Me propongo criticar la palabra izquierda, que es hoy una palabra débil y no expresa lo que queremos expresar. ¿Y qué queremos expresar? Una fuerza política antagonista. Digo antagonista, y no simplemente alternativa, porque alternativa se mantiene dentro del concepto de izquierda, porque la alternativa parece algo que se alterna en el gobierno: una fuerza política y otra, hacemos elecciones, una vez tú y otras veces yo, y eso es lo máximo que podemos alcanzar. Queremos una fuerza política antagonista, esta es la cuestión. Debe existir una práctica de transformación.

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Hay que repolitizar la cuestión social. Esto nos lo ha enseñado el movimiento obrero. Hemos cometido el error de creer que el movimiento obrero eran los 70 años de la Unión Soviética, y no, el movimiento obrero viene de la revolución industrial, en el siglo XVIII, con grandes experiencias de organización, mutualidad, cooperación. Hay que recuperar todas estas cosas, que son cosas ricas.

Y luego, en el siglo XX, se llega al desafío del 17. Este año es importante recordar que es el centenario de 1917, el gran acto revolucionario, el desafío de la toma del poder cueste lo que cueste, dentro de una guerra, pagado después con una construcción del socialismo equivocada y luego fracasada. Yo digo siempre: fíjense con atención, el fracaso de la construcción del socialismo no nos autoriza a hablar del fracaso de la revolución, porque la revolución era un deber, y la revolución siempre es un deber. Yo puedo hacer un gran análisis, pero cuando los comuneros toman el poder, yo estoy con los comuneros.

Creo que la política es el arte de la guerra, y el arte de la guerra nos dice que debemos maniobrar el ejército y saber cuál es el momento del ataque frontal, cuándo debes pillar al enemigo por la espalda con una maniobra envolvente, cuándo debes abandonar una posición indefendible. Y debes crear siempre, sobre todo, una gran fuerza, porque en la guerra gana quien tiene más fuerza.

¿Por qué digo que el concepto de izquierda es débil? Porque hay un debilitamiento del pensamiento. Parece que en la izquierda somos maravillosos, acogemos a los inmigrantes, estamos de parte de los marginados, es una especie de caritas un poco más cristiana que comunista. Y yo, que tengo mucho respeto por el cristianismo, creo que en determinado momento… Por ejemplo, el problema de la seguridad. La izquierda dice: “No hay que disparar al agresor, no hay que defenderse con armas”. Sí, muy bien, pero, cuando vamos a hablar con las personas sencillas y llega el ladrón que va a robar, hay una necesidad de seguridad, de protección, a la que sólo responde la derecha, y la izquierda también debe responder. Con otras cosas, no con leyes liberticidas: asegurando a los ciudadanos débiles protección y seguridad. Yo libro una batalla contra lo que se llama “izquierda de los derechos” y a favor de lo que llamo “la izquierda de las necesidades”. Si la derecha está contestando a las necesidades y la izquierda sólo responde a los derechos, está claro que gana la derecha, porque de otra manera la izquierda se convierte en una izquierda de elite, muy formada, muy inteligente, pero pierde en la periferia, donde está nuestra gente.

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Populismo es una palabra que hoy se usa en todas partes, en los periódicos, en la televisión, en los bares, en los estadios. Tengo la sensación de que hay una reacción contra el uso genérico de este término, con el que se clasifican cosas muy diferentes entre sí. Si se trata de populismo, prefiero el término antipolítica. El peligro que hoy tenemos ante nosotros y que tienen las fuerzas de transformación es esta oleada antipolítica. Es la onda que llevó a [Donald] Trump y que trajo a [Emmanuel] Macron, es la misma, aunque se coloque en espacios políticos diferentes, incluso opuestos. Si has sido un hombre de partido, quedas excluido por esta onda antipolítica.

Creo que hoy para combatir el populismo no hay que hacer una polémica antipopulista, hay que comenzar a practicar un populismo de izquierda, y hablar de izquierda a ese pueblo que se organiza desde la derecha.

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La figura del revolucionario, que tradicionalmente se ha visto como una figura ideológica, tiene que volverse una figura realista. Hay que hacer la revolución con realismo. Es decir, asumiendo que la política es algo complejo, que camina con dos piernas: conflicto y mediación. ¿Por qué no caminar sólo sobre una pierna? Porque te caes al suelo. Quien está todo el tiempo en conflicto o todo el tiempo mediando se cae. Tienes que ser capaz de maniobrar con las dos piernas.

Mario Tronti | Filófoso y político italiano. Exposición durante su debate con Pablo Iglesias en mayo, Podemos España TV.