El 7 de enero de 2015, dos hombres enmascarados y armados con fusiles de asalto ingresaron a las oficinas de la publicación satírica Charlie Hebdo, en plena ciudad de París, y mataron a una docena de personas e hirieron a otras 11, al grito de “Alá es el más grande”. Más tarde, Al Qaeda reivindicaría el atentado como consecuencia de una sucesión de chistes contra el radicalismo musulmán, incluyendo representaciones del profeta Mahoma.

Inmediatamente, figuras de todas partes del mundo se unieron para condenar el hecho, con una característica muy particular: el uso de la palabra “pero” en la gran mayoría de las declaraciones.

“Me acuerdo de ese día”, dijo a Los Informantes (diario) un transeúnte abordado en 18 de Julio y Ejido. “Fue terrible lo que pasó. Es aberrante que 12 personas mueran por unos dibujitos”. Pausa dramática. “Pero ellos sabían con quiénes se estaban metiendo”.

Las estadísticas indican que desde aquel día, hace tres años, se registraron seis millones de “es espantoso, pero...” (o cualquiera de sus variantes) al referirse al hecho que, simplemente, fue espantoso.