Las alfombras del hotel Bauen están desgastadas. La mayoría de los sillones del auditorio están rotos. En el teatro ya no actúa Alejandro Dolina y el bronce está opaco. Los trabajadores gestionan el hotel desde hace 14 años, pero no saben para qué fecha fijarán el desalojo.

La semana pasada los integrantes de la cooperativa textil Pigüe no pagaron la quincena completa, por primera vez en muchos años. Reabrieron la fábrica fundida por sus anteriores dueños en 2004. En su época de esplendor, Gatic SA llegó a tener 8.000 empleados y fue la principal fuente de empleo del pueblo de Pigüé. Hoy trabajan allí 140 cooperativistas, que recientemente tuvieron que cerrar una línea de producción.

Francisco Martínez, cooperativista de Pigüé desde el inicio y hoy integrante de su directiva, se cruzó esta semana en la calle con Graciela Mezzanote, trabajadora de la cooperativa. Tenía temor de mirarla a los ojos, porque se sentía responsable de la decisión de no pagarles la quincena completa a sus compañeros. Le preguntó cómo estaba, por costumbre. Pero ella le contestó que estaba muy bien. Martínez piensa que con trabajadores como Mezzanote “siempre vamos a vencer”, y asegura, al final del documental sobre la planta textil que se estrenó ayer, que hay fábrica para 100 años más.

Quién sabe, quizás dentro de diez años no habrá más hotel autogestionado en Buenos Aires, habrá cerrado sus puertas la fábrica textil de Pigüé, o no existirán más CTC Olmos, Funsa, la diaria. Y entonces les pondrán el rótulo de derrota a los proyectos que en muchos casos resucitaron los cadáveres del capitalismo.

Pero hoy es tiempo de hablar de nuestras victorias. De nuestros temores con las decisiones difíciles, que los compañeros hacen desaparecer con comprensión, con creatividad, con solidaridad. De las asambleas en las que nadie quiere bajar los brazos. De los compañeros que renuncian voluntariamente para dejarle el trabajo a aquel que no tiene otra fuente de empleo cuando no hay más remedio que achicar. De los que quieren bajarse el sueldo porque les da vergüenza ganar mucho más que los demás. Del placer de trabajar, de la libertad que se asume como práctica y no como discurso, de la responsabilidad que conlleva y de nuestras flaquezas, sobre las que aprendemos todos los días. Del lugar de trabajo como un refugio para no perder la esperanza.

Eso también es la autogestión. Esas son nuestras victorias.