Declarada bebida nacional en 2014, el vino siempre tuvo un lugar especial en las mesas uruguayas. Quienes lo cosechan y producen alegan que nos conecta con “nuestra cultura y nuestro origen”, pero también llaman la atención sobre la caída de su consumo en los últimos años.

El jueves pasado, la comisión de Ganadería, Agricultura y Pesca de la Cámara de Senadores recibió a integrantes de la cadena de producción del vino, quienes concurrieron a defender los “valores sociales” del vino en nuestra cultura, a reclamar sobre las desigualdades en la fiscalización respecto de otras bebidas y a establecer que, a su entender, la ley de tolerancia cero en el tránsito, más que presentar una solución al problema, está haciendo peligrar la producción vitivinícola nacional.

Desde la Organización Nacional de Vinicultores (ONV), Gustavo Redín dijo que el sector está “preocupado”. Marcos Guerrero, presidente del Centro de Viticultores del Uruguay (CVU), notó que la venta de vino viene en disminución, mientras que el alcoholismo es un problema que “se ha venido agravando”, lo que “da la pauta de que el vino no es el que está ocasionando el problema”.

Para los integrantes de la cadena hay una equivocación en el “enfoque” de la ley de tolerancia cero. Según Redín, “no se llega al resultado deseado” porque “los datos muestran que la siniestralidad no ha mejorado”, lo que evidencia que “hay otros elementos que juegan en esto”.

“En nuestro país el consumo de vino es cultural; la mayoría de nuestra población es descendiente de europeos y en ese continente el vino es muy importante”, estableció, por su parte, Gerardo Nabune, de la Asociación Nacional de Bodegueros, quien además aseveró que la medida afectó más a la industria del vino porque “redujo los puntos de consumo y de venta”. Mauricio Garrone, de la Asociación de Funcionarios del Instituto Nacional del Vino (Ainavi), puso algunos datos sobre la mesa: en los primeros seis meses en que se aplicó la norma se perdió todo lo que se vende de vino en un mes, y a lo largo del año pasado, si bien el declive “se suavizó”, se llegó a una caída de casi 11% del consumo anual.

Para los productores de vino, el cambio en las costumbres ha modificado la situación. Fernando Pettenuzzo, de la Asociación de Enólogos del Uruguay, sostuvo que el vino es “un vector de cultura” y dijo que su preocupación radica en la pérdida de esta cultura y de que “se lo introduzca dentro de la bolsa de la droga”.

Pero las diferencias con otras bebidas no sólo se dan en cuestiones culturales y sociales; el vino también tiene un esquema tributario distinto al de los demás alcoholes y además cuenta con un organismo especializado (Inavi) que se encarga de su control en forma exhaustiva y estricta desde su fase de elaboración hasta su venta. Javier Traversa, también de la ONV, declaró : [los productores de vino] debemos estampillar hasta el último litro y tenemos un IVA percepción que se paga mensualmente por declaración jurada y por venta de estampilla”, pero otros alcoholes que se elaboran artesanalmente “no tienen regulación”.

En tanto Miguel Berrutti, de la Ainavi, confirmó que de los 1.675 viñedos de hasta cinco hectáreas que existían en 2010, hoy sólo quedan 1.089, y por otro lado, de las 2.104 hectáreas que había, hoy quedan 1.469.

En su espacio de comentarios, los legisladores se mostraron divididos en sus opiniones. Álvaro Delgado, del Partido Nacional, consideró que hay que evitar caer en fundamentalismos. “Los excesos son malos para un lado y para el otro”, afirmó. El legislador consideró además la posibilidad de establecer “una gradualidad en cuanto a la sanción por el incumplimiento de la espirometría cero en los conductores”.

En tanto, la frenteamplista Mónica Xavier consideró que la ley no inhibe a nadie de tomarse la cantidad de alcohol que quiera, sólo exhorta a no manejar un vehículo luego de hacerlo.

Por su parte, el senador emepepista José Mujica opinó que el problema del sector obedece a la concentración multinacional. “El problema es el destino de la uva”, sostuvo, y afirmó que hay “cuestiones tecnológicas” que juegan un papel importante. Además, sugirió a los productores que “golpeen las puertas” de la Agencia Nacional de Innovación e Investigación. “No puede ser que vaya a Brasil y me tome un jugo de uva que me chupo los dedos y acá es un jarabe dulce imbancable”.