Cecilia tenía cinco años. Como todos los domingos de tarde, esperaba en la puerta de su casa a que su padre la pasara a buscar. Era 16 de julio de 1989. Hacía cuatro años que Uruguay vivía en democracia. Pero en los papeles, porque la Policía todavía tenía a las razias como práctica usual. Aquella niña hoy es una mujer que aún recuerda esa fecha. Porque su padre, Guillermo Machado, no llegó a buscarla aquel domingo. Ni ningún otro.

Era obrero de la construcción –albañil–, sindicalista y militante de la Unión de la Juventud Comunista. Aquel fatídico domingo, alrededor del mediodía, Machado, de 31 años, caminaba con una amiga cerca de la plaza Cipriano Miró (en la actualidad, Plaza de la Restauración), en la Unión. Ambos fueron detenidos por la Policía y llevados a la Seccional 15ª. Cerca de las 15.30, la muchacha fue liberada, pero el hombre no. A las 20.30 Machado salió, pero para ser trasladado al hospital Pasteur a raíz de un paro cardiorrespiratorio. El 24 de julio, luego de varios días internado en el CTI de la Mutualista Israelita del Uruguay (MIDU), falleció.

“¿Qué sucedió desde las 15.30 hasta las 20.30? En realidad, no lo sabemos. No hay respuestas claras, porque mi padre no pudo contar su verdad y decir lo que pasó. Y los involucrados dieron respuestas que no son certeras. En las declaraciones hubo contradicciones, diferencias en los horarios y en los relatos de los sucesos”, dijo Cecilia Machado, el viernes de tarde, en la sede del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA), en donde se le hizo un homenaje a su padre, organizado por la Comisión Nacional de Jóvenes y la Comisión de la Memoria de ese gremio.

Lirio Rodríguez, presidente del SUNCA de aquella época, señaló que le cuesta hablar del tema y que fue “muy duro” ver a Machado internado. Agregó que es “impensable” cómo una persona puede dañar a otra de esa manera y todavía afirmar que hubo “intento de suicidio”, que fue lo que alegó la Policía. Rodríguez recordó que el sindicato hizo un paro el día en que murió Machado, que fue acompañado con una movilización en la que cargaron el cuerpo del obrero, que fue “una de las más emotivas” que vio en su vida. “Es como si estuviera viendo la marcha, desde el lomo del viaducto [de Agraciada], con el cuerpo de Guillermo en hombros. Cuando pasamos por al lado del [arroyo] Miguelete, recuerdo que una mujer policía le hizo la venia. Los que habían golpeado a Guillermo eran otros policías”, señaló Rodríguez.

Por su parte, Cecilia Machado subrayó que es difícil entender lo que pasó con su padre si no nos situamos en el Uruguay de aquella época, que “no es este”. Apuntó que en la actualidad todos sabemos que en una investigación policial es fundamental la ropa de la víctima; no obstante, la remera que tenía su padre aquel día, con la que, según la Policía, “se había ahorcado”, nunca apareció. Además, subrayó que el doctor Ricardo Caritat, de la MIDU, donde estaba internado Machado, dijo en su momento que las heridas que el obrero tenía en su cuello no correspondían con las de un intento de suicidio. Cecilia agregó que los policías encargados del caso tampoco trataron la escena del crimen como tal, ya que para ellos no era tal cosa. Por lo tanto, “si bien en ese momento se quiso buscar la verdad, es difícil hacerlo cuando, por otro lado, se la quiere ocultar”.

“Como hija, yo me pregunté muchísimas veces por qué a mi padre, que era un hombre como muchos, le tocó, pero en esa época condenaban a los hombres como él. Y para que entiendan lo que quiero decir, voy a citar unos fragmentos de los partes policiales: ‘No estaba bien vestido’. ‘Le pedimos los documentos y el muchacho los entregó de mala gana’. ‘Hombre de pelo largo y barba, totalmente desprolijo para vestir’”.

Cecilia contó que está escribiendo un libro sobre la historia de su padre, con la intención de aportar “mínimamente a la memoria colectiva”, con base en testimonios y documentos periodísticos y legales que muestran que en esos años aún “se peleaba por la libertad”. Señaló que su idea es dejar un registro para mirar atrás y que, sobre todo, los jóvenes puedan ver que “la democracia que tenemos hoy se construyó poco a poco y que un título no es lo que hace libre a un país, sino la gente que reclama lo que no se le da”. “Porque si el diario La Hora no investigaba, si la gente no salía a la calle y si no se proponía un paro, era como si nada hubiera pasado. Y si hombres y mujeres no me contaban su experiencia, su historia, y no compartían conmigo su dolor, su muerte hubiera quedado en el olvido”, remató la hija de Machado.

Por último, Cecilia preguntó cómo es posible que la raza humana tenga como depredador al propio hombre. Sin embargo, señaló que también es posible que el hombre tenga la capacidad de hacer propio el dolor ajeno y salir en su defensa. “No tengo una respuesta, pero creo que la solidaridad, el compromiso y un sentimiento de igualdad por el otro es lo que nos hace humanos. Y la indiferencia es lo que nos destruye. Por eso, para mí es una responsabilidad mirar el pasado; no para tener el corazón lleno de rencor o para vivir en él, sino porque es importante conocer nuestra historia para poder elegir qué clase de personas queremos ser”, concluyó.

El Óscar

“La lucha por la memoria es una batalla constante y porfiada”, dijo el actual secretario general del SUNCA, Óscar Andrade, quien también estuvo presente en el homenaje. Señaló que en el sindicato pelean para que “no maten a palos a las mujeres”, para que no mueran trabajadores por las condiciones laborales y para que no nazcan “gurises con la vida deteriorada y partida”. Agregó que en esas luchas es preciso recordar las muertes injustas como la de Machado.

“La memoria nos tiene que ayudar a reconstruir las causas de las muertes que no tuvieron que ser. Porque el miedo, que es una peste para dominarte, se propaga con una facilidad espantosa. Podés tener las mejores tradiciones democráticas, pero apenas tenés un poco menos de laburo y encontrás compañeros que ven que el trabajador de Guatemala que vino correteado por el hambre, a los cinco minutos, pasa a ser enemigo de su trabajo. Y el miedo a los jóvenes y a los pobres no nos ayuda a entender por qué tenemos una forma de organización de la sociedad que promueve la infantilización de la pobreza, la competencia descarnada entre nosotros por el lugar y la violencia como una forma de manifestación de la vida”, subrayó.

El dirigente del SUNCA también se refirió a la estigmatización que sufren los trabajadores de la construcción. Recordó que, por un “largo tiempo”, el obrero que buscaba changas en el barrio de Carrasco era visto como un “potencial delincuente, en actitud sospechosa”, y que “mañana puede volver a ser sospechoso para Carrasco”, porque “apenas hay un hecho de violencia, la primera reivindicación es ponerles chips a los pobres, enemigos de todo”.

Al finalizar el homenaje, Andrade dijo que “nos educan para que creamos que nada vale la pena y que la vida es una mierda”. “Pero la vida es la cosa más maravillosa que hay, si se la encauza para darles más dignidad a los que tienen menos”, finalizó.