1) El sábado Raúl Sendic, informando su decisión de renunciar, sostuvo: “Yo no responsabilizo a los compañeros de la Mesa Política que votaron para que se publicara el informe porque no lo conocían, pero sí lo conocía el presidente del Frente Amplio, como también lo conocía yo, y por eso había solicitado que el informe fuera considerado directamente por el Plenario, el verdadero tribunal...”. Aparentemente renunció, pues, el lunes inmediatamente anterior (cinco días) a que el informe del Tribunal de Conducta Política (TCP) fuera distribuido a todos los miembros (sectoriales, independientes y representantes de coordinadoras y comités) con la –totalmente previsible– difusión pública.

2) La Mesa Política no había votado para que se publicara el informe; en la referida reunión, una propuesta de modificar la reglamentación vigente –que obliga a hacer públicos los informes con antelación– no tuvo votos suficientes. El cambio –promovido, entre otros, por el grupo de Sendic– pretendía, en los hechos, que los delegados y las bases frentistas desconocieran el informe del TCP hasta al momento de tratarse en el Plenario.

3) En su declaración, Sendic reconoce haber accedido al informe del TCP, lo que fue confirmado luego por Javier Miranda, quien informó que el 31 de julio se lo dio (¡lealmente!) a conocer. Es decir que Sendic y su grupo tuvieron tiempo suficiente (más de cinco semanas) para analizar los pasos a dar, los descargos a plantear, las declaraciones a realizar, manejando una brutal asimetría de información respecto de la inmensa mayoría de los otros dirigentes sectoriales, y en particular de la gran masa frentista que debió (debimos) soportar las manipulaciones mediáticas de la prensa, los falsos trascendidos, la carne podrida y las jugadas a múltiples bandas de interesados de diverso pelo.

4) No conozco personas o analistas que previeran el desenlace del Plenario del Frente Amplio del sábado y son escasas las que siquiera pensaban una semana antes que sería posible lograr un acuerdo sancionatorio –con apoyo suficiente para ser aprobado en el Plenario– como el alcanzado por grupos y delegados de las bases en la tarde del viernes anterior. Por tanto, cabe preguntarse: ¿qué fue lo que dramáticamente cambió en tan corto tiempo?, ¿cómo fue posible que sectores que parecían tan firmes en diluir las responsabilidades de Sendic ahora acompañaran sanciones tan duras, simbólica y prácticamente?, ¿qué sucedió para que delegados departamentales trajeran al Plenario posturas unánimes de apoyo a las sanciones?

5) Creo que no cabe duda de que el punto de inflexión tiene que ver con un hecho: la difusión del informe del TCP. Eso que Sendic y su grupo pretendieron evitar reconocidamente. Gracias a que se hizo público y la masa frentista tomó contacto con la verdad (esa que algunos sostienen que es lo único verdaderamente revolucionario) de su contenido, la realidad interna de la “coalición y movimiento” se modificó. Los sectores (todos) tuvieron que recontactarse con sus círculos periféricos de incidencia y los representantes de las bases tuvieron que actuar como tales, y ambos componentes del demos, considerar qué opinaban los frentistas (sectorializados o no, militantes históricos o simples votantes) luego de leer el informe publicado. La reivindicación vivificante del contenido ético que tiene la política para la izquierda uruguaya vino de la mano de la democratización informativa y de la participación por canales formales o no de expresión frentista. Tengámoslo en cuenta.

Edgardo Rubianes