previsto” con la única condición de avisarle al dueño seis meses antes de la rescisión, algo que cumplieron en diciembre. “Siempre aspiramos a que se podía mantener la elaboración de jabón en polvo en Uruguay. Esta es la última planta que queda para el soplado de jabón y hacer jabón en polvo”, agregó el secretario de la cooperativa. Pero no se pudo.
Espuma controlada
Según Pérez, cuando fueron despedidos “había una perspectiva de que Bao había dejado un mercado que hacía viable la posibilidad de mantenerlo”, pero “lo que se vio después en realidad fue que Bao se retiró del mercado, pasaron unos seis meses y otras marcas ocuparon ese espacio, y no fue posible recuperarlo”.
Diber Rodríguez, presidente de CooperatiBao La Minga, que es el “nombre de fantasía” del emprendimiento, contó que recorrieron cadenas de compras de los supermercados, se reunieron con distribuidores e intentaron negociar con otros grandes compradores, pero las cadenas exigían descuentos insostenibles o tenían vendidos los espacios de las góndolas a otras poderosas marcas de productos de limpieza.
Además, estamos en “un momento en el que el jabón en polvo está en baja en el mercado”, ya que está siendo sustituido lentamente por los jabones líquidos para lavarropas. “Por eso es que empezamos a ver que no nos podíamos quedar en la planta, y empezamos a caminar un poco hacia donde va el mercado”, explicó Rodríguez.
Se instalaron entonces en la sede del viejo Sindicato de Bao, ubicada en Pedro Celestino Bauzá y Carlos María Ramírez. “Hicimos un acopio de jabón, previendo que se nos venía el período de cierre y entrega de la planta, y fuimos incrementando la producción. En cada producción que hacíamos para pedidos de clientes, hacíamos más jabón en polvo, y ahora tenemos un stock que nos permite trabajar unos cuatro o cinco meses cómodos con ese producto. Después veremos cuáles son las opciones, y mientras tanto venimos creciendo con el tema de los productos líquidos”, explicó Pérez.
Es que para fabricar jabón en polvo precisan de la planta de Bao y de su máquina de soplado, pero para elaborar jabón líquido para lavar ropa, limpiador desodorante, detergente de cocina, suavizante o perfumador de prendas, sólo necesitan de fórmulas que ya conocen y de un lugar donde aplicarlas. “Y estamos viendo en ese horizonte de productos a ver qué cosas podemos ir incluyendo”, remató Pérez.
Una de las dificultades que perciben en el mercado es que “el uruguayo es muy conservador” para lavar la ropa, y hay quien sigue usando jabón en barra o no conoce la existencia del jabón líquido para lavarropa. Pérez lo ejemplifica así: “Hay jabones en polvo de alta espuma y otros de espuma controlada. La diferencia es la espuma, y no el efecto sobre la limpieza de la ropa; sin embargo, la gente sigue pidiendo de alta espuma, porque alguna gente veterana conserva lavarropas a vaivén y ver que hace espuma es señal de más limpieza”.
La fábrica de jabones Bao fue inaugurada por el inmigrante italiano Agustín Deambrosis en 1863, y sus descendientes condujeron los destinos de la empresa hasta mediados de la década del 80, cuando se comenzó a negociar la venta de las principales marcas creadas por Bao a la multinacional Colgate Palmolive, que las continúa comercializando hasta la actualidad.
Nos pegamos un jabón
Cuando Bao cambió de dueños y estuvieron un tiempo en seguro de paro, aprendieron a hacer otras “changas” porque “el seguro no alcanzaba”. Pérez supo “subir a los ómnibus a tocar la guitarra”. Hoy las cosas volvieron a ponerse complicadas, porque no hay trabajo para sostener un salario mensual para los diez (nueve hombres y una mujer), y las changas volvieron a imponerse: “En la medida que va entrando trabajo, vamos llamando a los demás compañeros”. Rodríguez contó que hay uno empezando los trámites jubilatorios, otro en período prejubilatorio e incluso uno, de los más jóvenes, con “licencia sin goce de sueldo, porque está probando con otro trabajo”. Para el resto, renunciar a lo que saben hacer desde que entraron, muy jóvenes, a la histórica Bao significa buscar un trabajo para el que no están preparados, ni por capacidad, ni por edad: “Ya no estamos para andar a pico y pala, y para esto que hacemos ahora nos capacitamos mucho tiempo cuando la fábrica funcionaba”. Por ahora, la única opción que se conversa es “el camino de incrementar la venta para tener trabajo todos los días”.
Manteniendo a algunos clientes grandes como droguerías y distribuidoras, y la venta a los vecinos del barrio, una de las ideas es “apuntar a sindicatos y cooperativas de vivienda”, según Pérez. “Al faltarnos toda la parte de marketing y publicidad, lo que hacemos es tratar de llegar a los lugares organizados en los que podemos hablar con los vecinos. Nos abren las posibilidades de hablar con las comisiones directivas de las cooperativas de vivienda, a veces la posibilidad de hablar en una asamblea, y eso es lo que nos permite trasladar que somos ex trabajadores de Bao, en qué estamos, y tratar de que vean nuestros productos a ver si les gustan”, explicó. Para eso, “tenemos el versito de la calidad y el buen precio porque se eliminan los intermediarios”, agregó, señalando con orgullo los productos.
Palillos de madera
Por sus dimensiones y volumen de producción, La Minga no necesitó, para iniciar el emprendimiento, de montos significativos de inversión. En su momento, mantuvieron reuniones con autoridades del Fondo para el Desarrollo (Fondes) e hicieron gestiones ante el Instituto Nacional del Cooperativismo “para ver cuáles eran las posibles vías de asistencia”, contó el secretario de la cooperativa. También obtuvieron asistencia técnica del Centro Cooperativista del Uruguay. Pero, para empezar a trabajar “la planta estaba armada, las fórmulas también estaban” y lo que en realidad necesitaban era “la posibilidad de una ayuda económica en el armado de los envases y el diseño de las etiquetas”. Encontraron la ayuda económica para la materia prima y otra para infraestructura, pero tenían que hacer “una proyección de ventas”: “Cómo creíamos que se iban a colocar nuestros productos, lo que nos obligaba a inventar, a hacer un plan de ventas que nos asegurara un retorno. Preferimos no embarcarnos en eso”, explicó Pérez. Entonces, no solicitaron ningún crédito al sistema financiero formal, pero sí aceptaron un préstamo como “capital inicial de trabajo” de parte de la Unión de Trabajadores de Bao, su sindicato, que “tenía algunos fondos que venían quedando de la cuota sindical y de otros ingresos”, y alrededor de 10.000 dólares de parte del Sindicato de Trabajadores de la Industria Química (STIQ) para “la primera producción”. El STIQ siempre fue un puntal fundamental del emprendimiento e incluso apoyó el acuerdo con Bao. “Después seguimos rodando solos. Teníamos temor por lo que pasó con alguna otra gente, el temor de que fuera complicado pagar en tiempo y forma. Decidimos ir por el camino seguro e ir devolviendo lo que nos prestaron. Con eso empezamos a andar”, resumió Pérez. Ahora apuestan al apoyo y la solidaridad de la gente a cambio de su trabajo.
En la góndola | La CooperatiBao La Minga ofrece jabón en polvo marca Bonsai a 44 pesos la bolsa de 800 gramos, que también se envasa en bolsas más grandes a pedido. Elabora un jabón líquido para lavarropa que vende a 48 la botella plástica de 900 cc, un limpiador líquido con aromas a floral o lavanda que se puede comprar a 38 pesos los 900 cc, un suavizante de un litro que vende a 50 pesos, un perfumador de ropa que ofrece a 80 pesos los 250cc, y el detergente marca Manu (con etiqueta que incluye una imagen del propio Manu, el nieto de uno de los trabajadores de La Minga), de un litro, que vende a 40 pesos. Todos estos productos son envasados a pedido en botellas plásticas más grandes. El jabón líquido para lavarropas de 3 litros se vende a 150 pesos, mientras que el de 5 litros vale 250 pesos. Se pueden encargar en la sede del sindicato o llamando a Diber (097 234 094) o a Raúl (095 866 605). La disponibilidad para entregar a domicilio depende de que la cantidad solicitada justifique el flete. Por eso, apuestan a las cooperativas y sindicatos, en donde los pedidos pueden ser voluminosos.